Un día como hoy hace 40 años se aprobaba en las Cortes Generales la ley de creación del Parque Nacional de Garajonay. Un empeño logrado después de muchos años de trabajo y negociación. La creación del Parque Nacional, que es, recordémoslo, la categoría más importante y conocida que un Espacio Protegido puede tener, supone un profundo reconocimiento de los extraordinarios valores naturales que alberga y una apuesta decidida por la conservación de su naturaleza original. Es una conmemoración que merece ser celebrada. Un día para el reconocimiento de la sociedad gomera que ha logrado conservar como en ninguna otra isla de Canarias sus bosques de laurisilva. Y también es un día para mostrar la gratitud a todas las personas que con su esfuerzo, apoyo y dedicación han contribuido a su conservación y restauración.
En este trabajo, se rememora, una vez más, los valores más sobresalientes y esenciales de este territorio por los que es Parque Nacional y Patrimonio Mundial, pero sobre todo se explican aspectos mucho menos conocidos como las iniciativas que hicieron posible la creación del Parque, su trayectoria como proyecto de conservación y restauración, su carácter de laboratorio científico y escuela al aire libre, su labor como dinamizador socioeconómico, el ordenamiento de la visita y la potenciación de un turismo respetuoso. Y todo ello mirando al pasado, al presente y al futuro.
Garajonay es sobre todo laurisilva. Representa la muestra que mejor se conserva de los bosques húmedos de Canarias. Este exuberante ecosistema forestal siempre verde, caracterizado por árboles de hojas lauroides y una espléndida profusión de musgos y helechos, entre otros, que llegan a cubrir el suelo y los propios árboles, es el tapiz de vida más complejo y diverso de Canarias. También es agua, desde sus nieblas que envuelven de magia el bosque hasta los riachuelos que se despeñan para regar y dar de beber al resto de la Isla. También es geología, con sus impresionantes domos volcánicos, Los Roques, diques volcánicos, conocidos localmente como taparuchas y profundos acantilados que exponen impresionantes apilamientos de coladas basálticas, todas ellas manifestaciones de las viejas raíces volcánicas de un territorio desmantelado por la erosión. Y también es un espacio cultural donde se conservan algunos de los mayores santuarios de los antiguos gomeros, sin olvidar las huellas de los usos ganaderos y forestales vigentes hasta hace varias décadas y todavía presentes en la memoria de personas que vivieron aquellos tiempos pasados.