Charlie Watts, fallecido este martes a los 80 años, fue el miembro más reservado de los Rolling Stones, grupo con el que compartió más de medio siglo de carrera musical en la que llegó a ser reconocido como uno de los grandes baterías de la historia, con una técnica musical tan depurada como austera.
A los 14 años consiguió su primera batería real, que fue un regalo de su familia, y así fue profesionalizándose de manera progresiva, primero en un estilo más cercano al jazz, junto a bandas de este género con las que tocaba, mientras trabajaba como diseñador gráfico. Su salto definitivo al rock and roll lo dio cuando en 1963 se convirtió en miembro de The Rolling Stones, que había nacido un año antes, como sustituto de Tony Chapman. «La diferencia entre tocar jazz en clubes y tocar rock and roll con los Rolling Stones era el volumen», dijo en una entrevista con ‘The New Yorker’, y así de fácil unió su talento a Brian Jones, Ian Stewart, Mick Jagger y Keith Richards, la formación de entonces.
En realidad, nunca abandonó su pasión por el primer género musical que practicó y a lo largo de su vida fueron varias las aventuras musicales que en esta línea organizó junto a otros músicos, como el grupo Rocket 88.
Como miembro de los Stones, no solo se ocupó de la percusión, sino que como diseñador gráfico se ocupó también de crear elementos relacionados con el grupo, como varias portadas (o la contraportada viñeteada de ‘Between the Buttons’) e ideó los escenarios de muchas de sus giras.
A pesar de encarnar un tipo de músico alejado de la típica iconografía roquera (perfil tranquilo y familiar, siempre pulcro en el vestir), Watts vivió uno de sus episodios más amargos en los años 80 por su adicción a la bebida primero, para después pasar a las anfetaminas y la heroína. Relató después que fue el amor de su esposa, Shirley Ann Shepherd, y el temor a perderla a ella y a su hija Seraphine lo que le hizo recapacitar y desintoxicarse. Compaginarlo con las giras de ‘Sus Satánicas Majestades’ no era fácil, así que durante las mismas comenzó a recluirse en la habitación de hotel de turno para garabatear.
Su actitud probablemente también tuviese que ver con el hecho de que durante sus más de cinco décadas con los Stones, viviese golpes como la muerte del exlíder del grupo Brian Jones.
Por otro lado, parece que su carácter aparentemente apacible ocultaba un temperamento bien controlado. Cuenta Keith Richards en su autobiografía ‘Life’ que durante una madrugada de 1984 en Amsterdam, un Mick Jagger en estado ebrio armó jaleo preguntando por «su baterista». Según su relato, Watts tuvo la paciencia de ducharse y vestirse con su habitual acicalamiento para encontrarse con aquel, pegarle unpuñetazo y responderle algo así como «Yo no soy tu baterista; tú eres mi cantante».
La vida del músico se vio amenazada en otros dos momentos cruciales, cuando en 2004 hubo de ser tratado de un cáncer de garganta (entonces sí salvó su presencia en la gira de ‘A Bigger Bang’ tras someterse a radioterapia) y cuando solo un año después sufrió un accidente automovilístico en Niza, por el que se fracturó el brazo y varias costillas.
Este pasado 5 de agosto volvió a requerir atención hospitalaria, cuando se informó a los medios que había sido intervenido de urgencia, si bien no trascendió a qué tipo de intervención había sido sometido, quedándose descolgado del tour que el grupo debía iniciar en EEUU para su recuperación.
No es un hecho baladí, pues a menudo se le ha señalado que el reservado hombre de las baquetas es en realidad el factótum del hoy cuarteto. Como una vez dijo el propio Richards «No existirían los Rolling Stones sin Charlie Watts».