El espacio es un entorno infinito, al que la humanidad siempre ansiaba llegar para cerrar multitud de interrogantes que, a mediados del siglo pasado, aún no tenían respuesta. Ese empeño por alcanzarlo, por subir peldaños para entender aquello que nos rodea, puede ser la mejor metáfora para entender la carrera que el mundo inició hacia la globalización casi en la misma época.
Esta interconexión entre continentes, que ha abierto la puerta a la movilidad sin límites, también ha desembocado en un crecimiento exponencial del consumo de materias primas, de la demanda energética y, por tanto, de la necesidad de disponer de vías de comunicaciones marítimas capaces de dar respuesta al transporte constante de mercancías.
Desde hace unos meses, hemos escuchado hablar de un encarecimiento desmesurado del coste de los fletes marítimos. Se trata de un aumento exponencial del precio del transporte de mercancías que, en el caso de Canarias, tiene un impacto mayor por su dependencia del exterior, situación que se refleja en los índices de precios que escalan a medida que crece la demanda y se reduce la oferta, porque a la carestía de los fletes, se une la reducción significativa en la disponibilidad de algunas materias primas.
Este círculo vicioso ha comenzado a acentuarse en las últimas semanas. Hoy traer una tonelada de mercancía a Canarias es un 33% más caro que en las pasadas navidades y esto se nota en los bolsillos de las familias de las Islas, que pagan más cuando van hacer la compra o quieren acceder a determinados productos, a las puertas de unas fechas en las que se dispara el consumo, con el riesgo de tener dificultades a la hora de adquirir algunos de ellos.
Aunque estamos lejos del desabastecimiento, la realidad es evidente. Cuanto más cara sea la mercancía, más importante será la subida en los precios al consumidor y la situación social y económica que padecemos no está como para sortear estos vaivenes porque las familias canarias, que ya hacen sacrificios para llegar a fin de mes, no pueden quedar sumidas en un callejón sin salida que asevere más los riegos de pobreza y exclusión social que padece esta Comunidad Autónoma.
Sabemos que las soluciones son complejas. Esta semana trasladé esta preocupación al Parlamento de Canarias, porque hay que ir tomando medidas en cooperación con el Estado, de tal forma que se despachen los contenedores con más rapidez, adecuar los centros de distribución logísticos y dotar de más medios materiales y humanos a los circuitos de distribución, en definitiva, ganar en competitividad, aunque el calado de este problema trasciende de nuestras fronteras.
No obstante, también se pueden dar pasos desde aquí. Y en este camino, he insistido en la recuperación de las bonificaciones en las tasas portuarias que afectan a pasajeros, buques y mercancías. Ha habido quien no lo ha entendido bien, pero siempre he reiterado que llegar hasta las islas, especialmente a las no capitalinas, debe ser más barato tanto para residentes como para los turistas.
Y lo hemos logrado, después de alcanzar el consenso en el seno del Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, en el que expresé mi rechazo a la supresión de estas bonificaciones y la necesidad irrenunciable de recuperarlas, tal y como ha sucedido, permitiendo que quienes viajan, por ejemplo, a La Gomera, lo puedan hacer pagando menos por las tasas portuarias, y la mercancía que llega lo haga también con menor coste, al aplicarse un 70% de bonificación en los pasajeros residentes y no residentes, unido a la reducción del coeficiente aplicable a mercancías y buques.
Este es el camino a seguir. Mejorar la competitividad de los puertos, que los ciudadanos lo noten en su día a día; y sortear en la medida de nuestras posibilidades los inconvenientes que nos está dejando el transporte globalizado.