Dedicamos el capítulo segundo de esta serie a los caseríos de Erque y Erquito, dos núcleos poblacionales localizados en la vertiente meridional del municipio de Vallehermoso, cuadrante suroeste de la isla, e integrados dentro del Paisaje Protegido de Orone. Antiguamente fueron lugares de cierta importancia en la comarca debido a la existencia de un manantial de agua muy caudaloso que permitió el desarrollo de una agricultura hortícola asentada sobre un impresionante sistema de bancales, la cual se combinó con el aprovechamiento de la palmera, pues, aquí se encuentra una de las formaciones más grandes que existen en La Gomera. Ahora bien, desde hace algunas décadas, el abandono de la agricultura, los incendios y el entubamiento de la red de riego han generado la pérdida de muchos ejemplares, sobre todo, en Erquito, donde su palmeral corre el riesgo de desaparecer. Actualmente son caseríos abandonados. Ya no viven en ellos familias de forma permanente y las fincas en producción son trabajadas por personas que residen en los caseríos de la zona alta (Chipude, Pavón, etc.).
Una imponente geología
Se trata de uno de los grandes barrancos de la cara sur insular, su cabecera es una caldera de erosión ensanchada por varios barranquillos y cañadas. El cauce medio es profundo y encajado y su desembocadura es angosta por la playa de La Rajita, entre las lomadas de Arguayoda y La Dama. En toda la parte baja de las laderas del barranco y en su cauce afloran las rocas del Edificio geológico Antiguo Superior (8,6-6,2 millones de años). En su cabecera, igual que en Valle Gran Rey, la erosión ha desmantelado incluso estos materiales, descubriendo los estratos del Edificio Antiguo Inferior (10,5-8,7 m.a.).
En la parte alta de las laderas, son visibles las capas de lavas del Edificio Reciente (5,9-3,4 m.a) que se apoyan sobre aquellos basaltos antiguos y que culminan en las lomadas de Arguayoda y La Dama-Tapugache, así como en la meseta de la cabecera. En lo alto de la ladera de Erque destaca el domo de la Fortaleza de Chipude (4,4 m.a.) con su cara más desmantelada por la erosión dando hacia el barranco, donde se observa su conducto de emisión, un núcleo de traquitas, y la gruesa y corta colada de traquibasaltos emitida.
Una compleja delimitación territorial
Los caseríos de Erque y Erquito se localizan en la cabecera del barranco de Erque y como ocurre con otros muchos espacios de la isla, su delimitación es una terea compleja, siendo común que veamos diferentes denominaciones para estos lugares, sobre todo para Erque, que, por su carácter polisémico suele generar confusiones.
En diferentes documentos podemos encontrarlo con las siguientes acepciones: Valle de Erque, barranco de Erque, Erque, caserío de Erque, La Casa de Erque, etc. La claridad a este desconcierto la ofrece el fabuloso trabajo de Perera López sobre la toponimia de La Gomera, al que nos hemos remitido para concretar el ámbito de estudio. Según este autor: “el Valle de Erque hace referencia a la amplia depresión calderiforme donde se encuentran los distintos caseríos que actualmente forman los pagos de Erque y Erquito”. En cambio, “la expresión Barranco de Erque se reserva para aludir al cauce por el que desaguan las aguas que discurren desde los dichos pagos de Erque y Erquito en dirección a la Playa de la Rajita”. Luego estaría lo que comúnmente se llama Erque que, según el mismo autor, es el nombre de un pago que incluye un caserío disperso, por lo que esta denominación trasciende a los límites del vecindario para referirse al valle en el que se asientan las edificaciones. Por su parte, La Casa de Erque, es un pequeño caserío inserto en el valle y pago de Erquito, entidad territorial situada al Sudeste de Erque (PERERA, 2005: 83-84, 87-88). A su vez, en documentos antiguos la desembocadura era llamada la Rajita de Erque [1].
Un espacio característico de la agricultura de subsistencia
Podemos considerar esta zona como un ejemplo perfecto del agrosistema tradicional insular vinculado a la agricultura de subsistencia, minifundista y familiar, en la que se combinaban los cultivos de regadío, los de secano y la ganadería.
