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Cuidemos de nuestra democracia

Libertad, justicia, igualdad y pluralismo político es lo que propugna el primer artículo de nuestra Constitución española, que este domingo cumple 42 años. La norma fundamental de nuestro ordenamiento jurídico alcanza su plena madurez cuando parece que algunos pocos aún siguen atrapados en la adolescencia, un período complicado y marcado por una revolución hormonal que se desencadena en actos de rebeldía y palabras altisonantes con tal de arrasar con el protagonismo de las miradas de la sociedad.

Las terribles declaraciones vertidas en un grupo de whatsapp por un colectivo de militares ya retirados del campo de batalla que salieron a la luz hace unos días, han desempolvado el odio y la animadversión que imperaba en la época preconstitucional. Las palabras son como dardos y en esta ocasión, como dardos envenenados que llegan directos al seno de nuestra democracia. No podemos tolerar este tipo de afirmaciones que, lejos de contribuir a fortalecer los pilares sobre los que se ha fundado nuestra Carta Magna, siembran más desafección y lo que es peor, conducen al separatismo.

Nuestra Constitución nació para abrir paso al entendimiento, al consenso y al diálogo, dejando atrás los totalitarismos y el aislamiento para dar paso a la política con mayúsculas, aquella que surge de valores y principios transversales y que afianza los derechos de la ciudadanía hacia la consolidación del Estado del bienestar.

Recuerdo ese 6 de diciembre de 1978 con especial cariño e ilusión y sobre todo, con gran orgullo de ser y sentirme español, ya que cerrábamos por fin una época oscura de 36 años para inaugurar una nueva etapa en la que la democracia había llegado para quedarse. Las ansias por alcanzar tiempos de concordia y abandonar un pasado de rojos y azules para construir uno en el que no hubiera bandos, motivó el triunfo de la palabra sobre las armas.

Nuestros jóvenes desconocen lo que significó el nacimiento de este texto, pero no por ello, debemos dejar que el sentimiento que imperó en aquel momento quede soterrado, por lo que los más veteranos tenemos la obligación de transmitir la grandeza de la Constitución y lo que en ella se propugna para mantenerla viva.

En época de crisis debemos resarcir en mayor medida estos principios de convivencia y pluralismo político sobre los que se funda el texto normativo. Nuestras palabras, nuestros hechos y actitudes refuerzan o desgastan la democracia y de nosotros depende mantenerla joven y fuerte para que pueda resistir los embates del tiempo, por muchas crisis que vengan, por muy gris que se ponga el horizonte.

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