Hubo una época en que las fiestas eran acogidas con alegría, con entusiasmo, con ganas, porque significaba que se estaba volviendo a repetir un ciclo, de reencuentro con familias, amistades o, si estabas fuera de tu lugar de origen, de retornar. Todo esto ha sido así y es posible que así sea después de que pase el tiempo covid.
Pero mientras vivamos en esta situación de incertidumbre y pandemia generada por el covid, ir de fiesta u organizar una fiesta se vive con una alegría contenida o, en muchos casos con un recelo o miedo. Y estas situaciones de estrés psicológico, de miedo social unido a una crisis global climática, económica, política… están dejando un mundo extraño, con muchas incertezas y desigualdades. Por no mencionar la tragedia vivida por nuestras hermanas y hermanos palmeros con la pérdida de sus casas y terrenos debido a la actividad de la última erupción volcánica.
En nuestro pequeño pueblo de Vallehermoso las cosas pasan como si no sucediera nada en el exterior, como si la realidad que se está construyendo e imponiendo en otros lugares, aquí no existiera… Llevamos mucho tiempo yendo a rebufo de la realidad. Y es que además aquí, nuestros dirigentes municipales en connivencia con alguna macro empresa y también el Cabildo, por no hablar del obispado que de manera extraoficial se negó y repentinamente cambió de criterio, quieren celebrar unas Fiestas Lustrales extraordinarias, fiestas que no son extraordinarias sino que son a destiempo puesto que las Lustrales se debieron celebrar en el año 2020, ese año fatídico de la pandemia.
La realidad actual sigue mostrando su cara más desagradable, el aumento de los casos del covid se va disparando, la crisis de abastecimiento se dejará notar en los comercios, los efectos de la precariedad impuesta hacen que el costo de la vida sea más caro o, que el acceso al trabajo dependa de la voluntad política del de turno (que en La Gomera lleva 30 años con sus cómplices locales).
Pero qué importa todo esto si el año que viene tendremos una fiesta a destiempo, qué importa no destinar recursos a adelantarnos a los problemas que estamos teniendo del cambio climático, a corregir las graves situaciones sociales y formativas que padece nuestro pueblo…
Las Fiestas son necesarias, son el momento de olvidarnos de los problemas cotidianos de la vida, son el momento en el que la gente se une comunitariamente a su pueblo, son el lugar para disfrutar y son también una buena oportunidad para conseguir y lograr favores políticos. Los eventos festivo populares son un buen sitio para manifestar las carencias que tienen nuestros barrios, para recordar todas las promesas incumplidas que ven como año tras año se agravan y también, para proyectar una imagen política de que “aquí no pasa nada y podemos seguir así, que vamos bien”.
Y reconozco que una fiesta a destiempo puede ser una oportunidad de empleo, de balón de oxígeno para un pueblo que está languideciendo a pasos agigantados, para fomentar una participación ciudadana que sigue sin existir ni siquiera por los cauces “oficiales”. Pero también reconozco que es dejar por el camino muchas heridas.
¿Y la gente qué piensa? Pues pese a ese silencio sepulcral que caracteriza la vida gomera muchas personas la acogen con dudosa alegría, otros se oponen y también hay quién se resigna; pero es como todo en esta isla, dar voz a un posicionamiento político es arriesgarse a que no te den trabajo(s), a señalarte como una voz disidente, a que te miren de reojo y desconfianza y en muchos casos, a migrar aunque no seas consciente de ello.
Y no por menos no quiero dejar de reconocer que al final Juvenal tenía razón hace más de dos mil años cuando dijo aquello “para el pueblo pan y circo”: el pan continuará con planes de empleo precarios y el circo, con la fiesta a destiempo.