Dice la leyenda que Felipe II, después de fracasar en su asalto a Gran Bretaña con la Armada Invencible, dijo aquella famosa frase: “Yo no mandé mis barcos a luchar contra los elementos”. ¿Qué hubiera dicho si, a pesar de las tormentas, hubiese ganado?
Los partidos políticos que firmamos el llamado Pacto de las Flores queríamos transformar Canarias, luchar por la justicia social, proteger a los más vulnerables y mejorar los servicios públicos. Lo que no sabíamos, cuando sellamos ese compromiso, es que además de todo eso tendríamos que enfrentarnos a una pandemia mundial, a la mayor crisis turística vivida en nuestra historia, al colapso de los intercambios comerciales y de las economías de la zona euro, a los efectos de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, a la guerra de Ucrania y a un terrible volcán nacido en el corazón de la isla de La Palma. Y a todo eso, sin embargo, le hemos hecho frente sin desfallecer.
El balance de estos cuatro años, a pesar de tantas calamidades, es extraordinario. He dicho más de una vez que formamos el mejor gobierno para los peores tiempos. Aquella otra crisis de 2008, una profunda depresión económica por el colapso del ladrillo, causó enormes daños en nuestra sociedad y especialmente en las familias más vulnerables. Y la manera en que se afrontó fueron recortes y subidas de impuestos que destrozaron a la clase media y dejaron secuelas de las que tardamos años en empezar a recuperarnos. Los gobernantes de entonces pusieron las cuentas públicas por encima de los ciudadanos y el balance de resultados por encima de las vidas de las familias.

 

A pesar de lo que hemos sufrido en estos tiempos convulsos, el Gobierno de Canarias ha sido capaz de ayudar a los que más lo necesitaban con la mayor inversión en gasto social que ha existido en la historia de las islas, con el refuerzo de sectores fundamentales del Estado del Bienestar, como la Sanidad y la Educación. Fuimos una comunidad ejemplar que desarrolló con eficacia admirable un enorme plan de vacunación que salvó un número incalculable de vidas. Nos ocupamos y preocupamos por ayudar a los autónomos y pequeñas empresas a quienes canalizamos mil ciento cuarenta millones en ayudas directas y en un tiempo récord. Mantuvimos vivo al tejido empresarial turístico, comercial y de ocio, que, cuando pasaron los efectos demoledores de la incomunicación obligada por la pandemia, se reactivó y comenzó a funcionar a pleno rendimiento.

 

Hay que estar muy ciego para no ver que las cosas se han hecho bien. Y para no admitir el trabajo realizado, a pesar de que todo estaba en contra. Nadie que tenga un mínimo de sentido común puede dejar de aplaudir que el gobierno haya decidido apostar por mantener la calidad de vida de los mayores, aumentando las pensiones de jubilación al Índice de Precios al Consumo, para evitar que aquellos que trabajaron toda su vida y nos sacaron adelante pasen dificultades en los últimos años de su vida.
Cuando estamos llegando al final del mandato, creo que los partidos progresistas que firmamos el Pacto de las Flores podemos sentirnos legítimamente orgullosos. A pesar de los errores cometidos, que los hay, y de las dificultades a las que nos hemos enfrentado, el saldo es claramente positivo.
Hay cuestiones que siguen pendientes, por supuesto. Los “grandes temas” de Canarias que nadie, nunca, ha resuelto. Ahí está el problema eterno de la diversificación de nuestras fuentes de riqueza, para complementar el éxito de nuestra vocación turística, y que condiciona a otros déficits estructurales como la pobreza y la exclusión social. Y el problema de una administración pública que necesita de una reforma profunda, simplificando normas y promoviendo la productividad y la eficacia, además de la planificación de cada territorio insular.
A cambio, hemos impulsado un desarrollo nunca visto en materia de energías renovables, que no solo son fundamentales en la lucha contra el cambio climático sino que suponen mayor soberanía energética para las islas y un ahorro sustancial en la dependencia de compras de derivados del petróleo.
Hay trabajo que hacer. Pero hemos gobernado desde la responsabilidad y el compromiso. La responsabilidad pública es un carrera de relevos que consiste en hacer lo que se tiene que hacer cuando te toca, solventar los problemas y mejorar la vida de las personas, para entregar después el testigo a quienes los ciudadanos decidan que deben hacerse con eso que los clásicos llaman el timón de la historia. Si nos toca otra vez a quienes hemos entregado nuestro esfuerzo en estos cuatro años, aún nos quedan grandes retos que asumir. Pero si los ciudadanos tienen otra opinión, nuestro deber será colaborar lealmente para seguir defendiendo esa Canarias más justa en la que creemos.