Estamos en un momento verdaderamente difícil a nivel social y económico. La pandemia que nos ha tocado sufrir ha hecho que nuestro modelo de desarrollo se haya quebrado y dejado en evidencia una serie de carencias que ya existían, pero que ahora son más patentes. Y me refiero a algunos recursos turísticos y culturales que permanecen cerrados sin visos de apertura, muriéndose en la noche de los tiempos mientras leemos inversiones estructurales en algo tan (in)necesario como dotar a la isla de muchos semáforos, que no dudo que sean importantes, pero que alguien me diga exactamente qué peligros entrañan ciertas vías donde se han instalado algunos, porque no los veo.
Hablo en este artículo, que es nada más que un desahogo, de la Torre del Conde y de la Casa de la Aduana. Dos joyas del patrimonio histórico no sólo de San Sebastián, sino de La Gomera entera. Dos infraestructuras que permanecen cerradas desde hace ya años y sin solución a corto plazo más que la excusa de la falta de personal o de que se están acometiendo unas obras que cualquiera sabe que no duran tanto tiempo. No sé para qué se gastó dinero en hacer un nuevo proyecto expositivo en el interior del Pozo de la Aguada que ni siquiera llegó a abrir sus puertas. Ahí estará vaya Dios a saber en qué condiciones durmiendo la noche de los tiempos.
En cuanto a la falta de personal me parece aún más ignominiosa. Hay muchas maneras de abrir los monumentos tanto a visitantes como a vecinos o incluso a los escolares, que en estos tiempos convulsos creo que aprender a conocer nuestra historia es la mejor manera de entender este presente caótico. Se me ocurre sacar a licitación el mantenimiento, apertura y servicio de guía de ambos espacios. Es sencillo: una partida, un pliego claro donde se expliquen horarios y servicios y sacarlo a concurso. Y habría seguro gente interesada, empresas que contrataría a guías, a expertos en historia y patrimonio para explicar estos dos hitos de nuestro patrimonio. Pero es pedir demasiado. La inacción se ha instalado en nuestra sociedad y en quienes deben tomar decisiones.
Eso sí, ahora lloramos todos porque no tenemos turismo y necesitamos como agua de mayo que vengan a visitarnos. Y está muy bien. El problema es lo que tenemos para ofrecerles. Naturaleza, sí, porque nuestra historia la tenemos cerrada a cal y canto. Nada peor que la desidia; o sí, la inacción y la vergüenza.