Dice una frase que cada uno en su casa hace lo que quiere. Pero no es verdad. Existen imperativos morales, éticos o jurídicos que nos siguen obligando, aunque sea en el ámbito de la vida personal. Por eso, el vecino que hace una fiesta en su casa debe tener en cuenta que el derecho de su familia a divertirse debe respetar el derecho al descanso del vecino de al lado.
Ningún canario puede recibir con tranquilidad la noticia del hallazgo de una bolsa de petróleo de unos mil millones de barriles en aguas cercanas a nuestras islas. Es innegable que el yacimiento se encuentra en aguas de soberanía de Marruecos y desde el punto de vista de la pura legalidad, el vecino país tiene todo el derecho del mundo a explotar esa riqueza. Pero por cuestiones de vecindad, a Canarias le tiene que preocupar, y mucho, que en las aguas cercanas al archipiélago empiecen a funcionar torres petrolíferas que perforen el lecho marino en busca del “oro negro”. Porque es valioso, pero también altamente contaminante.
Confieso que, como muchos otros, no acabo de entender lo que está ocurriendo con eso del petróleo y los minerales valiosos que se encuentran en los fondos oceánicos próximos al archipiélago. Hace algunos años, el Gobierno de España autorizó la realización de prospecciones que levantaron una encendida polémica en una parte de la sociedad de las islas, que se opuso rotundamente a cualquier tipo de aprovechamiento minero en los fondos cercanos. Algunos alegaron que esa oposición era un grave error porque, si había petróleo, o se “pinchaba” por España o se haría por Marruecos. Y que siempre sería mejor que las empresas petroleras trabajasen con las condiciones de seguridad que se exigen en España y Europa. Parece que el tiempo les ha dado la razón.
Pero no acabo de entender cómo es posible que ahora se descubra un yacimiento en una zona que ha sido tan exhaustivamente estudiada con georradares, análisis satelitales y todo tipo de nuevas tecnologías. O dicho de otra manera, no me creo que el “descubrimiento” sea una sorpresa. Lo es para nosotros, los canarios, pero no para quienes desde hace ya mucho tiempo vienen remoloneando con la matraquilla de los yacimientos petrolíferos cercanos.
El riesgo para las islas existe. Habrá que estudiar a qué distancia se van a producir las perforaciones y analizar las corrientes y los vientos que podrían afectarnos en caso de vertidos. Sería precipitado sacar conclusiones antes de tener datos científicos. No es eso lo que en este momento me preocupa.
Sería deseable que se cree un canal de diálogo entre Madrid y Canarias para discutir y definir una estrategia común en torno a potenciales y futuros aprovechamientos mineros en el suelo oceánico de soberanía española. Todo esto tendría que ser hablado y consensuado primero con el Gobierno de las islas y después, incluso, con la ciudadanía. De tal forma, que no solo sirva para tener información, sino para tener la certeza de que esas riquezas beneficiarían a las islas, en una medida adecuada.
Todos sabemos que el oro de Canarias es el sol y su mayor yacimiento es el turismo. Cada año nos ha dado miles de millones en nuestro PIB, creando empleo, desarrollo y riqueza. Y nuestra principal obligación es proteger ese recurso de posibles amenazas. Exigir que Marruecos no aproveche sus riquezas, como dicen algunos, es una lamentable pérdida de tiempo. Pero respetando el derecho del vecino a tomar sus propias decisiones, el Gobierno de España tiene mucho que decir y muchas garantías que exigir. Y sobre todo, tiene mucho de lo que informar a Canarias para construir una estrategia común en la que sepamos cómo, cuándo y dónde se van a defender nuestros intereses.