Mari C Bolaños Espinosa.- Foto recuperada de La Voz de Lanzarote

Estimada compañera

Desde mi modesta posición, maestra jubilada hace unos meses, tras 38 años de intenso servicio a la comunidad educativa, en nuestra querida escuela pública,  participando en el desarrollo de proyectos innovadores, en escuelas que desarrollaban modelos educativos integrales, transformadores, digitales, de complicidad con las familias… me atrevo a dirigirle esta carta como máxima responsable de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias.

Debo comenzar mostrando mi acuerdo con los mensajes que usted transmite en la carta que envió a las comunidades educativas el pasado 20 de marzo, entre los que destaco “Todo esto pasará y volveremos a la normalidad siendo mejores personas y habiéndonos dado cuenta de lo importante que es el cuidado y la responsabilidad” y “No podemos pretender el mismo rendimiento del alumnado cuando sus condiciones y circunstancias están mermadas por esta situación”. Pero este planteamiento entra en contradicción con las instrucciones emitidas al profesorado por parte de sus Departamentos, en los que se habla de mantener la “continuidad educativa”, con la consiguiente presión que estos mensajes producen en el profesorado y las familias. Estoy segura de que estas instrucciones han sido tomadas tras una profunda deliberación, como se merecen los docentes y las familias canarias que han sido confinadas en sus casas, de hoy para mañana, en una situación de incertidumbre que se ha ido convirtiendo en dramática para muchas personas. Pero, tal vez, les ha faltado “testar” la realidad “de a pie” de nuestros centros y nuestras familias. Con humildad, le traslado algunas reflexiones:

Primera reflexión, lo verdaderamente importante es el cuidado de las personas.

Llevamos poco más de una semana en periodo de alarma, de confinamiento. Las situaciones de las familias canarias son muy diversas, pero muchas se han ido agravando. Le recuerdo que según el último Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en el Archipiélago elaborado por la Fundación Foessa y publicado por Cáritas (2019) un 29% de la población en 2018 estaba en situación de exclusión social, lo que implica casi tres de cada diez personas, y un 30,8% se encontraba en un estado de integración precaria, el 20,1% de la población canaria no pudo afrontar los costes de la vivienda y el 23% tuvo que reducir los gastos de agua, luz e Internet.   Miles de familias numerosas viven hacinadas en pisos pequeños, donde conviven personas adultas, niñ@s, adolescentes, mayores, dependientes…, obligadas a compartir ese espacio las 24 horas del día.  Muchas han perdido su empleo, o su negocio, otras se ven obligadas a continuar trabajando, volviendo a casa agotadas y con el miedo de transmitir el virus a su familia, o realizan teletrabajo,  tienen hij@s en el exterior, familiares enfermos, o mayores en Residencias… En el mejor de los casos, todas las familias (incluidas las del profesorado) nos hemos tenido que adaptar, de forma rápida y sin previo aviso, a un verdadero cambio en nuestras rutinas, que nos ha generado importantes dosis de inquietud ante una situación excepcional sin precedentes, la situación colectiva de mayor estrés y preocupación que hemos experimentado en muchos años.

¿Se puede usted imaginar el estado de nerviosismo y angustia que viven miles de familias canarias, que van a tener que mantenerse por lo menos 30 días encerradas en una casa en estas circunstancias mientras desde las autoridades de la Consejería de Educación les dicen que mantengan las rutinas, el horario escolar y la situación de normalidad?

En estos momentos no podemos estar al cien por cien en el trabajo, en las tareas del hogar, en el cuidado de nuestros hijos e hijas, en la atención a sus tareas escolares… El ritmo de vida es otro, no podemos pretender hacer lo mismo que antes de la alarma por el coronavirus, pues la situación de estrés laboral, sanitario y social nos lo impide. Impera la anormalidad.

Estos días hemos apreciado lo que es verdaderamente imprescindible, lo que no se puede dejar de hacer y quién lo hace. Nos referimos a los cuidados a menores, mayores, personas con diversidad funcional…, el cuidado de las personas. El teletrabajo, la enseñanza digital, no puede generalizarse, ni puede aplicarse asumiendo que siempre será compatible con el cuidado de las personas. ¿Es la Consejería de Educación consciente de que se trata de trabajar y/o guiar en el estudio en una casa, teniendo que compatibilizar tiempo, esfuerzo y energía,  mientras las criaturas u otras personas dependientes juegan, piden comida, demandan atención y cuidados?  En esta ocasión está quedando evidente cómo se asume que el sistema productivo puede y debe continuar sobre una base de trabajos de cuidados que está invisibilizada. Parece que existe alguien “invisible” que se encarga de ellos, pero lo cierto es que son las mismas personas a las que se les está pidiendo “normalidad” en las tareas educativas, ya sea como profesorado o como padres/madres, recordándoseles que “no se está de vacaciones”, las que realizan ambas tareas. ¿Será posible sostener este nivel de actividad tres duras semanas más, sin afectar a su fortaleza física y psíquica, aquella que el presidente canario insiste en que hay que mantener?

Segunda reflexión. El paso de un sistema educativo presencial a una escuela digital no puede ser instantáneo.

