Los españoles apostamos por las libertades, por la democracia, la tolerancia y el pacifismo. Lo hicimos tras padecer una terrible dictadura que siguió a una espantosa guerra civil de hermanos contra hermanos. Las heridas de ese enfrentamiento se siguen padeciendo, incluso hoy, casi un siglo después. Nadie entonces mejor que un español para creer y defender los valores de la paz y la convivencia.
“Si vis pacem, para bellum”. Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Tras la vieja frase latina se ha forjado gran parte de la historia del mundo: solo los países suficientemente fuertes son capaces de defender su libertad y la mejor disuasión para las agresiones entre naciones es el respeto a la potencia militar ajena. Con esa doctrina se vivió durante décadas. A pesar de ello, algunas naciones se armaron poderosamente para acabar en un sangriento fracaso: dos contiendas mundiales, millones de víctimas y esas naciones devastadas. Después de la segunda gran guerra, pensamos que la humanidad había aprendido la lección. Pero hemos seguido viviendo conflictos y sufrimiento.
Los ciudadanos de la Unión Europea no pueden dar la espalda a la realidad que está ocurriendo a sus puertas. No se pueden cometer los mismos errores terribles que en el conflicto de los Balcanes. El ejército ruso ha invadido una democracia y un país soberano que estaba manifestando su deseo de integrarse en Europa y participar en una organización basada en el comercio, el progreso y la convivencia.
Da igual las razones históricas que se esgriman. O la motivación estratégica. No existe ni una sola razón que justifique que hoy estén muriendo personas y que las ciudades e infraestructuras de un país pacífico estén siendo bombardeadas indiscriminadamente. Esto no se puede defender ni justificar de ninguna manera.
Por primera vez me siento orgulloso de pertenecer a una organización de países que han sido capaces de dar una respuesta proporcionada e inteligente a un dirigente capaz de cometer un crimen de lesa humanidad como el que está protagonizando hoy Vladimir Putin. Un dirigente que incluso se permite amenazar al mundo con un apocalipsis nuclear. Las sanciones económicas decididas por la Unión Europea son extremadamente duras. La reacción a nivel internacional ha sido de un nivel inesperado para el Gobierno ruso. Y parece que se impone la sensación, incluso entre países cercanos a Rusia, como China, de que no se puede apoyar un liderazgo capaz de manejar como argumento la destrucción nuclear del planeta.
Me siento orgulloso de un Gobierno, como el de España, que se ha sumado a la Unión Europea en la adopción de medidas y en la financiación de las ayudas que sean necesarias para la resistencia del Gobierno de Ucrania y de sus fuerzas armadas ante la agresión. Porque es importante ser tan transparentes en apoyar a las víctimas como en condenar a los agresores. Aquí no caben medias tintas, ni argumentarios políticos complicados. Esto es muy sencillo: hay alguien que ataca y alguien que se defiende. Y cualquier otra lectura intenta echar tinta de calamar sobre un crimen evidente.
En momentos como estos, pertenecer a un Estado moderno, como España, integrado en una organización de defensa como la OTAN, además de orgullo, proporciona tranquilidad. Especialmente para los europeos que vivimos tan lejos del continente.
Es importante saber que no estamos solos. Que los europeos estamos dispuestos a protegernos mutuamente y que, incluso, no vamos a permitir impunidad a quienes atacan y masacran a países vecinos, como Ucrania. Creo que la gran lección que ha dado la Unión Europea es que, a pesar de contar con la poderosa fuerza militar de la OTAN, ha sido capaz de actuar con enorme serenidad y con prudencia y dar una respuesta contundente, pero no militar, a Rusia. Se ha demostrado que, a diferencia de Vladimir Putin y de otros tantos desgraciados ejemplos en nuestra historia, Europa cree en la paz con algo más que palabras.