Francis Robert: La Gomera, parada y paraíso de un fotógrafo

Redacción

hace 4 años

Quiso, con su mujer y su hija, viajar por el mundo. Era la ilusión de su vida, tener un velero y viajar hasta encontrar un lugar mejor que en el que vivía, la Francia continental. Llegaron en el otoño de 2006 y se quedaron. A Lucile le daba miedo continuar el viaje con su bebé, Camille, que tenía entonces solo nueve meses. Quisieron estar en tierra firme, en un lugar seguro que los acogiera. Continuaron viviendo en el barco, en la marina de San Sebastián, unos años, hasta que encontraron el lugar y la casa donde vivir.

Tanto Francis como Lucile hablan de su nueva tierra “En la Gomera hay alegría, amor a los niños, respeto, comprensión, generosidad y belleza”. Pasaban los inviernos aquí y los veranos en Francia. Después todo fue distinto, la niña en el colegio, las nuevas amistades, la seguridad de la isla.

Francis es coronel de bomberos, hoy jubilado, tiene esa mirada de parecer estar analizando la situación para actuar, para saber qué hacer y como. Da la sensación, en ocasiones, de frialdad, de distancia de las demás personas, pero si lo conoces un poco más recoges sus sentimientos, sus preocupaciones, su casi permanente estado de alerta ante la vida, siempre preparado para tomar la decisión correcta, la justa, la necesaria. Muchos años de profesión como bombero y muchos años de responsabilidad en situaciones críticas, salvando vidas.

Dice Francis y en relación al coronavirus que aquí es más fácil tomar medidas, “ es más pequeño y la gente tiene mucho más respeto por las normas que se dictan, valoran mucho más la disciplina y cumplen”.

Estudió arte durante años, la fotografía y lo artístico siempre formaron parte de su vida.

Es habilidoso, hace de todo con sus manos, un manitas vamos. Utiliza la fotografía como marco para actuar con números, coordenadas y efectos digitales que crean sus obras.

La isla, las montañas, las casas con su particular arquitectura, las iglesias, los ritos, las personas y el ritmo que tiene aquí lo cotidiano, le dan el material y la energía suficientes para crear. La luz estalla en sus cuadros, como un faro que enciende cada lugar. En su colaboración con Didier & Peter, la Torre del Conde se llena de luz nocturna, como en los roques de Hermigua, en las caras y en los rincones aparece un fogonazo de luz nueva, del siglo XXI, en paisajes de otros tiempos que supone una confirmación de la dualidad, de seriedad y juego valiente en la personalidad de Francis.

La imagen de los ojos sobre las mascarillas, la noche y las estrellas sobre las montañas de la isla, el silencio, el vacío en los pueblos, le han dado la base del trabajo en la pandemia.

En el confinamiento se atrevió a salir de manera clandestina y observar el pueblo vacío y fotografiar las calles sin nadie, los gatos dueños de todo el espacio.

Su conocimiento sobre las crisis y su experiencia en su gestión, no le hacen ser, ni optimista, ni pesimista sobre la salida de la pandemia. Dice estar de acuerdo con el Papa cuando habla de que hay dos maneras de salir, o bien, o mal. Espera que la experiencia nos haga aprender a todos. A los dirigentes, en como trabajar en una situación sanitaria, económica y social, nueva y dramática, y a los ciudadanos, en recuperar la unidad y la confianza en nuestro sistema de vida.