Esta pasada semana se han reunido jóvenes de toda España en La Gomera, para participar en un encuentro en el que han escuchado testimonios verídicos de superación, de esfuerzo y de valores sobre los que crecen las personas íntegras. Y reconozco que algunos de esos ejemplos de superación personal son realmente impresionantes.
Cada generación se enfrenta siempre a incertidumbres y adversidades. Tenemos a los jóvenes mejor preparados. Sin embargo, el desempleo juvenil en nuestras islas sigue siendo uno de los principales retos. En estos últimos tres años hemos avanzado, aunque los esfuerzos deben ser mayores porque toca facilitar que estos nuevos talentos se queden aquí y no tengan que marcharse como lo hicieron las generaciones pasadas.
La realidad de hoy es muy diferente a la de hace cincuenta años. Hoy no somos pobres, ni analfabetos. Pero seguimos padeciendo algunos déficits estructurales que nos colocan con tasas de desempleo juvenil por encima de lo que quisiéramos. Discutir estas cuestiones en Canarias, desde la serenidad y la responsabilidad, se hace casi imposible porque cualquier debate que surge en las islas enseguida se convierte en una estéril pelea electoral, de atribución de culpas y responsabilidades que, en realidad, son de todos y de todas.
Cada año, cuando se habla de los Presupuestos Generales del Estado o de los de la Comunidad Canaria, se produce un choque de trenes entre quienes siempre quieren más y quienes defienden que hay más para los que menos tienen. De alguna manera se está transmitiendo a la sociedad la ilusión de que es en las cuentas públicas donde se solucionan los problemas de la gente. Por supuesto que los presupuestos públicos son muy importantes y tienen una enorme trascendencia y un peso específico grande en la economía de nuestro país. Pero lo que realmente produce el avance social es la economía productiva: la riqueza que generan las empresas y los trabajadores, que es de donde salen los impuestos a las rentas del trabajo y del capital o los que gravan el consumo, que nutren las cuentas públicas. Las sociedades muy pobres no pueden tener grandes presupuestos.
Es verdad que los últimos años han sido una sucesión de calamidades que no solo nos han afectado a nosotros, sino que han puesto a Europa entera en situaciones de profundo colapso social y económico. Pero nuestros problemas no son de ahora, sino que cargamos con ellos con la resignación de un viajero que lleva una vieja y gastada maleta casi desde el comienzo de su andadura.
Tenemos excelentes universidades y centros de formación que preparan a las mejores generaciones de profesionales. Tenemos un sector turístico que se ha consolidado como uno de los mejores destinos del mundo. Hemos construido grandes infraestructuras de comunicaciones, puertos y aeropuertos, que han mejorado la conectividad del archipiélago. Contamos con seguridad jurídica y unos servicios sanitarios del primer nivel europeo. ¿Qué es, entonces, lo que tenemos que mejorar para darles las oportunidades que se merecen a nuestros jóvenes? ¿Y qué tenemos que hacer para que la riqueza que se genera en Canarias se distribuya de mejor manera a través de mejores salarios y facilidades para emprender una aventura empresarial propia?
Alguna vez, cuando tengamos tiempo, tal vez podamos sentarnos, como los jóvenes que han estado en La Gomera, para hablar de forma constructiva y propositiva de los grandes cambios que tenemos que producir. Tal vez lo hagan ellos, estos jóvenes mejor preparados, si son capaces de aprender que lo que hace avanzar a las sociedades no es el sectarismo inútil y la confrontación, sino la capacidad de diálogo y el consenso que los de mi generación, por lo visto, hemos perdido.