Los políticos de Tenerife y Gran Canaria están ahora mismo resucitando el proyecto del tren para cada una de las dos grandes islas capitalinas. Estamos hablando, a grosso modo, de unos cinco mil millones de inversión. Para ellos es la única salida para el más de millón y medio de coches privados que se mueven en esas dos islas causando colas interminables a determinadas horas de la mañana y la tarde.
¿La única salida? Pues no. Claro que no. Hace ya mucho tiempo que se aconsejó, por los expertos, la creación de carriles dedicados exclusivamente a las guaguas o a los vehículos de alta ocupación. Esas vías exclusivas serían el primer paso para dar una solución de movilidad a los atascos que se producen en las carreteras de Tenerife y Gran Canaria en hora punta. Pero esos carriles nunca se han hecho. Como tampoco se han cambiado los horarios de grandes centros educativos o sanitarios, para evitar que todo el mundo se esté moviendo a la misma hora en las carreteras para entrar en sus trabajos. Ahora el objetivo parece apostar por el transporte ferroviario.
Digo todo esto porque las islas occidentales hemos sido abandonadas a nuestra suerte en esta materia. Hace unos días volvía a poner sobre la mesa una cuestión inaplazable: la creación de una Obligación de Servicio Público entre las Islas Verdes. Esta propuesta es una actuación prioritaria si lo que queremos de verdad es la cohesión de Canarias. No tiene sentido que a día de hoy las islas de La Palma, El Hierro y La Gomera no estén conectadas entre sí, y un trayecto desde uno a otro de estos territorios dure más que un desplazamiento hasta Madrid.
Pero no es el único problema, porque seguimos padeciendo la estrangulación que sufre el Puerto de Los Cristianos. Durante más de dos décadas la solución que se nos dio fue la construcción del puerto de Fonsalía. Pero nunca se hizo realidad. Se hicieron vías de acceso, se presentó el proyecto sobre el papel, pero a la hora de la verdad se plantearon razones medioambientales para descartar su construcción. Entre ellas las afecciones que los barcos podrían producir en la fauna marina que está entre La Gomera y Tenerife. Una razón muy frágil, porque existen soluciones técnicas de navegación para impedir causar daños a estas especies y porque la actual ruta hacia Los Cristianos es, a esos efectos, exactamente igual de dañina.
Aún aceptando que se descartara Fonsalía, cabría esperar que a cambio se mejorasen los accesos al colmatado y estrangulado Puerto de Los Cristianos. Pero nada más lejos de la realidad. El nuevo puerto hacia las islas no capitalinas decayó y a día de hoy tampoco se ha tomado ninguna medida eficaz para mejorar la vida de los ciudadanos que padecen todos los días colas y atascos en sus comunicaciones marítimas con las islas occidentales.
Al hilo de la discusión sobre la cuestión demográfica en Canarias cabe preguntarse cómo no va a existir una desigual distribución de la población en las islas si no se fomenta una similar conectividad para cada una de ellas. Desarrollar los grandes proyectos de comunicación en las dos islas más pobladas supone arrojar gasolina al fuego de los problemas ya existentes en esos territorios. Supone apostar por más población en un suelo limitado que ya no soporta mayores impactos ni cargas. Supone seguir construyendo Canarias sobre el desequilibrio y la desigualdad.
No estoy, ni muchísimo menos, contra el desarrollo de las inversiones en los trenes. Lo único que me permito decir es que en la cola de la mejora de las comunicaciones hay canarios y canarias que ya llevamos esperando muchos años por soluciones que nunca llegan. Y que a la hora de buscar financiación para proyectos que beneficien la vida y las oportunidades de los canarios, también deben tenerse en cuenta a quienes no viven en los dos territorios más poblados.
Los habitantes de las islas occidentales pagamos la cesta de la compra más cara y el precio de los combustibles más alto. El costo de la vida es mayor en la ultraperiferia y las oportunidades son mucho menores. Y para que todo eso cambie, es fundamental que en esta región se establezca un sistema de comunicaciones interinsulares fácil, barato y fluido que permita a los canarios saltar sobre el mar. Hacer lo mismo de siempre solo agravará los problemas de siempre. En La Gomera, La Palma y El Hierro tampoco queremos perder el tren del futuro.