Se ha mostrado el trabajo, llegó el día de hacer público lo que veníamos haciendo durante un año. ¡Espléndida! ¡Magnífica! ¡Qué maravilla! ¡La mejor!, variada, distinta, impactante. Y pueden seguir los halagos y las calificaciones positivas. La pandemia y los confinamientos forman parte del decorado. Son el telón de fondo de este esfuerzo, sin mucho más. Podrían ser considerados hasta elementos decorativos. No es verdad. Mentimos sobre eso, o no sabemos explicarlo. O no nos atrevemos a decir toda la verdad.
Y todo esto no lo contamos en las presentaciones, trípticos, catálogos y conversaciones con los visitantes de la exposición. Solo a veces murmuramos con algunos cómplices propios de lo que consideramos miserias de “otro”. ¡Somos humanos!. La condición humana que entre otras cosas nos hace protegernos y refugiarnos viendo la culpa en el otro, la responsabilidad en el otro. Nunca en uno mismo, en nosotros mismos.
A pesar de todo esto, los espíritus creadores traicionan a lo banal y van mostrando, por sí solos pedacitos de verdad.
En este tiempo ha habido deserciones. ¿Culpa de los que se fueron? ¿Culpa de los que seguimos?. Qué más da.
Es ejemplo de este tiempo, donde afloran las tensiones y nos cuesta más la calma.
Se ponen en duda los liderazgos y no somos capaces de decir ¿Y que hago yo?.
Salí cansado, extenuado, como estoy en los últimos días.
No he hecho ningún exceso físico pero los viajes cansan y si son de verdad, todavía más.
Como diría Pedro Montañez, ¡Salud y fuerza!.
Benjamín Trujillo.
FOTOS: Eduardo Castro.
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