Desde Agrupación Socialista Gomera hemos sido pioneros en la denuncia, desde hace ya bastante tiempo, de la manera en que se ha construido Canarias desde el punto de vista de su arquitectura institucional. Porque es evidente que está muy mal hecha. La concentración de las sedes autonómicas en dos islas y dos capitales es una anomalía democrática que ha tenido sus inevitables consecuencias. Lo demuestran muy claramente la distribución poblacional y los desequilibrios económicos y de calidad de vida de los canarios.
No es un hecho endémico de nuestras islas. En este momento también está abierto el debate en el ámbito del Estado con la reclamación de Comunidades Autónomas que protestan por un centralismo que ha concentrado en Madrid todas las instituciones y organismos de una gran administración pública. Los desequilibrios en la ubicación de las sedes del poder ya no tienen justificación. Si todos somos parte del Estado viene a cuento que la Administración del Estado sea también parte de todos y no solo de unos pocos.
Cuatro décadas de democracia en Canarias han logrado una evolución positiva de la sociedad. El desarrollo en los servicios públicos, en las infraestructuras y en el progreso social es innegable. Pero existen debilidades que seguimos padeciendo a consecuencia de que somos un territorio fragmentado con unos condicionantes marcados por la lejanía y unos déficits estructurales de enorme calado que son, entre otros factores, el origen de la pobreza y la exclusión social que padecemos en tasas superiores a las del resto del Estado.
Si miramos la realidad de nuestras islas en la actualidad, se pueden percibir clarísimos puntos de fractura. Uno es la acumulación de población socialmente deprimida en los cinturones de los barrios periféricos de las áreas metropolitanas y en las zonas turísticas. Otra es el estancamiento económico y el envejecimiento poblacional de las llamadas Islas Verdes. Una cosa y la otra están íntimamente relacionadas.
El factor de crecimiento económico de Canarias ha sido, en estos cuarenta años, la venta de servicios turísticos. Todo, en las islas, desde la agricultura a la industria, desde los puertos a los aeropuertos, ha estado marcado por ese sector de éxito. Las dos grandes áreas metropolitanas se han especializado para convertirse en centros administrativos —con decenas de miles de empleos públicos— y nodos comerciales de redistribución de mercancías al resto de las islas. Y las cuatro islas que lograron mejorar su conectividad aérea, se incorporaron a la explotación intensiva del turismo.
A estas alturas ya no cabe ninguna duda de que hay que plantearse corregir el modelo de crecimiento de Canarias: el de quienes han crecido mucho y el de quienes no lo han hecho. Y debemos preguntarnos si la administración no debe jugar un papel distinto al que ha desempeñado hasta ahora: uno que fomente la corrección de desequilibrios, que procure una misma calidad de vida, de servicios y de oportunidades para todos los ciudadanos de las islas, con independencia del lugar en el que vivan.
Hablar de la “Canarias vaciada” es una parte esencial de la discusión del Archipiélago que queremos ser, aunque sea algo de lo que nunca se ha querido hablar. Los sobrecostos de la doble insularidad, la falta de oportunidades para la gente joven o la deficiente prestación de servicios públicos son solo algunos de los problemas que se padecen en las llamadas Islas Verdes. Esas islas en las que se padece una brecha de riqueza y conectividad en comparación con el desarrollo y las posibilidades de otros territorios del Archipiélago.
Cuarenta años después del comienzo del camino de la democracia, nos planteamos realizar cambios estructurales en nuestra tierra. Queremos realizar un cambio en el modelo de producción de energía, en el respeto al medio ambiente o en la transición al mundo digital. Y en esta época de grandes cambios, es también el momento de recapacitar en qué hemos acertado y en qué nos equivocamos.
Haber creado una brecha cada vez mayor entre los canarios de unas islas y los de otras ha sido uno de nuestros principales errores. Un error que no se puede corregir solamente con solidaridad, sino que necesita de instrumentos y estrategias económicas y sociales de desarrollo. En Agrupación Socialista Gomera tenemos muy claro lo que necesitan nuestras Islas Verdes y pretendemos conseguirlo, simplemente porque es de justicia.