Casi podría decirse que este mes que empieza es el mes oficialmente melancólico. Canciones francesas, sudamericanas, alguna española, algunas películas también y que, es verdad, se producen muchas despedidas, le han puesto el título. De todas formas, después de este agosto no sé si en poco tiempo talibanes o chinos le cambiarán el calificativo.
Han pasado muchas cosas significativas en el último mes; el drama y la barbarie de Afganistán, el fútbol revolucionado, Messi en Francia, el Madrid no consigue fichar (ahora) a Mbappé, ese nuevo mapa de poder mundial donde parece que China lo controla casi todo y el Papa hablando por la radio en una entrevista como cualquier mortal. Sí que pasan cosas, sí, y tan rápidas que casi no da tiempo ni a reflexionar sobre ellas o a pensarlas con calma.
Pero la vida de cada uno de nosotros la marcan otras cosas, como las muertes cercanas que entraron como puñales fríos en los costados de los que conocimos a Lupe y a Carmita y la tristeza infinita en sus familias.
Algunos incidentes particulares con la salud te disparan alertas que tienen que ver con la edad, con no cuidarte lo suficiente a lo largo de los años y que lo único que te sacan de tus tormentos interiores es ¡joder, ahora que estaba tan bien!
De todas formas, la autocompasión es bastante mala consejera, tan mala como esos discursos de algunos de ¡muchacho eso no es nada! A mi me pasó que…bla, bla, bla,… y te largan su retahíla de lesiones, dolores, alergias y yo me voy achicando y agobiando que no se ni donde meterme, solo con ganas de gritar ¡cállate ya!
Empezamos curso y muchos jóvenes se van de la isla y se van de sus casas y volverán sí, pero aquí empieza su vida independiente, mejor o peor gestionada; en este mes rompen el huevo y caminan solos en un mundo difícil para todos en el que deberán aprender a defenderse y a atacar, a vivir, a sufrir y a gozar.
Algunos en estos días recordarán algún amor del último verano, que es tiempo de exhibición física y emocional y que no falla nunca ¿cuántos amores empiezan en verano? También terminan muchos, parece, eso dicen las estadísticas.
Yo no he hecho casi nada de lo que pensaba hacer pero he disfrutado de la brisa, en los días de calor, en Las Trincheras, en La Lomada de Santa Ana, conocí allí también a un gato rubio, precioso, fuerte y atrevido que nos amenizaba la noche como un galán de los años 20.
Y desayunábamos frente al mar, mi mujer y yo, y no hay ningún manjar ni restaurante que mejore el cafileche y pan, el silencio y el amor.
Empezamos curso, año para mí y se necesitan fuerza y serenidad para afrontarlo. Mirar al mar es una buena herramienta para acompañar la melancolía y convertirla en ganas de seguir viviendo.
Benjamín Trujillo.
btrujilloascanio@gmail.com
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