Roberto Rodríguez Guerra* Se confirmó, al menos en primera instancia, el sorprendente por inesperado voto de Ana Oramas en contra de la investidura de Pedro Sánchez y de la coalición progresista (UP, Más País, Compromís, NC,…) que lo apoya. Mucho se debatirá y especulará en los próximos días sobre el mismo. Aquí les dejo, en todo caso, mis propias meditaciones. Quizá animen un debate que sin duda tendrá notorias repercusiones para Canarias, para el nacionalismo canario y para el sistema canario de partidos.
Y quizá deba comenzar estas notas indicando que, en mi opinión, la intervención de Oramas en el Pleno del Congreso no solo evidenció un cambio de acentos y modos con respecto al tradicional pragmatismo y oportunismo que durante varias décadas había caracterizado a CC. Reveló también la apuesta por (en realidad la vuelta a) un rancio conservadurismo centralista aderezado con no poca crispación y rechazo hacia otras opciones políticas progresistas, así como su evidente sintonía con otras opciones de la derecha y la extrema derecha. Su crispada intervención, sus desmedidas acusaciones al PSOE y a la coalición progresista, sus acusaciones hacia otras organizaciones nacionalistas, así como las vergonzantes alabanzas que posteriormente ha recibido por parte del PP, de Ciudadanos y de Vox hablan por sí solas.
Creo así mismo que su posición en este lance no solo ha sido una enorme falta de respeto y consideración para con el Consejo Político de CC que debatió la posición adoptar ante la investidura de Sánchez. Ha sido también una auténtica tomadura de pelo a las personas que, al parecer de forma «unánime», adoptaron la decisión de abstenerse. Les ha dicho, a su modo y sin contemplaciones: reúnanse ustedes y decidan lo que quieran que ya haré yo lo que me dé la gana.
Pero quizá su voto en contra no haya sido tan sorprendente e inesperado como parece. Cuesta aceptar, incluso para un observador externo, que su posición y decisión no fuese conocida por otros miembros de CC, especialmente por sus íntimos y allegados. Cuesta creer que se deba a algunas dudas «morales» pues, si fuese así, tan exigente conciencia moral debería haberle advertido que, como mínimo, estas cosas no se le hacen a nadie, y menos a tus compañeros de viaje. Y cuesta, por último, creer que su posición se deba a una ocurrencia improvisada y de última hora. En fin, lo razonable es pensar, más bien, que la decisión de Oramas forma parte de una estrategia bien meditada y compartida con otros, aunque al margen de los órganos de CC.
Y quizá la primera piedra de esa estrategia resida en el preocupante cambio de posición política que subyace a la soflama de Ana Oramas en el Congreso de los Diputados, esto es, en el radical alejamiento de aquella actitud pragmática –basada en la supuesta defensa de «lo nuestro»- de la que tanto había alardeado ella y CC en las últimas décadas. Incluso su campaña electoral estuvo plagada de ese recurso a través de un ataque constante al gobierno central.
No está de más señalar que quizá fuera por esta actitud por la que unos pocos han caído en la ingenuidad de confundir este constante ataque a Madrid con una posición política nacionalista, al tiempo que han creído –vana ilusión- que con tales mimbres era posible una unificación en clave progresista del nacionalismo canario. En realidad, el discurso de Oramas nada tuvo que ver con la defensa de los fueros canarios. Ni tampoco con la exigencia de cumplir con la denominada «agenda canaria». Es más, en su intervención en el Congreso de los Diputados Ana Oramas ni siquiera mencionó aquella disparatada exigencia de última hora que no era más que una excusa para justificar el NO al gobierno de colación progresista. Me refiero obviamente a la petición de una bonificación -sin ninguna discriminación según niveles de renta- de un 60% de la cuota líquida a pagar por cada uno de los contribuyentes canarios en el IRPF, así como de una igual bonificación en el impuesto de sociedades. No. Nada de eso estuvo en su intervención. De hecho, Ana Oramas realizó un discurso puramente ideológico y plenamente alineado con las posiciones de la derecha y la ultraderecha española. Hasta tal punto es así que en nada se diferencian sus posiciones de las esgrimidas por el PP, Vox o Ciudadanos.
Sin embargo, y quizá esta sea otra pieza de la estrategia de Oramas y sus allegados, en el debate de investidura la diputada de CC ha ido mucho más allá. En realidad, tras su discurso se esconde otra opción de fondo que –es fundamental retenerlo- no se discutía en Madrid o en el Congreso. De hecho se ventilará en unos meses en la propia CC. Se trata, como sabemos, del próximo congreso de CC y, en resumen, del momento en que se decidirá quién y qué línea política regirá en CC (o lo que quede de ella) en los próximos años.
Ana Oramas, y con ella Alonso, Clavijo, Bermúdez, Linares,…, son perfectamente conscientes de que detrás de las actuales tensiones en CC está una corriente de opinión interna que pretende disputarles el liderazgo y mantener la línea política de CC. Y saben también que ha sido y es esa corriente interna -en ocasiones tildada de progresista- la que prefiere una actitud más pragmática y un entendimiento con el gobierno español, sea cual sea su signo político. Saben, en fin, que ha sido esa corriente de opinión la que –en contra de sus tesis- ha apostado por la abstención en el debate de investidura de Sánchez. Pero, así las cosas, lo que esa disputa interna está evidenciando es otra cuestión sumamente importante: está poniendo en discusión quién manda en CC o, en otros términos, está poniendo en cuestión la hegemonía de ATI en CC.