El agua de los diversos manantiales existentes se empleó secularmente para el riego de las pequeñas parcelas que se repartían por la zona. Luego era canalizada por medio de numerosas atarjeas hacia los bancales de cultivo, donde se plantaban los típicos cultivos de consumo local, a los que debemos añadir la palma y sus aprovechamientos, pues aquí se encuentra el segundo palmeral más extenso de la isla después del de Tazo-Cubaba, estando el de Erque y Erquito en la actualidad muy deteriorado como todo el agrosistema de la zona. Este palmeral está catalogado actualmente como un Lugar de Importancia Comunitaria.
A finales del siglo XVIII el valle de Erque estaba plantado todo de higueras, morales y palmas, constituyendo la cría del gusano para la elaboración de seda la primera industria conocida de la zona. Por otra parte, el agua también se utilizó con fines energéticos para el funcionamiento de los molinos hidráulicos que se construyeron en los cauces para moler el grano de los plantíos de cereal que se esparcían por las laderas y lomadas cercanas, y actualmente en estado ruinoso. En el valle de Erque se instalaron dos molinos y una turbina; en Erquito otros dos molinos; y uno más en el lugar conocido por “El Tomadero” (Aguilar, 2003: 250). Era la «industria» local existente en la zona, a la que debemos unir varios lagares de gran tamaño y telares para elaborar diferentes tejidos (se llegó a cultivar lino) o la producción de cestería y otros útiles para los quehaceres cotidianos. Son sólo unas muestras de lo productivo que era este reducido espacio y de la capacidad de aprovechamiento de los recursos de la zona por parte de sus habitantes, que llegaron a ser unos 400 a mediados del siglo XX.
El agua: fuente de vida
Hablar de Erque y Erquito es hablar del agua en La Gomera, de su origen y de sus distintos modos de usos y explotación. El agua proveniente de los nacientes existentes en la zona fue el elemento primordial que dio pie a su temprano poblamiento y secular aprovechamiento, fundamentalmente para el uso agrario.
Las capas de basaltos del Edificio Reciente son permeables y en su interior desciende el agua con facilidad hasta dar con un almagre u otros materiales, como las rocas de la serie antigua, impermeables para las aguas que se infiltran en la meseta central, origen de las que salen de ese acuífero interior en forma de nacideros o manantiales en la cabecera del barranco. Los nacideros del barranco del Agua y del risco de Guadá, en el barranco cercano de Valle Gran Rey, tienen la misma explicación. Precisamente, el naciente que se encuentra en Erque es el segundo más caudaloso de La Gomera con 9,3 L/s, siendo superado por el de Guadá, en Valle Gran Rey, que evacúa 33 L/s [2].
El agua ha mantenido durante milenios la vegetación del fondo del barranco incluyendo los palmerales. En las cañadas, debajo de los nacientes, son visibles aún los Sauces canarios y otros árboles del Monteverde que disponen de agua en este sitio de sur. Las cañas, plantadas y utilizadas en su momento para el sostén de tomateras y otros cultivos se han afianzado en el cauce. En las laderas, el Tabaibal se ha recuperado ocupando su espacio, hoy compartido por las pródigas y resistentes piteras (Agave), plantadas en su momento para complemento del pasto para el ganado, que se han extendido como planta invasora que es. Su color verde-azulado destaca a lo lejos en todas las laderas de la cabecera del barranco, lugar cercano a los caseríos y bastante antropizado en tiempos pasados. El resto de la vegetación natural como cerrajones y balillos, tajoras, beas, micromerias, siemprevivas y otras, también han recuperado sus poblaciones al mermar hace décadas el pastoreo, especialmente en los cantiles, puyatas y demás sitios inaccesibles para el hombre y el ganado. La vegetación es más rica y diversa en la ladera derecha del barranco, en lugares orientados al nordeste, donde llega con más frecuencia la humedad de los alisios.
Estas aguas, después de ser aprovechadas para el riego de los respectivos valles de Erque y Erquito, continuaban barranco abajo para ser empleadas nuevamente por los propietarios con fincas en el punto conocido por “El Huerto”, en el tramo medio del barranco. Y a partir de aquí se utilizaban en otros enclaves del cauce hasta llegar a la desembocadura, en la Playa de La Rajita, donde se extraía por pozos.
