Cualquier marino sabe que la estiba de un barco es fundamental. Hay que distribuir el peso de la carga porque, de lo contrario, el barco se hunde. Hace unos días celebramos unas jornadas en La Gomera para hablar de un desequilibrio poblacional tan peligroso que puede llegar a hundir nuestra sociedad si no se corrige urgentemente.
Después de cuarenta años de democracia nuestro país ha conseguido avances extraordinarios en el terreno del progreso social y el desarrollo. Pero es un hecho indiscutible que durante ese tiempo se han creado dos Españas completamente distintas: una rica, al Norte y otra pobre, al Sur. Una donde existen las mayores rentas per cápita, donde se ofrecen los mejores servicios públicos y donde se tienen mejores oportunidades. Y otra donde ocurre todo lo contrario.
Durante todos estos años, se ha producido la concentración de la población en grandes áreas metropolitanas, con inmensos polígonos industriales y comerciales. Y mientras se agregaba población y riqueza en estos lugares, se vaciaba en otros.
Las zonas con más población demandan mucha más inversión y gasto público, concentran mejores servicios y más recursos. Y todo esto atrae más población, que a su vez demandará más servicios, más infraestructuras y mayores inversiones, que exigirán, a su vez, nuevas demandas de inversión. Es un círculo perverso que desequilibra la condición de ciudadanía haciéndola tan relativa que tus oportunidades dependen del sitio en el que naces.
La única manera de combatir este desequilibrio es romper ese círculo vicioso discriminando con más inversiones a los territorios con peores realidades sociales. Es la única manera de cambiar la dinámica que nos ha llevado a que 41 millones de personas vivan en el 30% del país y solo 6 millones se repartan por el 70% restante.
El presidente Jerónimo Saavedra, el primer presidente de esta Autonomía Canaria, citaba a Aristóteles para decir que “la justicia consiste en tratar igualmente a los iguales y desigualmente a los desiguales». Y existe una escandalosa desigualdad en el Archipiélago. Los canarios que viven en las cinco islas no capitalinas son doblemente ultraperiféricos. Soportan mayores costes en sus economías, peores servicios públicos y más deficientes comunicaciones.
Sus jóvenes tienen que emigrar hacia las dos áreas metropolitanas para acceder a la educación universitaria o la formación profesional. Y cuando quieren crear su propio proyecto de vida, no encuentran oportunidades de trabajo adecuadas en su isla natal y terminan asentándose en donde existe la mayor oferta de empleo: en las dos islas que tienen las sedes de la Administración y de las grandes empresas, las mayores infraestructuras, los grandes hospitales, universidades y los mejores sistemas de comunicación. En las dos islas capitalinas vive hoy el 82% de la población mientras en las cinco islas restantes apenas está el 18% de los residentes canarios.
¿Cabía esperar otra cosa? Por supuesto que no. El reparto de las sedes de las instituciones y el poder se realizó exclusivamente en dos islas, marginando al resto del Archipiélago. En las dos grandes áreas metropolitanas están los ciento sesenta mil empleados públicos de Canarias, los grandes hospitales, los grandes aeropuertos y puertos, las sedes de las principales empresas… Todo eso ha transformado estas grandes masas urbanas en una aspiradora que atrae más y más población del resto del territorio.
Lanzarote y Fuerteventura han encontrado un nicho de desarrollo en el turismo, pero en el caso de las Islas Occidentales —La Palma, El Hierro y La Gomera— nos enfrentamos a un verdadero reto: o se apuesta decididamente por crear espacios de oportunidad y unas economías capaces de promover el desarrollo sostenible, o terminaremos convertidos en geriátricos. En parques temáticos y espacios naturales para las vacaciones del resto de los canarios.
En La Gomera tenemos ejemplos singulares de éxito. Nuestra economía no tiene masa crítica para atraer y radicar aquí grandes empresas, pero eso nos ha permitido especializarnos en el talento. En la calidad. Aquí tenemos empresas que han logrado el éxito a través de la comercialización de productos que no se pueden encontrar en ningún otro lugar y que son fruto del talento de nuestros empresarios. Para triunfar a veces solo se necesita un buen sistema de comunicaciones para enviar tus productos. Y ahora, en este siglo del teletrabajo y de los nómadas digitales, a veces solo es necesario tener un puente digital que te una con el mundo.
Ninguna de las Islas Verdes tiene interés en destrozar su territorio con una economía depredadora. Queremos un futuro de actividades sostenibles y de respeto al medio ambiente y estamos trabajando en esas estrategias. Pero para conseguirlo será necesario que el Gobierno garantice a los ciudadanos de estas islas la misma calidad de servicios y las mismas oportunidades en el terreno de la sanidad, la educación y las comunicaciones. Porque es su derecho. Y porque es su futuro.