Los líquenes sobreviven gracias a su simbiosis entre el hongo y el alga, afianzando su crecimiento sujetos, de forma inseparable, a los troncos de los árboles donde establecen su hogar en perfecta armonía con las demás especies. Esta estrecha relación de convivencia podría ser un buen ejemplo para el caso de La Gomera, una Isla que puede presumir de ser una excelente anfitriona con sus huéspedes, estableciendo una simbiosis perfecta en armonía con la vida de los gomeros, lo que ha permitido que recibiera el merecido galardón de Reserva de la Biosfera.
Este domingo celebramos el noveno aniversario de tal distinción otorgada por el Comité Internacional de Coordinación del Programa Hombre y la Biosfera (MaB) de la Unesco, lo que ha sido todo un acicate para impulsar medidas de conservación y protección de la rica biodiversidad de la Isla, tanto en la tierra como en el mar que la rodea. La declaración de Reserva de la Biosfera es un reconocimiento al valor y a la conservación de nuestra naturaleza y a la vez, constituye un aliciente para abordar el futuro y el desarrollo de la Isla en armonía con su paisaje, naturaleza y costumbres.
Son muchos los visitantes que quedan maravillados ante la belleza natural de La Gomera. Su abrupta y escarpada orografía, sus palmerales, bosques milenarios de laurisilva y sus calas vírgenes de callaos no dejan indiferente a los turistas, y son muchos los que se muestran plenamente convencidos de que la isla tiene un don natural para resistir al desgaste del tiempo. Lejos de este tipo de creencias relacionadas con leyendas y mitos populares, es cierto que La Gomera ha sabido adaptarse a los cambios y necesidades de la vida en la propia isla, permitiendo una convivencia ejemplar entre la acción humana y la naturaleza.
Ejemplo claro de ello es el desarrollo de elementos para el cultivo, como los bancales o los palmerales que conforman una estampa muy preciada en el paisaje, al tiempo que resultan indispensables para el cultivo de hortalizas y frutales. El Silbo Gomero es otro elemento que nace de la necesidad de comunicarse y eliminar las barreras de los profundos barrancos, que junto a otras manifestaciones culturales como el baile del tambor y los romanceros que se mantienen vivos hasta hoy en día, gracias al empeño de sus gentes por transmitirlos de generación en generación.
Todo ello le ha valido a La Gomera para ser territorio Reserva de la Biosfera, algo que va más allá de ostentar un mero título, pues gracias a este reconocimiento se han puesto en marcha numerosas acciones orientadas, no sólo a la conservación del entorno natural, sino también a mejorar la calidad de vida de los gomeros, avanzando hacia la diversificación del tejido empresarial con la recuperación del sector primario, la mejora de la calidad ambiental y paisajística, la promoción del patrimonio natural y cultural, así como ha supuesto un impulso a la sostenibilidad turística en nuestra clara apuesta por un turismo diferenciado, que aprecia los valores naturales y culturales de la Isla, y sobre todo, respetuoso con el entorno.
Que La Gomera se sitúe en el mapa de los territorios que ostentan una belleza natural intacta a lo largo del tiempo no es cuestión de suerte sino fruto del trabajo conjunto entre las administraciones públicas y sus ciudadanos, y en especial, de los colectivos implicados, que han promovido numerosos proyectos que velan por el presente y futuro de esta tierra, en la que su idiosincrasia está estrechamente vinculada a su naturaleza.
Son muchos los recursos que hemos destinado a las labores de la Reserva, pues si no me fallan los cálculos, suman cerca de 10 millones de euros en los últimos seis años, pero todos estos recursos se desvanecen sin la concienciación de nuestra población, pues son los gomeros y gomeras los que mantienen vivo y salvaguardan este territorio único que sigue despertando tanta admiración, que sigue suscitando tanto asombro entre los visitantes y que ante todo, identifica y caracteriza a una tierra marcada por la personalidad de su naturaleza y su gente.