El nombre de Amaro Pargo ha quedado grabado en la historia como uno de los más temidos y respetados corsarios del Caribe en el siglo XVIII. Su audacia y habilidad para surcar los mares lo convirtieron en una figura legendaria, y uno de los episodios más destacados de su carrera fue el asalto al barco holandés en enero de 1722.
Amaro Pargo inició esta última etapa de su carrera como capitán y corsario al servicio de la Compañía de Honduras, bajo el patrocinio del Marqués de Montesacro y el Rey Felipe V. Su labor consistía en reactivar el comercio del cacao en la región de la Nueva España en el Caribe y pagar los tributos correspondientes al rey por cada transacción realizada. El tributo establecido era del 5%, una tasa relativamente baja en comparación con períodos anteriores, con la esperanza de fomentar el comercio y aumentar los ingresos para la Corona.
Como parte de su función en la Compañía de Honduras, a Amaro Pargo se le asignó un barco llamado Nuestra Señora de la Concepción, conocido como El Blandon. Esta embarcación se le entregó en Cádiz, y se convirtió en el principal medio de transporte para llevar a cabo sus rutas comerciales entre La Guaira, Veracruz y La Habana, estableciéndose como uno de los más destacados comerciantes de cacao en todo el Caribe.
Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada a Amaro Pargo cuando su barco, El Blandon, naufragó frente a las costas de Yucatán, México, durante un violento huracán. La proa de la embarcación quedó destrozada y el corsario se vio obligado a buscar refugio en las costas de Campeche en 1719. Ante esta situación, el Rey decidió financiar la construcción de un nuevo barco para Amaro Pargo, al cual llamó Las Potencias del Cristo de San Román. Esta nueva nave, armada con 40 cañones (aunque con capacidad para 58), era una réplica de la Nuestra Señora de Guadalupe, un barco emblemático de la Armada de Barlovento que había naufragado en tierras dominicanas en 1708. Los restos de este último hallazgo permitieron conocer detalles precisos sobre la construcción y características del barco de Amaro Pargo.
En 1722, con su nuevo barco, Las Potencias, completamente terminado, Amaro Pargo se dirigió hacia La Guaira. Durante su travesía, se encontró con un barco negrero holandés, proveniente del Río Esequibo en Surinam y con destino a Zelanda, en Holanda. El barco holandés, conocido como «Duynvliet», era un prototipo novedoso con doble cubierta diseñado para transportar esclavos de manera más eficiente. Estaba bajo el mando del capitán Cent Rylez y llevaba a bordo a 60 tripulantes, recién habiendo vendido a 347 esclavos traídos de Luanda, Angola.
Amaro Pargo, capitaneando Las Potencias y acompañado por su hermano José Felipe Rodríguez, decidió abordar al barco holandés. Con una tripulación de 200 hombres, en su mayoría canarios, llevaron a cabo una audaz operación y se apoderaron de todo el botín. Este asalto se convirtió en uno de los más importantes de su carrera hasta ese momento, consolidando aún más su reputación como corsario temible y exitoso.
Tras asegurar el tesoro obtenido, Amaro Pargo se encargó de realizar los trámites necesarios para regresar a España. Entregó Las Potencias del Cristo de San Román a la Nueva Armada Real, que estaba siendo reorganizada por el rey, y emprendió el viaje de regreso a las Islas Canarias. Con este asalto al barco holandés, concluyó su etapa como corsario, dejando un legado de audacia y valentía que lo convertiría en una figura inmortalizada en la historia marítima del Caribe.
El asalto de Amaro Pargo al barco holandés en enero de 1722 se convirtió en uno de los episodios más notables de su carrera y dejó una huella imborrable en la historia de la piratería y la navegación en el Caribe. Su valentía y determinación se unieron en un acto audaz que resuena hasta el día de hoy, recordando a un hombre que desafió las adversidades y conquistó los mares con su astucia y coraje. Regresó a Canarias dónde con el botín obtenido se convirtió en un próspero hacendado.
Este artículo no hubiera sido posible sin la información que de forma desinteresada me dejó el investigador canario Marco Polo. Sin su ayuda no hubiera podido entender este pasaje de nuestra historia.
Gracias por leerme.
Carlos Jesús Pérez Simancas