Los fuegos artificiales son un espectáculo maravilloso. Miles de colores que dibujan figuras en el cielo nocturno. Pero cuestan una enormidad y duran apenas unos segundos. Es un lujo que nos damos de vez en cuando para la vista. Me pregunto durante cuánto tiempo más seguiremos haciendo en Canarias esa política que es solo pirotecnia. Tan efímera como costosa.
Ha surgido un debate sobre un informe del Diputado del Común en el que se denuncia la existencia de graves deficiencias en algunas residencias de mayores en Canarias. Y se han lanzado duras críticas hacia el propio Parlamento por no haber “hecho nada” con esa denuncia.
Para empezar, la Diputación del Común es un órgano del Parlamento de Canarias, lo que demuestra la utilidad de las funciones que cumple la cámara legislativa. El documento se presentó por el registro, fue valorado por la Mesa y remitido a la Comisión de Derechos Sociales. Y luego llegó la pandemia y nos cambió el paso a todos. Pongamos las cosas en su contexto.
Por supuesto que creo que, a pesar de todo, no se ha hecho bien. Ninguno de los grupos políticos —absolutamente ninguno— valoró cabalmente la trascendencia de los datos del informe. Es verdad que la pandemia lo trastocó todo y nos hizo concentrarnos en otras cosas, pero no se puede negar que además de preocuparnos de salvar a los ancianos del Covid-19, cosa que hicimos y muy bien en Canarias, deberíamos haber tenido en cuenta las denuncias que se hacían en el texto de la Diputación.
¿Ahora qué toca? Arreglar lo que esté mal. Lo que no tocan son los fuegos artificiales, las acusaciones mutuas, las excusas, los ataques de unos a otros, lo de la herencia recibida y lo de los malos que son los que están ahora o los malos que eran los que estaban antes. La gente no nos quiere para eso, sino para que demos soluciones a los problemas. A ver cuándo nos entra en la cabeza.
En islas como La Gomera estamos construyendo nuevas plazas disponibles para mayores porque desde hace tiempo fuimos conscientes del envejecimiento de una parte importante de la población y de la necesidad de ofrecerles unos cuidados dignos en el final de sus vidas. Y esa obligación nos concierne a todos y en todas las islas. En Canarias, en el pasado, se ha dado prioridad a otras inversiones y a otras infraestructuras que parecían más urgentes. Y ahora descubrimos que cuando no se hace una tarea los problemas se acumulan. Nos pasa con las viviendas públicas, que son una verdadera necesidad. Nos pasa con las listas de espera sanitarias. Y nos pasa con los centros sociosanitarios donde los mayores deben ser atendidos y cuidados como se merecen.
Así que más vale que nos dejemos de juegos florales y nos centremos en el trabajo. Primero, determinar qué residencias no reúnen las condiciones de limpieza y de cuidados que se deben dar a los ancianos. Y actuar sobre estos centros con todo el peso de la administración y, si hubiera conductas delictivas, con todo el peso de la ley. Y eso hay que hacerlo urgentemente. No nos pasemos el día lamentándonos por el inexplicable retraso que ha tenido el informe. Lo importante ahora mismo es que el Gobierno actúe y que el Parlamento verifique que se ha solucionado el problema. Eso es lo que quieren las familias y lo que seguramente querrían los residentes.
Y si de paso se toma conciencia de la necesidad de invertir más y más rápidamente en crear más centros sociosanitarios en Canarias, muchísimo mejor. Porque tenemos una parte importante de la población que se aproxima a la vejez y el número de plazas públicas que están hoy disponibles es insuficiente.
Es verdad que estos debates políticos son casi inevitables y que cada palo debe cargar con su vela. Pero lo peor que podríamos hacer es eternizarlos, porque no resuelven nada. Son, como dije al principio, brillantes explosiones de dialéctica en los medios. Fuegos artificiales de la política que si duran demasiado cuestan muchísimo y no sirven más allá que para el mero entretenimiento.