El agua: fuente de disputas
Fue a partir de la segunda década del siglo XX cuando se precisó de las aguas del barranco de Erque para el riego de las fincas situadas en la zona baja y lomada de La Dama. Eran los años de expansión de los tomates y los plátanos en el perímetro sur de La Gomera, y para su producción se demandaba más agua. Por tanto, fueron estos lugares, sobre todo La Dama, los que absorbieron el agua que nunca habían tenido, desencadenando una serie de problemas a los usuarios de la zona alta y media.
En 1912 los entonces propietarios de la hacienda de La Dama, el cacique de Agulo Leoncio Bento y su socio Ángel Carrillo, emprendieron la realización de un canal para transportar el agua de ese barranco hasta dicha finca. La autoridad que imprimía en aquellos tiempos la figura de Leoncio Bento no tenía parangón en la isla, permitiéndose la osadía de realizar primero la obra y solicitar un año después la concesión para explotar las aguas (JEREZ, 2017: 410-411) que le fue otorgada el 13 de agosto de 1913 hasta un caudal de 90 L/s (675 pipas hora). Esta finca pasó posteriormente a ser propiedad del Bank British West Africa Limited, luego de la Elder Dempster y Compañía Limitada, y en 1941 de José Duque Martínez, el último titular de la secuencia y el que mantuvo la mayor parte de los litigios con los usuarios tradicionales por las tomas de agua.
En los caseríos de la zona se vivía de una agricultura de subsistencia, en el que el sistema de riego se basaba en prácticas consuetudinarias siguiendo un riguroso turno desde la parte alta del barranco, donde estaban los nacientes, hasta las fincas más alejadas laderas abajo. Pero la introducción de los nuevos cultivos de exportación en La Dama rompió ese equilibrio tradicional del riego, lo que derivó en sucesivos problemas con los campesinos de las zonas media y alta del barranco.
Estos conflictos llevaron a que el 12 de junio de 1943, por parte de la Jefatura de Obras Públicas y Jefatura de Aguas de Santa Cruz de Tenerife, se impusieran unas condiciones para la “ordenación de los riegos” por las cuales, a los propietarios de Erque se les limita el uso de las aguas públicas que discurren por el barranco desde las seis de la mañana a las seis de la tarde; mientras que desde las seis de la tarde a las seis de la mañana serían aprovechadas las aguas para el riego de la Finca “La Dama”. Por otra parte, quedaba absolutamente prohibido regar ñameras, nopales, juncales y pastos, así como desviar el agua para aprovechar los denominados “Lances”, lo cual constituía un duro golpe a los usos y costumbres en la gestión del agua [3].
Pese a estas medidas, vecinos de Erque, argumentando que les habían quitado su agua y que no les daba tiempo a regar sus terrenos, la cogían por la noche, en la franja horaria que le habían asignado a La Dama, motivando pleitos y denuncias. Esto lleva a que en octubre de 1945 el Gobernador Civil ordene al Ayuntamiento de Vallehermoso, que con el fin de una “mejor organización de las fincas de riegos agrícolas de las aguas que discurren por Erques y Erquito se forme un turno general de regantes en el que figure la totalidad de los mismos desde los nacientes hasta la confluencia de los barrancos de Erques y Erquito, turno que habrá de cumplirse estrictamente”.
