El 6 de octubre de 2020, martes, el doctor Arístides Hernández Morán falleció en Puerto del Rosario a los 94 años. El ilustre médico, que llegó a Fuerteventura en 1953 y se sentía majorero, nació en Santa Cruz de Tenerife el 17 de abril de 1926. En 1946, a la edad de veinte años, comenzó sus estudios de Medicina en la Universidad de Cádiz. Entre los años 1949 y 1953 realizó las especializaciones en Dermatología y en Medicina Interna y, además, realizó los cursos monográficos del doctorado. En las páginas de su “Libro de recuerdos” comprobamos con admiración los conocimientos del doctor A. Hernández Morán en clínica médica aparte de medicina preventiva y social. Poseía, entre otros títulos, el de especialista en Medicina Interna, especialista en Dermatología, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y, asimismo en 1973, Médico Titular (A.P.D.) por oposición de Puerto del Rosario ejerciendo como médico director del Centro de Higiene Rural y medico de Sanidad Exterior.
El día ocho de septiembre de 1953, con veintisiete años, arribó a Puerto de Cabras, en el correíllo “Viera y Clavijo”, para cumplir su destino como alférez de la IPS (Instrucción Premilitar Superior) en el Batallón Fuerteventura XXXII, ubicado en Puerto de Cabras, lo que supone su primer contacto con la isla majorera. Ese año, 1953, será decisivo en el posterior desarrollo de su carrera profesional. En el Batallón Fuerteventura XXXII −más tarde llamado Batallón de Infantería Fuerteventura LIII− fue destinado a la Plana Mayor de Mando como oficial de Infantería a la vez que, también, se encarga de prestar atención médica a los miembros del batallón debido a que éste no dispone de médico.
El 8 de marzo de 1954, Arístides Hernández Morán cumplió los seis meses de prácticas como oficial de complemento. Unos días antes de embarcar para regresar a Tenerife, recibió en la Residencia de Oficiales la visita del alcalde de Puerto de Cabras, del delegado del Gobierno y del comandante militar de Fuerteventura solicitándole que permaneciera un año más en la isla como oficial médico del cuartel. Asimismo, le ofrecen alojamiento en el pabellón del médico situado dentro del pabellón militar. No obstante, regresó a Santa Cruz de Tenerife para ocupar una plaza de dermatólogo. Meses más tarde, confiesa, «decidí aceptar el generoso ofrecimiento que se me había hecho en Puerto de Cabras y regresé a Fuerteventura para quedarme definitivamente. He de reconocer que también pesó en mi decisión una circunstancia personal: en el paseo vespertino de Puerto de Cabras había conocido a África González de la Fe, a la que conocí unos tres meses después de llegar por primera vez a Fuerteventura mientras paseaba por la Avenida Marítima, y que se convirtió en mi esposa dos años más tarde».
El doctor Hernández Morán traía a la memoria, en su “Libro de recuerdos de un médico rural” (2009), su primera época cuando ejercía como «médico del cuartel, médico de la colonia penitenciaria y del aeropuerto, facultativo particular, titular de APD de varios municipios, médico del Seguro Obligatorio de Enfermedad de los correspondientes distritos y médico de urgencias desde 1958. Estas dos últimas tareas, además, suponía tener que recorrer durante varios días a la semana gran parte del territorio insular».
Desde 1968, sin dejar de atender la consulta particular, armoniza sus ocupaciones con el trabajo en la Clínica Virgen de la Peña, el primer centro médico-quirúrgico de la isla, que se crea ese mismo año y forma parte del primer equipo médico del centro, junto con sus compañeros de profesión José María Peña Yáñez y Guillermo Sánchez Velázquez, ejerciendo de médico dermatólogo, de internista y de ayudante de quirófano. Catorce años después, en 1982, se inaugura el actual Hospital General de Fuerteventura y, posteriormente, el Centro de Salud de Puerto del Rosario. En ambas instituciones desempeña el puesto de médico dermatólogo hasta 1991, año en que se jubila. También, es coordinador del Centro de Salud durante los primeros tres años, y a lo largo de la década de los ochenta desempeña además otros cargos relacionados con la Sanidad de la isla, como los de delegado insular de Sanidad de Fuerteventura, director de los Servicios de Sanidad Exterior de Fuerteventura o coordinador insular de Sanidad. Por sus elevados méritos personales y académicos fue elegido en 1978 Académico Numerario de la Academia Española de Dermatología y Sifilografía.
