Hay gente que dice que está cansada de votar. Y que en las elecciones de este domingo se va a quedar en su casa. Tienen todo el derecho del mundo a estar decepcionadas con la actitud de algunos partidos políticos que han puesto sus intereses electorales por encima del interés general de este país y sus ciudadanos. Pero dejar de votar es, en cierta manera, hacer lo mismo que esos partidos que tanto nos han defraudado. Es una dejación de la responsabilidad que tenemos todos de participar, dirigir y orientar el futuro de España.
La democracia consiste en que son los ciudadanos los que expresan su voluntad a través del voto. Y sea cual sea la decisión colectiva que se haya tomado este domingo, los resultados reflejarán el sentimiento, las tendencias y el deseo colectivo de la ciudadanía. ¿Cómo se puede pensar que es mucho mejor no conocer esa voluntad? El silencio, para los ciudadanos, no es rentable. Hay que hablar con el voto en la mano. Hablar con las papeletas que se depositan en el colegio electoral. Hablar, alto y fuerte, con la expresión de un voto que es mucho más que un voto. Porque de igual manera que un grano de arena es algo pequeño, una gran playa está formada por millones de esos granos de arena que son los que le dan forma, color y textura al paisaje. Cada voto cuenta y es importante. Cada persona cuenta. Porque la voz electoral, que es el voto emitido de todas las personas, es lo que conforma la verdadera democracia y refuerza el gobierno de un país.
España lleva demasiado tiempo a la deriva, sin un gobierno fuerte y estable. Y es necesario acabar ya con esa etapa de provisionalidad e incertidumbres que no es buena para nadie y es mala para todos. Canarias, especialmente, se la juega en los próximos meses. Tenemos un Estatuto  y un REF que debemos defender ante un nuevo Gobierno, porque de la aplicación de estas leyes depende la adecuada financiación de servicios públicos esenciales para nuestras islas. Hay una financiación pendiente para nuestra tierra que solo se podrá defender, negociar y razonar con un nuevo Gobierno sólido, que sea capaz de atender a las muchas necesidades que tienen las Comunidades Autónomas de todo el país pero, con mayor urgencia, las de aquellas que padecen situaciones sociales como la nuestra.
Cuando votamos no lo hacemos por otros, sino por nosotros mismos. Para dejar constancia, a través de nuestra elección, de cuál es nuestra voluntad política y de cómo queremos que se administren los asuntos públicos que pagamos con nuestro trabajo, con nuestros impuestos. Cuando decidimos no votar, estamos colaborando a que la democracia se quede afónica. Porque si el pueblo no habla, nadie hablará por él. O peor, hablará una indeterminada minoría que no representará el deseo de todos.

 

Son cuatro elecciones en cuatro años. Es verdad. Pero nunca, como en estos comicios habrá sido tan importante tomar la valiente decisión de votar. A pesar del cansancio, de la decepción, de la impotencia, del cabreo por ver como algunos ponen los sillones por delante de los corazones y las estrategias políticas por delante de las necesidades de los ciudadanos. A pesar de todo eso, el pueblo tiene que decir lo que piensa y lo que siente. Porque nadie puede sustituir la voz de los ciudadanos, que es el pilar sobre el que se asienta el sistema de libertades que nos dimos después de tantos años de silencios y de mordazas.
Yo bien sé lo que nos piden las tripas. Pero los seres humanos, los hombres y mujeres de Canarias y de España, debemos pensar con el cerebro y actuar con el corazón. Porque nuestros ciudadanos son muchísimo mejores que ningún partido político. Por eso confío en que den ejemplo. Este fin de semana espero y deseo escuchar la voz de nuestro pueblo. Esa voz que es la verdadera fuerza de nuestra libertad. Dicen que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Ojalá de estas elecciones salga un gobierno con la fortaleza y el compromiso que se merece tanta gente necesitada, tanta gente esperanzada y tanta gente buena.