A finales de los años 40 hubo un enfrentamiento entre los dueños de dicha finca y los usuarios tradicionales, quienes se mantenían en su empeño de hacer prevalecer el riego que les pertenecía según la costumbre, por lo que, tuvo que intervenir la Guardia Civil para “encauzar” el asunto. En una de las vigilancias que emprendieron en la zona, localizaron a un vecino de Arguayoda en el punto conocido por “El Jorado”, en donde se distribuían las aguas para el riego de las fincas de la zona baja. Al ser interrogado por el guardia, éste le confirmó, sin ningún tipo de temor ni cobardía, que había abierto la toma en varias ocasiones, y que:
“se mantenía en su empeño hasta que el gobernador civil de la provincia no resolviese el litigio que existía con los propietarios de La Dama, ya que no estaba dispuesto a tolerar que se le perdiesen los productos sembrados por falta de agua al igual que otros propietarios de fincas situadas en el mismo lugar”. [4]
De la solución final no tenemos constancia documental, pero suponemos que la resolución “salomónica” sonrió a Duque Martínez. Un indicio de ello lo revela el trabajo del Ecoplan para la isla de La Gomera, cuando dice:
“…La Dama y Playa Santiago han logrado autoasignarse un volumen de agua muy superior al que tradicionalmente les hubiera correspondido. Acaparan las aguas desde Erque al Bco. de Benchijigua y según nuestros cálculos, este volumen es incluso superior al consumo máximo de la superficie regada.” (GÓMEZ, et alli., 1988: 130).
Por tanto, una vez más, los propósitos de la gran propiedad fueron respaldados en detrimento de los pequeños campesinos, los mismos que una década después salieron en desbandada de la isla hacia otros destinos de Canarias y América. La prevalencia de los cultivos de exportación en La Dama generó el hundimiento de la agricultura de autoconsumo de la zona. Y sin llegar a conseguir una privatización legal del agua, de facto lo lograron, fijando las condiciones en el uso al resto de agricultores.
Emigración y crisis del agrosistema
Este barranco alberga dos pueblitos en sus barranquillos de cabecera, Erque (con sus pagos de Erque Arriba y Erque Abajo) y Erquito. En ambos se divisan sus antiguas casas en los lomos, alguna reparada y otras en ruinas y, en las laderas y pies de risco, multitud de andenes y eretas testimonio de un pasado laborioso. Todavía fluye el agua de los manantiales que da verdor en las cañadas; otro aspecto tienen los bancales, con la hierba seca y los paredones caídos, pero que mantienen el recuerdo de otros tiempos de agricultura autosuficiente. Hoy se encuentra despoblado, pero los paisanos tienen sus casas arregladas aunque vivan fuera, porque no quieren perder sus rincones, los que trabajaron con tesón sus antepasados, porque incluso no saben si lo necesitarán en un futuro.
La dinámica demográfica sobrevenida a partir de 1960 se ajustó a la ocurrida en todo el ámbito insular. Agravada, en este caso, por una serie de particularidades como el aislamiento provocado por las malas comunicaciones. Un barranco de difícil acceso en lo que todo siempre se hacía caminando; caminando y cargando. Yendo por el canal se iba a trabajar a la factoría de La Rajita y se volvía con pescado, con aceite… Caminando también iban las muchachas al corte en Alajeró o, incluso, a recibir clases cuando no se podía en la escuela de Erquito porque los maestros renunciaban a ir. Por esos caminos también venían desde Arguayoda con los animales cargados para la molienda. Siempre con la promesa de una carretera. Primero llegó una pista hasta San Lorenzo, que ya pudieron bajarse los productos para las tiendas por el camino que lleva hasta Erquito; allí dejaban también a los escolares que permanecían internos en Vallehermoso durante la semana, que hasta un mes podían llegar estar sin poder acceder a sus casas en épocas de lluvia. Luego excavaron en el risco para continuar la pista hasta Erquito pero el proyecto quedó en nada. Posteriormente cuando se construyó la carretera se hizo por arriba, por Erque, y sirvió para que se fueran por ella los que quedaban en estos caseríos.
La memoria que se desvanece
Hace varias décadas, cuando no había carretera, bajamos desde la base de Argodey hasta el barranco, oyendo el bullicio de la vida en él. Retumbaba el eco del silbo entre esos riscos; sonaban en las laderas los grillotes de las cabras y escuchábamos también las voces de las madres llamando a sus hijos pequeños. Encontramos en el descenso a Lucio Mendoza, cargado con un saco de naranjas y una lata con la leche de sus vacas, subiendo por un camino que hacía todos los días; en ese momento, apreciamos mucho más el queso y el pan que María su mujer hacía con esa leche, procurada con tanto esfuerzo. Cerca del cauce, saludamos a un paisano trepado y sostenido con una cuerda al tronco de una palma, cortando las “escobas” de dátiles para alimentar a sus cochinos, con un cuchillo atado a la punta de una caña que manejaba con destreza. A poca distancia, en una cañada, había dos palmas descogolladas para sacarles el guarapo, con esa técnica ancestral que mantienen todavía los gomeros.
