Llevamos semanas esforzándonos por exponer la realidad de Canarias ante las consecuencias económicas que deja la pandemia. La situación, muy diferente a la que todos pensábamos que íbamos a vivir antes de la llegada de la Covid-19, se empeña en querer poner a prueba la capacidad de solidaridad, diálogo y entendimiento entre países, comunidades autónomas y municipios. Coinciden todos en algo: de este callejón sin unidad no se puede salir.
En el mes de enero nadie imaginaba que los problemas a los que nos íbamos a enfrentar llevarían el nombre de financiación, remanente, endeudamiento, superávit o ERTE. La realidad de entonces, aunque solo han pasado siete meses, era bien distinta: pequeña bajada en la llegada de turistas, avisos de una posible ralentización económica y un empeño constante por solucionar los problemas diarios de la gente.
En el duro camino de la lucha contra la pandemia nos enfrentamos a una crisis sanitaria que vendría acompañada por otra social y económica que se iba agrandando por momentos, mientras veíamos cómo el principal motor económico de las islas sufría su primer “cero” de la historia. A partir de ahí nada ha sido igual. Hemos luchado contra reloj para dar cobertura a los más vulnerables. Las instituciones de Canarias se esforzaron -y lo siguen haciendo- para aportar recursos a los que peor lo pasan. Pero esto es una cadena, si el que produce no funciona, la situación se irá agravando.
El turismo es nuestro principal motor, pero también hemos aprendido que es un aliado débil. El cierre de fronteras al inicio, las restricciones a viajar más tarde y, ahora, la aplicación de cuarentena a viajeros de países como Reino Unido, nos ponen en una tesitura que se complica por momentos. La solución no es sencilla, pero el mayor error sería rendirse, porque tenemos unas virtudes orográficas, climatológicas y unos datos epidemiológicos excepcionales, como ha reconocido la Organización Mundial del Turismo.
La tarea no está siendo sencilla. Ahora viene el momento de la serenidad. Nuestra gente, nuestros vecinos quieren unas instituciones que estén a su lado, que defiendan sus necesidades y, en estos momentos, las administraciones locales canarias lo que necesitamos son recursos para atenderles. He insistido en multitud de ocasiones en que pocos entenderán la dimensión social que tiene un Cabildo si no conocen las competencias que tiene asumidas y lo mismo digo de los ayuntamientos, a quienes esta crisis está golpeando duramente.
No podemos cerrar la puerta. Queremos seguir dando respuesta a nuestros ciudadanos pero necesitamos recursos, porque la merma en la capacidad de recaudación vinculada al REF dibuja un horizonte complicado. La esperanza la tenemos puesta en los fondos europeos y en el Estado. Canarias necesita de ellos.