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Si algo nos ha enseñado esta crisis es que tenemos que ser solidarios con aquellos que peor lo están pasando, que tenemos que tender la mano a los más débiles y que tenemos que apartar nuestros deseos más egoístas para atender a los más vulnerables. Bien es sabido que el capitán es el último que debe abandonar el barco cuando este se encuentra a la deriva, de tal forma que pueda gestionar la emergencia, y este protocolo bien podría ser aplicado a Canarias, debido a la tormenta socioeconómica en la que se encuentra.

Esta semana, los diputados canarios debatimos en la Cámara regional una iniciativa en la que se instaba a articular planes específicos de recuperación a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, al considerarse que han sido las más azotadas por el cero turístico, debido, entre otros factores acuciantes, a su extrema dependencia de este sector. En Agrupación Socialista Gomera (ASG) entendimos, desde un primer momento, la necesidad de esta propuesta, tanto así, que defendimos su ampliación para el resto de islas no capitalinas.

Y en este punto, aludimos, una vez más, a la tan necesaria solidaridad interinsular. Sólo la solidaridad entre islas puede desterrar los egos partidistas para ampliar nuestra visión y corregir los desequilibrios evidentes que lastran la capacidad de crecimiento de las islas no capitalinas. Canarias padece unos condicionantes estructurales que no van a cambiar con el paso del tiempo, pues siempre estaremos lejos del continente europeo y siempre seremos islas separadas por multitud de kilómetros bañados por el Océano Atlántico. Lo que sí puede cambiar es nuestro crecimiento a dos velocidades, por un lado el de las dos grandes islas capitalinas y por otro, el de las islas no capitalinas, menos pobladas, con menos servicios, infraestructuras y oportunidades.

La Gomera, La Palma y El Hierro, llamadas las Islas Verdes, sufren además un estancamiento brutal respecto al crecimiento poblacional, con un mayor envejecimiento de sus gentes, que se agrava con la marcha de numerosos jóvenes obligados a dejar sus islas atrás ante la falta de oportunidades. En estos territorios, afectados además por los sobrecostes de la doble insularidad, pues contamos con la cesta de la compra más cara y con un precio del combustible que quita el hipo a más de uno, se produce un perverso círculo vicioso de pobreza que lastra nuestro crecimiento y desarrollo. Romper con esta potente inercia de rentas bajas y sin capacidad de ahorro no es una tarea sencilla pero con voluntad política se puede cambiar el mundo, si se quiere, claro.

Está claro que la vida no es igual en todos sitios, ni se cuenta con las mismas oportunidades, ni servicios, ni infraestructuras, por lo que en el camino hacia la recuperación económica es necesario que se contemple un modelo de financiación para Canarias que cumpla con criterios de solidaridad y ello pasa por financiar el coste de la vida de un territorio que está en la ultraperiferia de la periferia.

Desde La Gomera seguiremos defendiendo este planteamiento porque creemos en un archipiélago de iguales. El peso de la crisis económica actual motivada por el dichoso virus no es una losa fácil de llevar, pero permanece intacto en nuestro empeño seguir luchando por corregir los desequilibrios que lastran aún más alcanzar la meta de la reactivación. Que no quepa duda alguna de que continuaremos alzando la voz de las islas más vulnerables para lograr una discriminación positiva en favor de los que menos recursos tienen.