Todo estaba cultivado: habían berros y ñames cerca de los nacientes y en las huertas abundaban las papas, millos, judías, calabazas, pantanas, bubangos, batatas,… ¡era un vergel! Por una vereda, una mujer de la costa, familia de pescadores, caminaba cargada con productos de esta tierra fértil, obtenidos mediante trueque por el pescado que trajo desde muy lejos. Estampas campesinas de un barranco hoy despoblado que recordamos hace poco en la soledad del mismo camino. [5]
Epílogo: la casa de mi madre
Estoy en Erque, en el lugar donde mi madre nació y creció. Me cuesta relacionar lo que veo: un lugar seco y desolado; con los relatos que desde chica he escuchado de sus labios, historias de un barranco aislado, obligado a subsistir con lo que daba la tierra, prácticamente autosuficiente gracias a sus nacientes y lleno de vida: “pues encima de casa vivía no sé quién, abajo no sé cuántos. En aquella casa, la de Emilio Morales, hacíamos los bailes, que tenían un cuarto expresamente para eso, venía la gente que sabía tocar y traían guitarras. En la noche de Año Nuevo salían las parrandas, En mi pecho traigo / un amor bonito / a la Milagrosa / que se halla en Erquito o aquel otro cantar que decía Hoy es día de Pascua / de cantar con los amigos / el que quiera enamorar / que lo deje pal domingo…La primera vez que conocí el aceite y el arroz y que empezamos a comer pescado fue que lo traían de abajo, de La Rajita”.
Hoy, hasta a mi madre le cuesta reconocer realmente donde estaban sus huertas y donde estaban sus cosas: “¡Ay dios mío! pero si ahí teníamos nosotros un montón de naranjeros, que ya no se ven. ¡Ay dios mío! ahí sembrábamos nosotros las papas”…Cuando me intenta explicar donde tenemos una cueva, digo: “¿cómo llegabais ustedes ahí? si a mí eso me parece inaccesible, yo ahí tendría que bajar con un equipo de rapel”, y me decía: “ahí había un sendero totalmente marcado”. Entonces, no puedo evitar que me invada la tristeza, no por añoranza de unos tiempos donde tantos trabajitos y calamidades se pasaron, sino porque me imagino todo ese mundo que se ha ido desvaneciendo y pienso en toda la vida que hubo aquí y que ya no queda nada. [6].
Notas
[1]. «Erque lo llaman el valle de Erque. Es un barranco profundísimo que está plantado todo de higueras, morales y palmas. Comienza en el camino que va para Alaxeró y llega a la mar, que es una gran playa llamada la Rajita de Erque. En esta playa hubo una bodega y se llegaron a encerrar hasta treinta pipas de vino, pero hoy solo ha quedado el nombre». Descripción de la isla de La Gomera, manuscrito del siglo XVIII José Fernández Prieto y Salazar, pp. 132-133.
[2] Memoria del Plan Hidrológico Insular, año 2000, pp. 61. Fondo: AHCIALG.
[3] Resolución del Ingeniero Jefe de Aguas, Manuel Belda. Obras Públicas. Jefatura de Santa Cruz de Tenerife. 12 de junio de 1943. Documento facilitado por Davinia Mesa Morales.
[4] Atestado del Cabo 1º de la Guardia Civil, 112ª Comandancia, destacamento de La Dama. 10 de agosto de 1948. Fondo: Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, Delegación Insular de La Gomera. Caja 1; Sección: Bienes, obras y servicios; Asunto: aguas. AHPSCT.
[5] Juan Montesino Barrera en La Gomera, su paisaje y su gente. https://www.facebook.com/jmontesinob/photos/2864013570351935
[6] Davinia Mesa Morales con los recuerdos de su madre, Edelmira Morales García, natural de Erque, mayo 2021.
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Autores: Juan Montesino Barrera (biólogo), Luis Jerez Darias (geógrafo) y Miguel Ángel Hernández Méndez (docente).
Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO).
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