El profesorado, al declararse el estado de alarma, se ha tenido que adaptar en pocas horas, convirtiendo “teóricamente” la enseñanza presencial en docencia virtual, dejando en evidencia las enormes insuficiencias de la educación digital en Canarias, y en el Estado español. Sin transición, supuestamente nos hemos convertido en un sistema educativo a distancia. Su aplicación, en estas circunstancias, ha mostrado el profundo compromiso del profesorado con su labor educativa, pero se ha concretado mayoritariamente en el envío de un conjunto de deberes al alumnado para realizar en casa, que supuestamente han de asegurar la “continuidad del aprendizaje”.  Muchos centros y docentes han tenido que recurrir precipitadamente a plataformas y servicios que habían usado solo de manera complementaria, superficial o limitada, otros usaron el email o el whatsapp, sin saber realmente con qué recursos contaban muchos estudiantes y sus familias, mientras que en muchas casas se han recibido las tareas sin medios, con desconocimiento y con tensión creciente.

Estoy segura de que usted estará de acuerdo conmigo en que la actual crisis no puede repercutir, como siempre, en los eslabones más débiles de la cadena, que en este caso es el alumnado y las familias más desfavorecidas. No se trata solo de dictar medidas de confinamiento, cierre de locales y actividades, o teletrabajo y enseñanza virtual, como el caso que nos ocupa. La corresponsabilidad hay que combinarla con un paquete de medidas que sea coherente con la gravedad del momento, con la consciencia de la vulnerabilidad y precariedad previas y con los escenarios futuros.

En este sentido, hemos de ser conscientes de que el paso de un sistema educativo presencial a una escuela digital no consiste en enviar por correo las actividades previstas para ser realizadas en clase para que se hagan, sin más, en casa. Ni el profesorado está presente en los hogares de su alumnado, ni las familias pueden sustituir su función, ni el horario escolar es sostenible en casa, ni todos los hogares cuentan con los espacios y los recursos necesarios (ordenadores, tabletas, internet, etc.), o simplemente el uso de enseñanza virtual no se puede aprender en la distancia y de hoy para mañana.

 

Considero, y le hago la propuesta para su reflexión, que el planteamiento debe ser recuperar, como en todos los servicios públicos, el sentido común y desarrollar la esencia del trabajo docente del profesorado, como agente social,  ante la inesperada situación de excepcionalidad.

Tercera reflexión. Prioricemos, por favor, la humanidad y los cuidados.

La Consejería de Educación debe mostrarse sensible con la dolorosa realidad que estamos viviendo. Una escuela, que obligatoriamente se ha tenido que organizar urgentemente de forma virtual y electrónica, debe ser consciente de la situación de la que parte y promover lo mejor de las competencias profesionales y humanas del profesorado,  convirtiéndose en un auténtico espacio de esperanza y cuidados en tiempos de incertidumbre.  Siendo la equidad uno de los principios prioritarios de la Consejería de Educación, sus responsables deben prestar especial atención a que la brecha digital no se convierta en un factor de desigualdad en la educación del alumnado. No pasa nada porque los niños, las niñas y jóvenes de este país dediquen tres semanas a compartir las tareas domésticas, hablar con la familia, leer, pintar, escuchar música, bailar, cocinar y comer de forma saludable, mantener una higiene correcta, jugar, hacer algún ejercicio físico en familia, hablar con amigos y amigas…, y realizar alguna tarea educativa de refuerzo a lo trabajado en el colegio, en conexión con sus docentes por las vías que tengan a su alcance. Cuando esta situación finalice se retomará la “normalidad”, como en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Ahora hay que contribuir a que las familias, incluidas las del profesorado, vivan con tranquilidad esta situación excepcional. Que se note que tras la burocracia que en muchas ocasiones ha catapultado al sistema educativo hay personas que, en unos momentos como los actuales, priorizamos los cuidados compartidos.

Muchos niños y niñas, impresionados ante las calles vacías de sus pueblos y ciudades, les preguntan cada noche a sus familias si al día siguiente hay colegio, y día a día con la preocupación  dibujada en los rostros de sus familias, aumentan su inquietud y angustia. La situación es muy complicada y la actividad académica debe ser una ventana de tranquilidad, de hermandad y de esperanza. Los canales de comunicación de los que disponga el profesorado y las familias de cada centro docente de Canarias deben servir para enviar información o resolver dudas académicas, pero también para algo mucho más importante en este momento: transmitir tranquilidad al alumnado, hacerles ver que la vida sigue, aportándoles ánimo y fuerza.  Y, sobre todo, para agradecer a las familias de cada centro la colaboración que están prestando y promover su unión en una tarea común: Continuar nuestras vidas, haciendo la pausa que este virus nos ha obligado a realizar, pero empeñadas en que superaremos la adversidad desde la responsabilidad de todos y todas, desde la respuesta de apoyo y cuidado colectiva, cada persona en su función, pero todas unidas desde la solidaridad y el sentido común. Se trata de evitar un estado de shock general.

Por último,  confiemos en que junto a los datos negativos de la infección del coronavirus, junto al confinamiento, al miedo, a las calles vacías, a la paralización…, la obligación de frenar nos haya hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad y de la importancia de autocuidarnos y de cuidar a las demás personas y a nuestro Planeta. Y que, nuestra mirada que poco a poco va encontrando un Planeta que nos agradece este respiro y empieza a devolver aguas más limpias y cielos más azules, personas que miran a sus vecinos y vecinas, les hablan, se preocupan  por si necesitan algo, cantan juntos, se unen en aplausos por quienes están en primera fila, velando por nosotros… y hasta  gobiernos que hablan y toman decisiones para atender las necesidades de las personas; cuando salgamos a la calle se convierta en exigencia de un cambio de modelo, de unos presupuestos que pongan en su centro lo importante, las necesidades de las personas, la garantía de los derechos y libertades de la ciudadanía, entre ellos el derecho a una educación pública de calidad.