Resulta curioso cómo en buena parte de los discursos masculinos se presentan como antagónicos el feminismo y los derechos humanos. Se entiende que quienes no han prestado atención ni a la Historia, ni a la Teoría Política y, sobre todo, al Derecho, tengan más dificultades para poner en concepto diferentes cuestiones. Pero, para comprender la lucha por la igualdad, basta un poco de buena fe y el sentido común para entender que quienes tienen los privilegios se hacen renuentes para soltarlos.
El cinismo es otro asunto. Porque ahí yace una evidente intencionalidad maliciosa. Y a eso nos estamos acostumbrando, pasando por alto que los medios de comunicación hagan de lavadoras blanqueantes. Comenzaron por presentar como «limpios» a quienes roban a manos llenas a la ciudadanía aprovechando su acceso a la caja común para beneficiar a su clan, como ocurre en la ingente cantidad de casos de corrupción que padecemos en España. Pero ya se sale hasta en defensa de agresores sexuales condenados.
Una agresión sexual no es fruto de «una mala noche» y jamás puede ser culpa de la víctima, quién, por supuesto, no solo tiene el derecho a retomar su vida, sino que es la sociedad la que está obligada a facilitarle las cosas para que así sea.
Sorprende que los medios traten de atraer las simpatías de la ciudadanía desgranado el prometedor futuro del joven futbolista que tuvo un «desliz» convirtiendo al victimario en la víctima y a esta en la culpable o, al menos, en la poco razonable persona que no es capaz de comprender que en todo lo demás es una bella persona y sabe regatear con las dos piernas. Quizás sea esa es la mejor estrategia inventada en las últimas décadas: conseguir que sintamos compasión por los que roban, los que violan y los que matan.