Sito Simancas Foto: Jaleo Press Comunicación
Carlos Jesús Pérez Simancas

Por Carlos J. Pérez Simancas.- En la conmemoración de su nonagésimo aniversario de vida, quiero rendir mi humilde tributo a alguien que ha marcado mi existencia, desde el mismo día que nací: mi abuelo Sito Simancas. Portar el título de «el nieto de Sito» es un honor que llevo con mucho orgullo y que me genera mucha responsabilidad. Estar a la altura de lo que significa eso, siempre ha sido una máxima para mí.

En esta ocasión única, quiero relatar una anécdota que refleja la esencia misma de mi abuelo y su destreza para orquestar momentos memorables, empleando su imaginación y su intuición, como sus herramientas para solventar cualquier desafío técnico. Esta crónica nos transporta a una época donde la tecnología no concebía la portabilidad y facilidad de la actualidad, de poder escuchar música de manera autónoma en cualquier parte. Habría que esperar a la década de los 80, para que los ‘Walkman’ hicieran su aparición en nuestras vidas. Cosas como USB o ‘Bluetooth’, eran más propias de la Ciencia Ficción que de la vida cotidiana.
Así que, con estos mimbres, quiero contarles una anécdota sobre mi abuelo. Nos vamos a finales de los años 60. E iniciamos nuestra historia con el regreso de un hombre que había abandonado su tierra natal en La Gomera en busca de horizontes más promisorios en Venezuela. Su misión en la isla era clara y emotiva: declararse en matrimonio ante su eterna novia, en el idílico entorno del barrio de Imada. Este hombre deseaba un gesto triunfal, una entrada majestuosa al barrio de Imada al compás de «las Mañanitas» de Vicente Fernández. Una canción que por aquellas épocas evocaba el comienzo de fiestas familiares, onomásticas y tenderetes en general.
No obstante, la cuestión en juego era cómo materializar este deseo en una era desprovista de dispositivos portátiles de música. En esta coyuntura, mi abuelo Sito Simancas, propietario de los altavoces de Radio Ritmo (con los qué amenizaba los bailes de por aquel entonces), hizo su magia buscando una solución creativa y curiosa a la vez. Ya que el sueño de aquel hombre era firme, y su recompensa por hacerlo realidad era más que generosa.
La estrategia concebida resultó ser de una genialidad sorprendente: se contrató a un hombre con un burro y se equiparon ambos costados del animal con los altavoces verdes de Radio Ritmo. El aparataje técnico para esta empresa creativa, consistía en un generador eléctrico portado por un hermano y un primo del novio, mientras que el miembro más joven de la familia se ocuparía del tocadiscos. Algún tropiezo hacía que la aguja saltara y había que empezar de nuevo, con aquel extraño ritual. Con la canción en bucle bajarían por aquel polvoriento camino. En la plaza de Imada, mi abuelo Sito esperaría, a la ruidosa comitiva, aguardando el momento adecuado para proclamar su distintivo grito de: «¡Atención!, ¡Atención!».
El momento crucial llegó, y la música se elevó gradualmente, con el fin de no espantar al asno y garantizar una entrada triunfal. La música retumbaba en aquellas paredes rocosas, el «rebumbio» era considerable y la expectación fue creciendo según se acercaba la música. El novio, elegantemente vestido y acompañado por la música de Vicente Fernández, surcó los caminos de Imada de manera gloriosa, arrodillándose finalmente para pedir la mano de su amada. La escena fue como él quiso, su amada suspiraba porque había vuelto de allende los mares y el pueblo sabría que habría boda. Más de un chiquillo ya empezaba a salivar pensando en galletas, rosquetes y algún dedal de anís.
Estas vivencias son solo una pequeña muestra de las incontables anécdotas que marcan la vida de mi abuelo. Algunas las escuché de primera mano y otras las viví junto a él. Mi abuelo ha dejado un legado en todos nosotros, de esos, que se imprimen con la tinta de la creatividad, la pasión y la alegría siempre perenne en su rostro. Nos ha dejado una huella imborrable en el alma de aquellos que tuvimos el privilegio de cruzarnos en su camino. En su 90º aniversario, celebramos no solamente un número, sino una vida repleta de momentos que han encendido risas, sueños y anhelos realizados en más de una generación de gomeros. ¡Feliz cumpleaños, abuelo Sito! Que tu música y tu alegría continúen iluminando nuestras vidas.
Atentamente,
Tu nieto Carlitos.