POR PABLO JEREZ SABATER.- «Se puede ser feliz en La Gomera». Con esta sentencia finalizaba uno de sus íntimos poemas Cesarina Bento (Agulo, 1844-1910), aquella mujer que dejó la comodidad de su vida de hacendada en Cuba para regresar de nuevo a su isla para contraer matrimonio con su primo, Leoncio Bento, quizá el hombre más poderoso y acaudalado de su tiempo en La Gomera. Y dejó de escribir. Y se transformó en madre, ama de casa y mujer de un cacique demasiado influyente. Cambió la ceiba por las palmas, y con ello perdió también -quién sabe- la libertad que, siendo apenas una adolescente, tenía cuando, cuaderno en mano, escribía sus primeros poemas.
Cesarina Bento fue nuestra primera escritora, al menos, que tengamos documentada y que nos haya llegado algo de su obra. Y eso que ella misma recoge en ese cuadernillo con versos y prosa que dejó escritos varios libros en Cuba, pero nada conocemos de su existencia. Con 19 años se casó y con 19 años cesó prácticamente su labor literaria, hoy publicada de manera íntegra en un volumen editado por la Editorial Idea bajo el título de “Rastros de Ceniza”.
Quienes se han acercado a su obra han señalado la influencia del romanticismo literario de figuras como Gertrudis Gómez de Avellaneda y aparecen recogidos parte de sus poemas en la obra “Poetas Canarios” (1874) de Elías Mújica. Sin embargo, sigue siendo una figura bastante olvidada dentro de las letras canarias, incluso dentro de la propia isla.
Y si de olvido hablamos, la figura de Bohemia Pulido Salazar (Vallehermoso, 1894-1960) lo ha sido aún más. Cuando Cesarina fallecía en su Agulo natal, la poetisa del Roque Cano daba sus primeros pasos en su pueblo, aprendiendo a leer y a escribir para, apenas una década después, comenzar a publicar sus primeros poemas en la prensa local y regional. Hasta tal punto llegó su popularidad en la isla que se celebraron homenajes a su figura, se le concedieron premios literarios y llegó incluso a ser recogida por el crítico literario Sebastián Padrón Acosta en su antología sobre mujeres escritoras canarias.
Pero el tiempo, su adscripción tras la Guerra Civil a la Sección Femenina y una serie de escritos de carácter político pudieron quizá con su memoria. O no. O simplemente dejó de escribir y se invisibilizó. O se la invisibilizó. Dejó decenas de poemas publicados en periódicos que fueron recopilados hace unos años por el Ayuntamiento de Vallehermoso bajo el título “Sombras”, nombre con el que el también sacerdote portuense avanzó que sería el elegido por la poetisa para su primer libro.
Cuando Bohemia era enterrada en el cementerio de Vallehermoso (su lápida continúa allí, recordando para siempre su memoria), una adolescente recorría, con la mirada intrépida de la curiosidad, los márgenes de otro valle de La Gomera. Isabel Medina (Hermigua, 1943), no ha recogido el testigo silencioso de sus dos paisanas porque, en ella, todo ha sido sonido, libertad y expresión. Maestra antes que novelista, poeta antes que cuentista, madre antes que escritora. Premios, reconocimientos y una vida dedicada a las letras donde su isla natal ha estado presente. Y lo sigue estando. Su última obra, una novela que lleva por título “La isla que habla como los pájaros”, es una declaración de intenciones que aún está pendiente de ser presentada en La Gomera. Una calle en su pueblo la recuerda. Y la recordamos todos, porque para mí formó parte de la banda sonora de mi infancia. Pero esa es otra historia. Hoy toca hablar de ellas. Que no se nos olvide que en esta bendita isla, tres mujeres pusieron los puntos sobre las íes en un tiempo que no era para ellas, pero que, afortunadamente, ya no les niega su recuerdo y su voz.