Esta semana celebramos en La Gomera las fiestas colombinas, que este año dedicamos al encuentro con Chile, un país donde también se registra la huella de una pequeña comunidad de canarios. Como algunos otros países hispanos, significativamente México, tras el golpe de Estado de 1936 y la posterior guerra civil, Chile también recibió con los brazos abiertos a miles de emigrados forzosos, lo mejor de aquel país que se iba a convertir en el cementerio de un millón de almas. Los exiliados políticos españoles de aquel barco de la esperanza llamado Winnipeg encontraron las puertas abiertas de ese país hermano que recibió a todos los que habían perdido su país, su hogar y su futuro. Allí pudieron encontrar otra vez las tres cosas.
Nuestras islas fueron un lugar de emigración durante los tiempos más oscuros del hambre o la represión política. Como bien se ha escrito, un pueblo que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo. Y para nosotros es muy importante recordar de dónde venimos. En estos tiempos políticos tan crispados y convulsos es más relevante que nunca señalar que el bienestar y la libertad que hoy disfrutamos no es un regalo, sino el fruto del entendimiento, la generosidad y la tolerancia de una generación que conquistó la democracia para todos.
Canarias vive ahora, de nuevo, una situación de enorme incertidumbre ante el repunte migratorio. Miles de personas desesperadas huyen de países del vecino continente buscando una nueva vida en Europa. Y es más importante que nunca que la ruta atlántica, que se ha convertido en una tumba para muchísimos seres humanos, esté en el horizonte de las preocupaciones de Madrid y de Bruselas. Que no se repitan las terribles imágenes de hacinamiento y maltrato que hemos vivido hace no mucho tiempo debido a la falta de preparación y de infraestructuras para atender la llegada masiva de tantas personas.
Pero no son tiempos fáciles. El futuro político se encuentra sujeto a una enorme incertidumbre, con la amenaza cada vez más real de la posible convocatoria de unas nuevas elecciones y unas negociaciones extremadamente difíciles para formar un nuevo gobierno. Para Canarias es fundamental que sus urgentes necesidades formen parte de la agenda del actual y del futuro ejecutivo de España. Pero la realidad es que existe una derecha reaccionaria partidaria de la recentralización del país, algo que sería sumamente lesivo para un territorio lejano y ultraperiférico como el nuestro. Por la izquierda, la conformación de un gobierno progresista estaría basada en el protagonismo de las minorías nacionalistas catalana y vasca, un escenario donde las reivindicaciones de los territorios más pobres del Estado podrían perder protagonismo.
En este contexto resulta fundamental que las fuerzas políticas que representamos a los canarios y canarias, cualquiera que sea nuestra ideología, encontremos un espacio común de entendimiento. El mantenimiento del Estado del Bienestar y los logros sociales conseguidos en los últimos cuatro años han estado basados, no nos engañemos, en la solidaridad del Estado y de la Unión Europea con el objetivo de la cohesión social. La profunda crisis económica que vivimos con el cero turístico y los efectos de la pandemia se pudieron superar sin graves fracturas sociales gracias al esfuerzo financiero que se canalizó para auxiliar a las economías europeas más afectadas.
Es fundamental que sigamos defendiendo la existencia de esas políticas basadas en tratar desigualmente a los desiguales. Seguir levantando la bandera de la solidaridad y la justicia social como un modelo de sociedad antagónico del egoísmo de que quienes más tienen sigan acaparando mayor riqueza; sean personas o territorios. Ese es el gran reto al que nos enfrentamos y que trasciende a nuestras diferencias ideológicas y viejos demonios familiares canarios. Nos jugamos mucho en los próximos meses y conviene no perder de vista que solucionar los retos a los que nos enfrentamos nos afectará igualmente a todos.