Lo que hace falta es que se pueda trabajar con libertad, para continuar con la actividad económica, mantener el empleo, incluso procurar aumentarlo, así como conservar activo el sistema productivo. El tejido empresarial necesita arrancar con fuerza, después de este forzado confinamiento. No podemos continuar sine die con las empresas pendientes de lo que decidan ideológicamente los responsables públicos, porque sencillamente significaría su desaparición, por cierto, esos políticos desconocedores en su gran mayoría de lo que es y cómo funciona la empresa privada, provienen mayoritariamente o casi exclusivamente de la función pública, lo que les impide entender la eficacia o velocidad que imprime la iniciativa privada a su ejercicio cotidiano. Es más, tienen una tendencia subjetiva a despreciarla. La viabilidad de la reconstrucción depende de la celeridad que se permita para volver a la normalidad. No es razonable seguir obstaculizando un desarrollo económico normalizado, todo por cuestiones doctrinales, partidistas o vanaglorias personales.
Llevamos tiempo diciendo que, durante el estado de alarma, han aparecido muchos profetas de calamidades, que insisten una y otra vez en marcar tiempos tenebrosos, intentando meter el miedo a la gente, desinflar ilusiones y parar iniciativas emprendedoras. Líderes políticos, representantes empresariales y conspicuos académicos, parecen que disfrutan provocando intranquilidad. No estamos de acuerdo con esos planteamientos, formas de actuar o de decir. Seguro que los derroteros irán por otros caminos que serán más halagüeños de los que marcan estos pesimistas. No somos cándidos, pero estamos seguros de que vamos a revertir la situación que padecemos, todo dependerá de que nos dejen trabajar con libertad, producir con fortaleza y rendir con esperanza. La iniciativa privada, es capaz de vencer los inconvenientes que se le pongan por delante, hay ganas de volver a la normalidad, de hacer realidad el desconfinamiento y que se acabe de una vez el estado de alarma, mantenido artificialmente hasta ahora, más por razones ideológicas, que por cuestiones estrictamente convenientes. Es la hora del trabajo eficiente, de salir adelante, dejando atrás el desánimo, para construir el presente, porque ganaremos.
El pasado mes de mayo, el sector de la construcción en Canarias ha empezado a dar los primeros síntomas de fortaleza, no sólo manteniendo el empleo, sino incluso incrementándolo. Viene a corroborar lo que decíamos desde que empezó la crisis sanitaria del COVID-19, a saber, que la construcción, por las características de su tejido empresarial, potencialidad y ganas de producir, tiene la capacidad suficiente para liderar la remontada económica, más que nunca necesaria en estos momentos. Obra Pública, desde carreteras a las imprescindibles obras hidráulicas, los convenientes equipamientos comunitarios en todos nuestros pueblos, la oportunidad de proceder a una rehabilitación y modernización de la planta alojativa turística, el comienzo de la construcción de viviendas públicas, tantos años paradas o el inmenso mundo de la reforma, son campos de acción que nos deben llenar de optimismo. Saber que vamos a conseguir levantar la economía, a través de la iniciativa conjunta público-privada, es ilusionante para los emprendedores. El motor constructivo ya está funcionando, cual locomotora. Es la mejor noticia, porque cuando se mueve, los demás sectores económicos trabajan con más alegría.
Dijo William Shakespeare: “de lo que tengo miedo es de tu miedo”. Por eso, no dejes que te metan el miedo en el cuerpo, es lo que buscan para controlarte. Parece que, desde la órbita política, cual élite dirigente, se quiere mantener ese control totalitario, ya no sólo sobre la seguridad sanitaria, sino también, a todos los niveles vivenciales, personales o empresariales, con el fin de dominar a la entera sociedad. Será la iniciativa privada quién se revuelva contra esta nefasta intención, aportando la lucidez que permita la reactivación deseada.