Uno de los más grandes compositores de la historia, Ludwig van Beethoven, padeció desde joven profundos problemas de audición que derivaron, finalmente, en sordera. Pero ello no fue óbice para que compusiera piezas magistrales, en cuya cúspide podría situarse su novena sinfonía, la cual ha sido catalogada como un himno a la libertad de los pueblos del mundo. En términos muy parecidos, y permítanme esta hipérbole, el Alcalde de Alajeró ha berreado a los 4 vientos la materialización de su gran obra maestra, la cual liberará definitivamente de todos los males a nuestro querido pueblo y a sus gentes: el Centro de Convenciones y Parque urbano en Punta del Espino. Hablamos de una iniciativa turística, aprobada con el apoyo del Grupo Político municipal del que soy portavoz, que traería bonanza económica y dinamismo para este municipio en particular, y para toda la isla de La Gomera en general. Pero como casualmente le viene ocurriendo a Manuel Ramón Plasencia Barroso (desde hace 20 largos años), la metedura de pata no se ha hecho esperar, con la inestimable torpeza de un bellaco charro de cuyo nombre no quiero acordarme. La citada infraestructura turística, cuya inversión sobrepasaría los 4 millones de euros y generaría muchos puestos de trabajo, se ha ido al traste. Sí, tal y como lo están leyendo. ¿Cuál es el motivo? La presentación de la documentación requerida fuera de los plazos establecidos. Parece que no tuvieron suficiente tiempo desde febrero de este año, fecha en que se recibiera la primera comunicación desde la Dirección General de Infraestructura Turística, ni nuevamente en abril de 2020, cuando reiteraron la presentación de una propuesta.
Una vez más, y perdí la cuenta hace años, nos encontramos ante un manido discurso trufado de triunfalismo, que se parece más una mierda pinchada en un palo, en vez de una zanahoria. Para más INRI, el Grupo Municipal ASG, en un ejercicio de responsabilidad y compromiso con este municipio, votó favorablemente y sin fisura esta propuesta, quedando al descubierto la falta de transparencia y fidelidad institucional del primer edil, Manuel Ramón Plasencia, quien quiso en exclusiva y para sí mismo los sonoros aplausos de su obra maestra, sin enterarse que ni es capaz de escuchar el sonido de los instrumentos. Y es que ya lo decía mi excompañero de armas de Alajeró: “Por extraño que parezca, los incompetentes tienen apariencia humana, y no se pueden distinguir de las personas”.