Las hemos visto en nuestras huertas, en nuestros muelles esperando a los barcos de pesca, pastoreando los animales, dando forma y preservando nuestra artesanía. Pero también las hemos visto cuidando de la casa, de los niños, de su familia y de su entorno. No son mujeres débiles por mucho que se las haya querido silenciar. Y su fuerza radica en su determinación por salir adelante en unas condiciones no del todo favorables. Luchando contra viento y marea, silencio y muchas veces, siendo infravaloradas o ignoradas.
Pero han sido la base sólida y necesaria para sacar adelante a varias generaciones de gomeros y gomeras. Si, son luchadoras, activas y determinadas en poner cara y voz a lo que se conoce como mujer rural, aquella que vive y trabaja en buena parte de la isla de La Gomera con un solo fin: vivir y que sus mayores y descendientes vivan lo mejor posible.
Son la esencia de nuestros pueblos, la voz de una sociedad que se ha forjado entre plataneras, pescados, ristra y cabras, haciendo un trabajo silencioso, muy poco valorado pero esencial, como decía, para sacar a varias generaciones adelante.
Ahora también tienen a su mano la tecnología, las nuevas formas de comunicarse a la que no pueden ni deben sustraerse, y como siempre la esperanza en una sociedad más justa, más leal y que permita desarrollar a sus familias. Es su fortaleza la que nos ha hecho salir adelante en los pueblos y barrios de La Gomera, y ya es hora de que hagamos algo por ellas, como justiprecio de su esfuerzo a lo largo de siglos.
Por ello las administraciones públicas no pueden sustraerse a reconocer la ingente y vital labor de la mujer rural, bien vía subvenciones, bien a través de cursos de formación y especialización que les depare un futuro menos duro, pero siempre con la misma determinación que las ha caracterizado. Ellas seguirán siendo, en cada pueblo, la esencia misma de la sociedad gomera.
Los días internacionales como el de la mujer rural el 15 de octubre o el 8 de marzo no son meros escaparates para los titulares de siempre, han de ser el punto en el que el resto de la sociedad visibiliza, empodera y pone en valor la labor que la mujer en general, y la mujer rural en particular hace por nuestra sociedad como centro mismo de nuestra vida, de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres pero sobre todo, de ellas mismas como motor de su entorno.