El impuesto más injusto del mundo, la inflación, ataca con especial virulencia a las personas que peor lo están pasando. Porque para los que cuentan los euros para llegar a fin de mes, el aumento de los precios es la puntilla definitiva.
En La Gomera padecemos en mayor manera los efectos de esta nueva crisis. Los sobrecostes de la doble insularidad se están convirtiendo en algo insoportable de asumir. El incremento del precio del transporte de mercancías, de las materias primas o de los combustibles, que afecta a todos los españoles, es mayor en el caso de las Islas Canarias. Y aún mayor si hablamos de islas no capitalinas, el último eslabón de una cadena que empobrece aún más a nuestros conciudadanos.
La cesta de la compra en nuestra isla se ha convertido en una de las más caras de España. El precio de los combustibles de automoción, que es un escándalo en Canarias, desafía a los cielos en las islas no capitalinas. Esto, sencillamente, es insoportable. Y sin embargo, lo estamos aguantando.
El Gobierno de España ha salido al paso, otra vez, de una nueva adversidad. Porque parece que no bien terminamos de salir de una tempestad cuando ya tenemos que enfrentarnos a la siguiente. Como se decía antes: “no salimos de una para meternos en otra”. Tan grande es la preocupación que se van a destinar dieciséis mil millones para ayudar a las familias y a los sectores económicos, afectados por una inflación que en breve pasará del 10%, una cifra que no se veía desde hace décadas. Parte de esa ayuda llegará a Canarias. Y bien que la vamos a necesitar, aunque sigo insistiendo en que las medidas deben venir de la mano de incentivos específicos a los territorios que padecemos la doble insularidad.
Sigo esperando —y deseando— que este año sea el del cambio a mejor. Cruzando los dedos para que acabe de una vez la tragedia que está viviendo el pueblo de Ucrania y esperanzado en que el turismo no se resienta y podamos reactivar nuestra economía. Pero complicaciones como una inflación que nadie esperaba pueden dar al traste con nuestras mejores expectativas.
Las dificultades que ha atravesado la sociedad de nuestras islas con unos déficits estructurales anclados desde hace décadas, ha creado una enorme bolsa de pobreza y exclusión social. Nadie puede ser ajeno al conocimiento de tantas y tantas familias que han visto sus sueños rotos por la pérdida del trabajo o del negocio. Lo vemos quienes estamos en las corporaciones locales, al lado de los vecinos. Y lo denuncian con alarma los responsables de las ONG de Canarias, que hacen una labor admirable. La inflación exagerada que estamos padeciendo es como una chispa que cae sobre la pinocha seca en el monte: algo que puede convertirse en un imparable incendio de empobrecimiento.
Canarias importa cerca del cuarenta por ciento de su PIB de fuera de las islas. Y eso nos hace extremadamente vulnerables al encarecimiento de los fletes y a la carencia de materias primas. El incremento del precio de los combustibles es mortal para siete islas donde la única alternativa es el transporte por carretera, mayoritariamente privado. Y el precio de la cesta de la compra no ha hecho más que subir, convirtiéndose, para muchas personas, en un producto de lujo.
Tendremos que contener, entre todos, a ese monstruo inflacionario que devora nuestros recursos. El Gobierno ha puesto en marcha las primeras medidas. Y las autoridades europeas, seguramente, actuarán en breve. Pero que nadie se engañe: nos va a costar mucho más a islas como La Gomera, El Hierro y La Palma.