Aaaah, pero eso sí que no. Hasta ahí podíamos llegar. Como reza el dicho tradicional, «con las cosas de comer no se juega». ¡De ahí la posición y el desafío de Oramas!
De la hegemonía ática en CC, de sus sibilinos modos y arteras maneras saben muchos quienes la han soportado desde hace tiempo, aunque nunca hayan querido reconocerlo públicamente. Pero de pronto se han percatado de que ahora pueden desafiarla. Pueden y parece que algunos quieren hacerlo porque hay una diferencia fundamental con respecto al pasado. Hasta hace unos meses ATI, como fuerza hegemónica en CC, repartía prebendas y canonjías aquí o acullá con tal contentar a unos u otros y preservar el control y la cabeza de CC. Pero ya no puede hacerlo. Ha sido desalojada del poder en muchos municipios, en el Cabildo de Tenerife y en el propio gobierno de Canarias. ATI ya no tiene quien le escriba pidiendo favores, ni tampoco tiene con qué responder a esas cartas y ni con qué contentar a las partes hasta ahora condescendientes. Es más, algunos se han dado cuenta de que su radical giro a la derecha y su desalojo del poder les han perjudicado seriamente. Y eso también tiene su peso y sus consecuencias.
Con todo, el problema de la CC de hoy es cómo repartir lo poco que les queda y cómo mantener o derruir la hegemonía ática, además de cómo retornar al poder. Oramas y sus aliados se equivocan si creen que la manera de mantener su dominio es imponer -incluso contra las decisiones de los órganos- su orientación ideológica y su hegemonía política y orgánica. Esa es mala medicina. Ya se ha probado y se sabe que genera reacciones adversas.
De cualquier modo, veremos cómo termina esta terapia, aunque me temo que mal pues no falta ya quien aventure que esto terminará en la fractura de CC. De hecho, hay no pocos que están a la espera de que alguno dé el primer paso para luego ellos dar los propios en esa misma dirección.
Es posible que API y CC-GC, y más aún su nuevo socio en Gran Canaria (Unidos por Gran Canaria), quieran seguir aceptando la hegemonía de ATI y acompañarla en este intenso giro a la derecha. Pero parece poco probable que lo hagan las organizaciones de Fuerteventura, Lanzarote o incluso la de El Hierro. Veremos si finalmente tienen coraje para avanzar hacia una ruptura con CC, si deciden retornar a sus organizaciones insulares iniciales o, en fin, si deciden ir cada uno por su lado aunque mantengan la cáscara de CC.
Me apresuro a aventurar sin embargo que en CC no se atreverán a sancionar como se merece a Ana Oramas. Creen que si lo hacen está asegurada la ruptura por parte de ATI. Y hasta puede –creen otros- que quizá sea precisamente esto lo que persigue la propia Oramas y sus íntimos. Por eso quizá a lo más que se atreva el Consejo Político de CC es a una sanción simbólica, o poco más para cubrir las apariencias. Tampoco creo que Ana Oramas dimita y deje su acta de diputada. Ya ha dicho que esté o no en su partido, querrá negociar con el gobierno. Es paradójico y sorprendente que más adelante quiera negociar con el gobierno de Sánchez mientras ahora no quiera apoyar su investidura. Ella sabrá cómo se gestionan tales contradicciones. En cualquier caso, como decíamos, aceptar la insubordinación de Oramas supondrá aceptar públicamente que quien decide en CC es ATI y que sus órganos colectivos no pintan nada. Si cabe, una vergüenza y despropósito aún mayor. Así pues, las cosas están que arden y están difíciles en CC.
Estas mismas tensiones y derivas de CC han animado a alguno de sus competidores políticos a manifestar su propensión a abrirle sus puertas a los disidentes coalicioneros, aunque quizá lo promuevan bajo el ropaje de aquella apuesta por la unidad del nacionalismo canario. No obstante, parece claro que tras el episodio de Oramas esa apuesta ha perdido gran parte de su aliento y recorrido. Veremos cómo evoluciona en los próximos meses.
Pero si bien es posible que algo de esto ocurra, lo cierto es que lo que ya ha ocurrido (aunque no lo parezca) es otro movimiento sumamente importante por parte de ATI: la vuelta a sus esencias conservadoras e insularistas. Desalojada del poder municipal, insular y autonómico, ATI ha percibido con toda claridad que mantener sus actuales porcentajes electorales será muy difícil, y que más difícil aún será recuperar el poder en muchas de las instituciones de las que ha sido desalojada. Sus más relevantes portavoces lo saben. De hecho, están ya buscando un nuevo discurso con el que afrontar el frio de la oposición y volver al calorcito del poder. Pero ese discurso no será ni nuevo ni tampoco estará vinculado a un nacionalismo progresista con el que en modo alguno empatizan. Está por ver cómo se expresa organizativamente y hasta puede que en breve veamos la creación de un nuevo/viejo partido. Pero ya hay indicios de sobra para pensar que se tratará de un retorno al insularismo y a un rancio conservadurismo disfrazado de defensa de Tenerife. En suma, es muy probable que, por unas y otras razones, la apuesta que subyazca al discurso y los modos de Oramas en la investidura de Sánchez no signifique otra cosa que el deseo de «una vuelta a casa», al insularismo y la derecha que siempre han defendido ella y ATI. Estaríamos pues ante una nueva vuelta a casa por Navidad, esto es, ante el retorno a una derecha insularista.
*Profesor de Filosofía Política de la Universidad de La Laguna. Miembro de la corriente política Canaristas