Con este capítulo dedicado a la zona de Seima, iniciamos la serie de publicaciones titulada Estampas de La Gomera vaciada.
El paraje de Seima se corresponde con una amplia plataforma triangular comprendida entre los barrancos de El Cabrito o Juan de Vera por el Este, y el de Chinguarime por el Oeste, en sudoeste del municipio de San Sebastián (Perera López, 2005: 213. T.II, Vol.14).
Imagen 1. Delimitación y situación de Seima en el municipio de San Sebastián.
Toda esta zona se caracterizó por el uso pastoril y cerealista, y fue considerada como una dehesa desde los tiempos de la Conquista (Díaz Padilla & Rodríguez Yanes, 1990: 174), dedicación que perduró siempre, así nos lo atestigua Fernando Sanz en su magnífico trabajo:
«Los gomeros casi todos teníamos algunos trozos de terreno de secano (erial) donde cuidar animales, de seis a catorce cabras y ovejas por término medio cada familia, excepto algunos que tenían rebaños grandes, aunque esos eran muy pocos; el mayor que conocí cerca, era en un barrio costero llamado Contreras, donde las fatiga, eran aún peores, dicho ganado en concreto se le conocía como: el ganado (piara o rebaño) de los Peñas, algo más de doscientas cabezas.
También había quien tenía de cuarenta a cien cabezas en ese mismo barrio y en otro barrio próximo que se llamaba Morales, hoy le dicen Seima. Nosotros los conocíamos por Morales y el otro Contreras. Seima entonces era toda la zona de la costa, igual un barrio que el otro, los que tenían mucho ganado, eran menos debido a que necesitaban grandes cantidades de terreno, y el que no tenía dicho terreno, tenían que arrendarlo, o coger el ganado a medias con los dueños del terreno.» (Sanz, 1999: 200)
La superficie de las lomadas está atravesada por innumerables bancales en los que se plantaba el cereal, al que en parte se le daba salida por las pequeñas playas y calas situadas en la costa (El Cabrito, Oroja, El Guincho, Cascante y Suárez). Actualmente la vegetación natural ha ido reconquistando los antiguos terrenos de cultivo, donde destacan las tabaibas y balos en los bordes de los mismos, las plantas herbáceas esparcidas por toda la zona y algunas muestras de vegetación termófila en las partes más altas y alejadas de la costa, donde las condiciones de humedad les ha permitido desarrollarse. Muchos topónimos de Seima recuerdan la mayor presencia de éstas y otras plantas propias de estos ecosistemas en el pasado: Lomo del Palmito, Degollada de la Sabina, Lomada del Drago, Las Orijamas, Lomo del Cardón, etc. Cerca de los caseríos queda alguna palmera y abundan las piteras, que se plantaron para el pasto de los animales cuando no había hierba.
El poblamiento aquí fue escaso y muy disperso. Los caseríos localizados dentro de este sector se encuentran muy separados entre sí. De entre ellos, distinguimos el de Morales (Este) y el de Contreras (Oeste), pues al margen de éstos, el resto lo componen edificaciones aisladas que no llegan a conformar núcleo poblacional alguno.
El máximo demográfico de la zona en la etapa contemporánea se produjo en la segunda década del siglo XX (1910-1920), tal vez condicionado por los efectos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la cual dio pie a un reagrupamiento de la población que se sostenía sobre una producción cerealista. Una hipótesis que podríamos extender a la de un auge en la construcción de bancales en toda esta zona. Por su parte, la dinámica demográfica sobrevenida a partir de 1960 se ajustó perfectamente a la ocurrida en todo el ámbito insular. El acelerado descenso poblacional de Seima fue la consecuencia del abandono de la “comarca” por parte de sus habitantes en un proceso emigratorio que abarcó tan sólo dos décadas
Las secuelas de tal abandono se traducen en la imagen de ruinas actual, vestigios de un pasado duro y laborioso, pero también rico en experiencias de formas de aprovechamiento y gestión del territorio:
Las sociedades. Entre campesinos, para la cementera, se juntan dos y se asociaban, poniendo cada uno una res así formaban una yunta y araban las tierras los que no tenían dos vacas, y cuando se desplazan aran el terreno de los dos que se han asociado, esto se hacía en las costas de Seima………
Segar. Es un trabajo muy duro, cortar con la hoz, la raíz de las mieses (y con la guadaña, la hierba). Cuando la siembra está seca en su totalidad y hay que arrancar los sembrados del terreno, de lo contrario se desgranan en el suelo y entonces sólo las aves del cielo tienen provecho del grano. Si el que tiene que segar tenía mucha cantidad, juntaba mucha gente, era necesaria para hacerlo en pocos días, al terminar tenía que transportar lo segado hasta la era, donde se iba a trillar.
Con la paja del centeno, se tapaban los techos de los pajares en algunos sitios y en otros se utilizaba hasta para techar la vivienda, también se sellaban algunas vallas con él……..(Sanz, 1999: 227-228).
El que no tenía granero, que eran la mayoría, en la misma habitación, tenían en el lugar más adecuado una o más barricas de madera, estas anteriormente venían de la Península para los comercios con loza. Estos embaces, se utilizaban para guardar el grano, cebada y trigo que era lo principal. Cuando la barrica estaba llena de cereales se le ponían encima y dentro de las mieses unas ramas de eucaliptos para evitar que la polilla le atacara. Si esto sucedía se llenaba de gorgojos y no servía ni para gofio ni para semilla. (Sanz, 1999: 27).
BIBLIOGRAFÍA
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Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO).
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