No dejar a nadie atrás. Una consigna que desde los gobiernos, tanto estatal como el de Canarias, no se deja de repetir y que en estos días de crisis sanitaria y social, por solidaridad, pero también por pura supervivencia, nos obliga a tomar medidas contundentes para que sea una realidad.
Sabemos de dónde venimos, nuestra historia reciente de más de una década de recortes en el ámbito sanitario y social nos ha dejado este panorama de enormes dificultades para abordar con las respuestas adecuadas -recursos materiales y humanos suficientes- una crisis en la que literalmente nos va la vida.
Junto a los colectivos profesionales que, a pesar de la precariedad y falta de recursos, se están dejando la piel por atendernos desde la primera línea (personal sanitario en hospitales y centros de Salud, personal socio sanitario en residencias de mayores, menores, o de personas dependientes, trabajadoras y trabajadores de las tiendas de alimentación, farmacias y otros servicios esenciales) hay otro, históricamente invisibilizado, al que aún desarrollando un trabajo imprescindible para el sostenimiento de la vida y de los cuidados en el ámbito doméstico, de forma incomprensible y tremendamente injusta, se le siguen negando derechos básicos reconocidos al resto de la clase trabajadora, un colectivo que en su mayoría está formado por mujeres, añadiendo así más discriminaciones a las que ya sufren por el hecho de serlo.
Hoy justamente es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, desgraciadamente nada que celebrar y sí mucho que reivindicar hasta conseguir lo mínimo, la igualdad de derechos de estas trabajadoras en esta coyuntura y para siempre: derecho a protocolos y equipos de protección frente al COVID-19, derecho, igual que el resto de trabajadoras y trabajadores, a no ser despedidas por la crisis del coronavirus, derecho a prestaciones mínimas al margen de la situación administrativa, y derecho al paro para todas las trabajadoras que cotizan a la Seguridad Social, ahora y siempre.
No podemos decir que no vamos a dejar a nadie atrás mientras en nuestro sistema haya grietas por donde se cuelan vergonzosamente excepciones que permiten, legalmente, la exclusión de colectivos y personas especialmente vulnerables.
Hace años que venimos reflexionando sobre esas grietas, sobre cómo los derechos mínimos, los más básicos, siguen sin estar garantizados para todo el mundo, ni siquiera las prestaciones destinadas a combatir la exclusión social llegan a todas las personas que lo necesitan.
Y es que la “exclusión social”, incluso “la pobreza”, a los efectos de derechos sociales, son categorías en las que no todo el mundo, ni todos los supuestos, están incluidos, dejan fuera numerosas excepciones, grupos de personas situadas en las periferias de las periferias, en los márgenes de los márgenes, espacios cuya existencia se consiente y perpetúa de forma legal o alegal, pero en cualquier caso inmoral, y que refleja lo más sórdido e hipócrita de nuestras sociedades, el lado más oscuro al que no queremos mirar, porque implicaría tomar medidas que tal vez nos obligarían a recaudar y redistribuir de otra manera nuestros impuestos.
No dejar a nadie atrás sin tocar nuestros bolsillos, los de todas y todos, es imposible.
Tenemos que dar respuestas urgentes, y tenemos que darlas ya, por eso, mientras se pone en marcha la Ley de Renta Ciudadana Canaria, nos parece absolutamente necesario tomar medidas como la reciente propuesta de la Consejera de Derechos Sociales de una renta ciudadana de emergencia coyuntural que cubra a muchas familias de las que están en las periferias de las periferias y que actualmente en Canarias no perciben ningún ingreso.
Nos sobran razones, y tenemos herramientas, solo nos falta la voluntad que nos permita dar el viraje necesario en cómo y en qué invertimos nuestros recursos y el dinero público, y si de verdad creemos en nuestras consignas, y consideramos que de esta crisis solo saldremos todas juntas, no nos queda otra que, aunque sea por puro egoísmo, ser solidarios.
No dejar a nadie atrás.
Por tí, por mí, por ellas, por ustedes.
Porque como dijo recientemente José Mujica “ustedes no son nosotros, pero nosotros somos ustedes”.