Llevamos demasiado tiempo hablando de lo mismo. Parece que los continuos mensajes están abocados a desaparecer en la pequeña mente de una sociedad a la que la Covid-19 golpea desde hace más de un año. Nos hablaban de la crueldad de un virus que impacta sin destajo en los mayores, pero su capacidad de supervivencia entre nosotros ha hecho que sus variantes alcancen a franjas de edad mucho más jóvenes.
Es evidente que la desesperación, el desasosiego y la incertidumbre han ganado terreno en un mundo que adolece a las expectativas de una pandemia que se antoja inagotable. La curva de la quinta ola continúa en un ascenso vertiginoso en el que la tasa de incidencia de los jóvenes nos lleva a datos no vistos ni siquiera durante la primera etapa de la llegada del virus a nuestro país. Pero, ante esta realidad, ¿qué estamos haciendo mal?
El primer error fue la decisión tomada por el Estado al poner en manos de la justicia la última palabra sobre las restricciones que propusiera cada autonomía. Y de aquellas decisiones, los errores que hoy observamos. Ha sido una sorpresa el rechazo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias a la petición formulada por el Ejecutivo Autonómico para aplicar el toque de queda en las islas con nivel 3 y 4. Un varapalo que minimiza la capacidad de acción que desde la administración pública se puede ejercer sobre el virus. Es evidente que, aunque respeto la decisión judicial, no es compartida ni por mi grupo, ni por muchos otros, puesto que no ayuda en esta trinchera en la que todos intentamos poner fin al impacto que la Covid-19 nos deja.
Es evidente y cada vez más necesaria la adopción de medidas como las previstas por el Gobierno de Canarias. Las limitaciones en la movilidad nocturna y el estricto cumplimiento de las normas son la clave para evitar sobresaltos, porque de lo contrario seremos cómplices de un importante impacto que lastra a nuestra salud, pero también a la delicada economía de las islas, marcada por un sector turístico que depende de la evolución de los datos epidemiológicos.
Somos conocedores de que del grado de concienciación que tengamos dependen las consecuencias que padeceremos durante meses. Hablo de las imprudencias de quienes hacen mal uso de la mascarilla, de los que no respetan las distancias de seguridad o de los que tienen las fiestas ilegales como oferta de ocio durante la noche. Seguro que vendrán momentos para disfrutar de esta forma, pero ahora podemos hacerlo de otro modo con el convencimiento de que prevenir hoy, es ganar mañana.
Apelando a la responsabilidad también hay que hacerlo hacia aquellos, cada vez menos, que se decantan por no vacunarse. Esta es la única vía de salida y las muestras son palpables, especialmente en esta quinta ola, con una tasa de infección infinitamente inferior en aquellos grupos de edad con la pauta completa. Avanzar en este camino aporta garantías y es importante agradecer al conjunto del personal sanitario que lo hace posible en cada una de las islas, y que con su dedicación nos brinda una mayor protección.
Pero si algo es importante es la prevención, por ello hemos propuesto la dotación de los medios necesarios para la realización de pruebas diagnósticas en los centros de salud de La Gomera. Una iniciativa que se materializa este mismo lunes, 19 de julio, fecha a partir de la que los viajeros residentes que lleguen dispondrán de este servicio. Sin duda es un acierto y así lo he expuesto en el Parlamento, para que se traslade al resto de islas no capitalinas esta misma iniciativa.
No hay otra salida. La prevención y la responsabilidad son palabras claves en estos momentos decisivos. No nos equivoquemos hoy, porque mañana las consecuencias serán mucho peor. Tenemos que tener fuerzas suficientes para que la meta de esta carrera de fondo esté cada vez más cerca.