Corría un lejano año de 1945 cuando un visionario George Orwell escribía “Rebelión en la granja”, una peculiar visión de una sociedad totalitaria, brillantemente pasmada en una ingeniosa fábula de carácter alegórico recreada en una granja donde los animales se sublevan contra sus dueños humanos y les vencen. Pero, como sucede en la realidad, esa rebelión fracasa a consecuencia de las rivalidades y envidias entre los propios animales, de entre los cuales algunos se alían con los amos que antes derrocaron, traicionando así su propia identidad y los intereses de su clase.
Mucho tiempo después, en los albores de un recién iniciado el año de 2022, un dicharachero ministro de Consumo del reino de España de nombre Alberto Garzón, afirmaba sin pudor ni rubor alguno en una entrevista concedida al periódico británico The Guardian que las macro granjas “contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan carne de mala calidad de animales maltratados”, al tiempo que calificaba como “medioambientalmente sostenible” la ganadería extensiva.
Pero, contrariamente a lo afirmado por el sagaz ministro, la realidad en nuestro país es muy distinta. En España la ganadería es familiar, sostenible y lucha cada día por ser rentable, frente a los modelos basados en macro granjas que imperan en otros países, algo que los ganaderos españoles llevan años denunciando y luchando para intentar evitar su proliferación y todo ello sin necesidad de visionarias declaraciones ministeriales que en nada ayudan a un ya de por si dañado sector.
En España hay sitio, y es necesario que existan, distintas tipologías de ganadería: ecológica, extensiva, semintensiva y familiar intensiva. Afortunadamente, todas ellas son sostenibles y luchan por ser rentables, ajustándose a los controles que marca la Comisión Europea, que son los más estrictos del mundo.
Las declaraciones del ministro Garzón en un medio extranjero son, además de inoportunas y desafortunadas, poco ejemplares ya que vierten la sombra de la duda sobre el sector ganadero español, en unos tiempos en que aspira a consolidarse en mercados exteriores, como toda la agricultura y la ganadería española, y que tiene en la calidad de sus producciones su mayor valor.
Más le valiera al ministerio de Consumo velar por que los precios fuesen justos y que se redujeran los altos costes de producción, que, si que dificultan la supervivencia de las granjas familiares, en un país como el nuestro donde cierran unas cinco granjas de pequeña y mediana dimensión por la crisis de rentabilidad que afrontan.
Libertad, decía Orwell, significa el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír, pero no significa mentir o decir medias verdades. Así nos va.