Damián describe así la situación que estamos viviendo. No confía en la capacidad de aprendizaje del hombre de un momento y una pandemia tan terrible.
“ Ha muerto muchísima gente y moriremos más y a la primera de cambio celebramos no sé qué y nos saltamos todas las medidas de seguridad, no aprendemos de nada, destrozamos la naturaleza y después hablamos de protegerla, somos lo peor del planeta”.
En el confinamiento estuvo tranquilo, casi un lujo según sus palabras,
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llevar a las niñas a Playa Santiago era mi única tarea. Vive en medio de las montañas o de las lomas de las medianías del sur, donde el hombre domina el paisaje, donde la tierra no te hace chico, donde eres un igual con los riscos, el mar lejano y las nubes.
Y esto se nota en lo que crea, en lo que modulan sus manos. Todo parece que surge, que crece de la misma tierra y en una danza cómplice donde el escultor admite algunas condiciones y propiedades de la materia y a otras las vence o las convence y consigue figuras de fuerza y gran belleza.
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A lo que parece un barco abandonado lo eleva y le saca esa soledad poética de los restos que sólo los grandes escultores encuentran.
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Y lo que parece un aborigen o la cara humana del virus. El juego de la belleza en el arte siempre tiene mucho de misterio, puede ser distintas cosas o simplemente, matices de una idea. De cualquier manera las obras de Damián producen en su primera visión, una sorpresa y un impacto especial, te remueven el alma y la piel.
Habla de La Gomera profunda y de los que viven en los barrancos más lejanos y lo hace con mucha ternura y respeto aunque no tenga mucha confianza en el futuro pero se le ve bien a gusto cuando comparte risas y conversación con los compañeros del VIAJE INTERIOR.
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Dice Damián que una de las cosas más enternecedoras que escuchó durante el confinamiento fue el llamamiento que una niña hacía en la radio:
Que no salgan, que no salga la gente, que el virus si no ve a nadie se va… No salgan…
Damián es un escultor, profundo y austero, sin filigranas ni oropeles. Es como esa tierra humilde y agradecida del sur de la isla.
Benjamín Trujillo.
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