El pasado mes de agosto se cumplieron 70 años de la partida del Telémaco desde La Gomera hacia Venezuela. Un viaje del que hoy quedan los relatos de familiares que vieron cómo sus padres, hermanos y tíos se subían con esperanza y miedo a un barco camino a América. La situación de entonces, con una España sumida en la posguerra y graves problemas económicos, hacía que muchos hogares de las islas vieran en esta travesía el único camino para lograr un porvenir.
Era una época muy dura en la que cerca de 8.000 canarios se vieron forzados a huir de su tierra, dejar a las familias y emigrar clandestinamente con los riesgos que eso conlleva. Recuerdo las palabras de uno de sus pasajeros, quien detalló la agonía de un viaje interminable en el que se agotaban los alimentos y se sucedían los temporales. Fue tal la dureza de los 39 días de travesía, que apenas quedaba agua a bordo cuando llegaron a Martinica.
Hoy tomamos ese viaje como referente de los fenómenos migratorios del pasado siglo en Canarias, pero bien podría ser un buen ejemplo de lo que en estos momentos pasa en la costa africana, de la que ya han salido más de 4.200 inmigrantes rumbo a las islas. El contexto es similar y la realidad nos lleva a reflexionar sobre este fenómeno que debe ser tratado desde la cooperación y la solidaridad.
La utilización de infraestructuras turísticas para albergar a los inmigrantes parece más un síntoma de improvisación que un acierto. Esta no es la solución definitiva y por ello espero que sea algo transitorio hasta que se busque una alternativa. Por ello, es más que necesaria la coordinación entre ministerios para establecer pautas y una estrategia real, tanto para los lugares donde albergarlos como para definir planes en los países de origen, además de mejorar la vigilancia.
Canarias demanda medidas con las que mejorar la capacidad de atención de las cientos de personas que diariamente llegan a nuestras costas. No podemos esperar más para fijar una estrategia entre el Gobierno central, el ejecutivo autonómico y también los cabildos y ayuntamientos de las islas. Hacen falta recursos, infraestructuras y medios humanos. Espero y deseo que las diversas reuniones interministeriales logren dar sus frutos y por fin, Canarias cuente con la colaboración que precisa para abordar esta problemática a todos los niveles.
Parece que nos olvidamos de lo acontecido desde principios de siglo cuando las islas se convirtieron en la ruta preferida para aquellos que se dedican a jugar con las esperanzas de otros que solo buscan su bienestar. Nadie está preparado para soportar una situación de este calibre, pero no puede ser argumento para caer en errores.
Una vez más, Canarias se ve sola ante esta gran problemática que precisa de cooperación a todos los niveles. No podemos atender de forma unilateral una situación que desborda todas nuestras previsiones, por lo que seguiremos reclamando la colaboración del Estado y de la UE para remar juntos en la misma dirección. Sólo de esta forma alcanzaremos a vislumbrar algo de sosiego en medio de esta tempestad.