Uno de los políticos más importantes de la historia del socialismo y de la democracia en España, Felipe González, dijo una vez que “al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades”. No existe una manera más simple de resumir la realidad de quienes al llegar al poder descubren esa vieja frase de que gobernar es servir. Y que para hacerlo, a veces hay que despojarse de los sueños imposibles para dedicarse a las realidades urgentes.
Porque, ¿para qué gobernamos, sino para buscar la felicidad y el bienestar de las personas a las que servimos? ¿Para qué nos eligen sino para que garanticemos el futuro de las familias? La confrontación ideológica, la lucha política, no es más que la exposición de las ideas que llevamos algunos para transformar la sociedad. Lo importante sigue siendo esa transformación.
Estos días se cumple un año de la firma del pacto progresista que gobierna Canarias. Y en ese larguísimo año se han vivido situaciones excepcionales, adversidades muy importantes que han transformado el programa de Gobierno en un programa de contingencias nuevas. Lo importante no es que algunas promesas puntuales se hayan esfumado ante una nueva realidad, sino que el espíritu que alentaba aquel acuerdo sigue esencialmente intacto: gobernar con especial atención a los más débiles. Gobernar para transformar la realidad de los menos favorecidos.
Cito otra vez a González. “En el año 82 prometí crear 800.000 puestos de trabajo, y en el año 86 se habían destruido 800.000. Cuatro años después no prometí nada y se crearon 1.300.000”. El presidente del gobierno del cambio llegó al Gobierno de España para transformar este país en una democracia plena, para acabar con sectores económicos obsoletos, para modernizar la sociedad y ofrecerle a los ciudadanos nuevos espacios de libertad. Sus sueños se tuvieron que adaptar a una realidad que fue probablemente muy distinta que la que esperaba. Pero al final, mirando hacia atrás, el espíritu de aquel cambio permaneció firme. Y al cabo de los años, superadas las adversidades, el cambio se hizo.
Canarias se enfrenta hoy a una situación muy complicada. Porque nuestra forma de vida, nuestra actividad económica principal, está en medio de una profunda crisis de carácter internacional. El turismo y el comercio, afectados por la pandemia mundial y por las guerras entre las grandes potencias que están afectando las libertades de los mercados, están atravesando por enormes turbulencias que nadie sabe cómo van a acabar.
El escenario de año 2020 es muy complicado para nuestras islas. La pérdida de miles de millones de facturación turística compromete la estabilidad financiera de la Comunidad Autónoma y pone en riesgo a Cabildos y Ayuntamientos. Mantener el estado del bienestar, con una merma profunda de los ingresos públicos, va a exigir unos esfuerzos ímprobos que vamos a tener que descubrir, amargamente, en los meses que vienen.
Pero ante ese horizonte, mantengo intactas las esperanzas. En los siglos XII y XIII, Domingo de Guzmán, Francisco y Clara de Asís, formularon una idea revolucionaria para aquellos tiempos. Se trataba de que quienes estaban al frente de una comunidad tenían que hacerse servidores de aquellos a quienes guiaban. Era un deber de humildad que intentaba transformar el privilegio en servicio. Hoy, muchos siglos después y en el mundo de nuestra sociedad civil, la política tiene que aterrizar necesariamente en esa realidad. Porque nunca, como ahora, ha sido tan importante que la política, la buena política, adquiera la responsabilidad de asumir los sacrificios o las medidas impopulares que vayan en favor de aquellos con quienes tenemos el mayor compromiso: los que más expuestos están a la pobreza y a la adversidad.
La mejor garantía para Canarias es que existan al frente de las responsabilidades públicas unos partidos que estén comprometidos en esa idea. Y que se demuestre, por la vía de los hechos, que ese espíritu va mucho más allá de las palabras. Tenemos que luchar para convencer al Estado de las necesidades especiales de un territorio especial. Y tenemos el deber y la responsabilidad de buscar fórmulas para que, también con nuestro propio esfuerzo, podamos obtener ahora los recursos que necesitamos hoy y que puedan ser sufragados con los éxitos de mañana. Pero para eso hace falta determinación. Social, para que las ayudas lleguen a quienes más las necesitan. Y económica, para que la economía de estas Islas no se derrumbe y se apoyen las iniciativas que creen un desarrollo y un empleo que ahora mismo es más necesario que nunca. Y solo si somos capaces de hacer ambas cosas lograremos el cambio.