El recordado médico ha sido siempre reconocido como un acreditado médico, un hombre de ciencia que ha tenido que atender a su numerosa consulta de medicina pública y a su también numerosa consulta privada. Ha recorrido la isla para atender urgencias médicas, accidentes, partos en condiciones novelescas o trágicas, y ha luchado contra toda clase de infecciones ligadas a las malas condiciones higiénicas que existían consciente de su responsabilidad social como médico. Como resultado de esta lucha continua está el humanismo. El mejor humanismo, como señala Gregorio Marañón, no se ha aprendido siempre en las bibliotecas sino errando por los caminos ásperos.
Dentro de los numerosos reconocimientos sociales e institucionales están ser declarado Hijo Adoptivo de Puerto del Rosario en 1995 y Premio Fuerteventura otorgado por el Cabildo Insular en 2007. Le fue concedida la Orden Civil de Sanidad por el Ministerio de Sanidad en 2005; la Cruz de la Orden al Mérito Militar en 1971; fue nombrado Presidente de Honor (1997) y Medalla de Oro de Cruz Roja Española (2007) y Medalla de Oro de Canarias en el año 2010, entre otros reconocimientos. Como méritos que citaba con orgullo estaban que llevaran su nombre un Centro de Salud en Puerto del Rosario y dos calles, una en Puerto del Rosario y otra en Corralejo rotulada en 1991. Por otra parte, en 1954 dirigió la planificación del mapa sanitario de Fuerteventura y jugó un papel determinante en la eliminación de los focos de salmonelosis. Anteriormente, puso en marcha la campaña de erradicación de la tuberculosis y, asimismo realizó campañas de detección de diabetes en todos los municipios de la isla. También fue destacada su participación en los problemas de las personas que están en la tercera edad y, por otra parte, sus iniciativas para reponer un retablo nuevo para la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario (1998). Por todos estos méritos y, por sus grandes valores personales y profesionales, el Ayuntamiento de Puerto del Rosario propuso en el último acuerdo plenario solicitar al Gobierno de España la Medalla al Mérito en el Trabajo.
Tuve ocasión de conocer en la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, en el periodo de 1974 a 1997, como director de la Escuela Provincial de Puericultura y Puericultor del Estado, sus dotes docentes y su gran labor como Coordinador en Puerto del Rosario de los cursos de Diplomada en Puericultura, Maestra Puericultora, y ATS Puericultora, así como su capacidad organizativa en el Programa de Salud Escolar y los cursos de Sanidad e Higiene Escolar impartidos a los profesores de E.G.B.
Pienso que el doctor A. Hernández Morán fue un médico humanista que ha tenido presente siempre el binomio curar-consolar, ha sabido identificarse de manera integral con el enfermo, establecer una empatía que surgía de pronto ante un enfermo compartiendo sus emociones, participando con su afecto en la realidad de la enfermedad. Sabía comunicar con el enfermo, explicarle «lo que tiene» y asegurarle que estaba involucrado en su curación que para él era lo importante. Como recuerda el búlgaro Nicolai Tsankov, “a veces una sonrisa puede curar más que todas las excelencias científicas que posea un médico”.
Toda esa labor ha sido posible por las dotes y la personalidad del doctor Arístides Hernández. En las páginas de su “Libro de recuerdos” se puede apreciar su personalidad y comprobar que el aburrimiento no ha ocupado su vida. Era un hombre apasionado, rebosante de ideas y de energía creativa. Actuando siempre con una juventud de pensamiento que para otros sería agotadora. Su impaciencia intelectual lo llevó incluso por delante de él mismo, pero siempre con una generosidad alegre y una fiel lealtad a sus amigos y a sus compañeros. Su aspecto, que en ocasiones parecía inquieto, independiente, tenía detrás una serenidad, un idealismo y una honradez que le llevó siempre a meditar minuciosamente sus decisiones.
En definitiva, por todos estos motivos podemos decir que la trayectoria de su vida y obra es de un indudable interés, no sólo para conocer la salud pública en la isla de Fuerteventura, sino también como archivo ilustrativo que debe ser consultado por los inquietos investigadores de la historia de la medicina en Canarias.
MANUEL HERRERA HERNANDEZ
Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife