Los tiempos que vivimos se parecen, a veces, a la montaña rusa de un parque de atracciones. En un momento dado estamos arriba del todo y en otro estamos cayendo como si fuera por un barranco sin fin. No es extraño que muchas personas, especialmente las de mayor edad, no terminen de entender del todo esta locura.
Hace solos tres meses, el uno de febrero pasado, nuestra isla de La Gomera era el epicentro de un terrible terremoto informativo. Teníamos aquí el primer caso de coronavirus de España. Y durante unos días difíciles nos convertimos en una mala noticia que abría todos los informativos nacionales y muchos extranjeros.
La manera de ser de quienes vivimos en una isla tranquila y pacífica como La Gomera está influida también por ese espíritu. Así que hicimos frente a la avalancha de periodistas y de información que se ocupaban de nosotros con paciencia y con prudencia. Transmitimos calma y la confianza de que en muy poco tiempo podríamos controlar la situación. Y lo hicimos. Con un trabajo discreto y eficaz. Los equipos sanitarios siguieron la pista de los posibles contagios, se hicieron las pruebas y los controles necesarios y se garantizó que el virus no se extendiera. Actuamos rápidamente y de manera efectiva para garantizar que La Gomera fuese una isla libre de coronavirus. Y lo conseguimos.
Solos tres meses después, nuestra isla es una de las tres de Canarias que se encuentra efectivamente limpia de la amenaza del virus. Es el resultado de aquella reacción inicial. De la responsabilidad de los ciudadanos de La Gomera, que se tomaron muy en serio seguir las instrucciones de aislamiento social. Y también del trabajo desarrollado por el Cabildo y los ayuntamientos de la isla que se ha comprometido en blindar nuestro territorio para impedir la importación del coronavirus.
Hemos dedicado un equipo de 160 personas a la desinfección sistemática de aquellos lugares que consideramos de riesgo, por el elevado número de personas que los transitan. Y desde el primer momento, considerando que son las personas más vulnerables, nos volcamos en proteger a las residencias de mayores, controlando y aislando los posibles focos. Y además, dedicamos muchos recursos a la compra directa de equipos de protección porque deseábamos que q nuestros profesionales sanitarios, trabajadores públicos y ciudadanos, contaran con las garantías mínimas para protegerse cuando tenían que prestar servicios esenciales a la comunidad.
La decisión del Gobierno de España para la salida del confinamiento domiciliario ha tenido en cuenta las recomendaciones de Canarias y La Gomera, El Hierro y La Graciosa se adelantarán al resto de los territorios en los procesos de salida a la calle de las familias.
Pero quisiera que mis conciudadanos fueran conscientes de algo: estamos al principio de algo, no al final. Salir a la calle y regresar a nuestras actividades, tiene que producirse con una nueva mentalidad: debemos protegernos a nosotros mismos, si queremos proteger a las personas que queremos. Debemos seguir a rajatabla los procedimientos de higiene personal, usar guantes y mascarillas, evitar tocarnos la cara y desarrollar nuevos hábitos que van a ser muy difíciles de aprender. Llevamos toda la vida saludando a los demás, dándonos la mano, abrazándonos y compartiendo. Y todo eso, durante un tiempo que aún no sabemos cuantificar, tiene que cambiar radicalmente. Hasta que no tengamos un tratamiento o una vacuna, hasta que la sociedad no esté inmunizada contra este virus, debemos mantener una disciplina estricta en nuestra manera de vivir.
Todo eso va a tener consecuencias. La economía de nuestra isla no funciona solo por nosotros; los que vivimos aquí. Si fuera así siempre tendríamos el mismo dinero, que solo cambiaría de bolsillos. La Gomera vive en buena medida de lo que exportamos, de nuestro comercio hacia el exterior y de la venta de servicios turísticos. Esos son los ingresos que nos permiten también comprar fuera de aquí las importaciones que necesitamos para vivir.
Durante un tiempo —y tampoco sabemos cuánto— esas actividades se van a ver afectadas en todo o en parte. El blindaje sanitario de nuestra isla seguirá controlando los flujos de entrada de viajeros y mercancías para garantizar al máximo la seguridad, sin impedir la comunicación. Pero la previsión es que exista una caída casi absoluta del turismo y que las actividades comerciales se vean mermadas por la pérdida de consumidores y de mercado.
En el Cabildo de La Gomera llevamos algún tiempo trabajando sobre la previsión de ese escenario. Tenemos preparada nuestra respuesta para que ninguna familia se vea privada de lo más esencial y una red de respuesta para que el gasto público pueda ayudar a superar estos momentos de dificultad extrema. Como ya sabemos, las crisis económicas son muy duras. Y esta lo será mucho. Pero la experiencia nos ha enseñado que trabajando se sale adelante.