El responsable la gestión de la emergencia volcánica de La Palma, Miguel Ángel Morcuende, teme que «al despertar de un mal sueño», una vez concluida formalmente la erupción, «nos vamos a dar cuenta todos del gran daño que ha hecho» el volcán aún sin nombre.
En una entrevista con Efe, Morcuende advierte de «la realidad» con la que se van a encontrar los palmeros: «1.150 hectáreas devastadas».
«Ahí hay más de 1.600 edificaciones aplastadas y cubiertas por la lava. De esas, 1.350 son viviendas. Hasta ahora estábamos en el cuerpo a cuerpo de la lucha de la lava contra los ciudadanos. Ahora no hay lava pero hay un resultado durísimo de este evento», subraya.
Entiende el director técnico del Plan Especial de Protección ante Riesgo Volcánico de Canarias (Pevolca) -la cara visible, junto con las portavoces del comité científico, de esta emergencia- que «va a costar bastante tiempo y trabajo recuperar la isla».
Y por eso recalca el mensaje lanzado desde el minuto uno por el presidente del Cabildo de La Palma, Mariano Hernández Zapata: «Ahora hay que ser más fuertes, trabajar más en conjunto, arrimar todos el hombro, tratar de buscar todo lo que nos una y nada de lo que nos separe».
REGRESO POR BARRIOS
También avisa que la vuelta a casa de las personas desalojadas «no va a ser inmediata», sino que irá por barrios.
Comenzará por las zonas donde las coladas llevan bastante tiempo desgasificando y los gases no supongan una amenaza.
Pero habrá otras, sobre todo en la zona sur, en las que los vecinos aún tardarán un mes o mes y medio en poder volver a casa, según calcula.
Miguel Ángel Morcuende ha sido a lo largo de estos tres meses el encargado de tomar las decisiones en materia de protección civil, algunas de las cuales, echando la vista atrás, no volvería a repetir.
«No las digo, pero alguna hay. Somos humanos. Y como humanos, nos equivocamos. Gracias a Dios no han tenido trascendencia en nada. Hemos tenido más de un error», se sincera.
Y hay otras órdenes que dio, que aun siendo necesarias, llegó a pensar: «Ojalá no tuviera que haberlo hecho».
EL MOMENTO CRÍTICO
El momento más crítico a lo largo de la emergencia, confiesa, fue cuando una de las coladas, la que devoró «de manera inmisericorde» el polígono industrial del Callejón de la Gata, avanzaba con «una potencia inusitada» hacia el barrio de La Laguna.
«En ese momento pensamos: vamos a tener un problema muy gordo, mucho más grande. Cabía la posibilidad de que se abrieran las coladas más hacia el norte», recuerda Morcuende.
Entonces pasó «un momento malo, muy malo», igual que cuando hubo que sacar a las personas de sus casas, sobre todo por la noche.
«Evacuar a personas ha sido terrible, ver gente decir adiós a sus casas, pero con nocturnidad es aún mucho peor. No da tiempo a recolocarse. Es una situación muy dura», confiesa.
En general la gestión de la crisis volcánica «no ha sido fácil» porque aunque quienes trabajan en protección civil están habituados a diferentes tipos de emergencia, esta era la primera vez que lidiaban con una erupción volcánica en medio de una conurbanización.
Una de las mayores complicaciones han sido los gases, que, literalmente, «nos han vuelto locos».
La acumulación de gases nocivos, principalmente dióxido de azufre y monóxido de carbono, ha entorpecido las labores de retirada de ceniza en las zonas de exclusión, el trabajo de los científicos y las obras de una nueva carretera a Puerto Naos.
Además, ha sido una fuente de tensión con los vecinos, porque «no los olían ni veían» y, «al principio», no comprendían que se limitara el acceso a las zonas desalojadas.
Miguel Ángel Morcuende admite que ha sido duro cuando ha tenido que dar malas noticias y que «alguna noche» no durmió «todo lo que el cuerpo necesitaba. La verdad es que me ha descolocado muchas veces el volcán».
EL OBJETIVO: EVITAR VÍCTIMAS MORTALES
Por el contrario, celebra que no haya habido daños personales, más allá del fallecimiento de un vecino de Las Manchas cuyas circunstancias aún están bajo investigación.
«Se ha hecho un trabajo importante para tratar de evitar que haya víctimas mortales. Ése ha sido el primer objetivo del Pevolca. Pero es evidente que en todas las facetas de la vida tienes que contar con otro apoyo. Probablemente tiene que ver con los milagros también», indica Morcuende.
«Si ese apoyo lo hemos tenido, lo agradezco. Soy creyente. Y después de esta experiencia, me reafirmo en mi creencia», afirma.
El director técnico del Pevolca destaca el civismo y la responsabilidad del pueblo palmero, que «escucha y cumple lo que dicen las autoridades, aunque luego hay excepciones».
«Hemos sacado a gente de la zona de exclusión que iban casi en cholas (chanclas). Ha sido una excepción. Y no eran palmeros».
También ha habido otras imprudencias «no tan flagrantes», la mayoría consistentes en «acercarse demasiado para sacarse una foto».
Pero esto no deja de ser «una anécdota» dentro de una crisis eruptiva que se ha prolongado 100 días, si se incluye la semana previa en la que se detectó el enjambre sísmico que precedió a la apertura de la tierra y la salida de la lava.
Morcuende desea «una feliz Navidad» a todos los palmeros «y que no nos veamos en Esta por lo menos hasta dentro de mil años, que yo ya no estaré».
Más en serio, y teniendo en cuenta que Canarias es tierra volcánica, apostilla: «Si es posible, que no vuelva a haber un volcán que haga tanto daño en zonas habitadas».