Basta con mirar a nuestro alrededor, a nuestros barrancos, costas y montañas para darnos cuenta de la absurda deriva, tan dañina, que hemos seguido en nombre del progreso, del empleo, del beneficio económico de unos pocos.
Esos mantras universales que se repiten hasta la saciedad, han servido para justificar y validar cualquier atropello intencionado.
Ahora retorcemos la ley, fraudulentamente, y declaramos toda iniciativa privada como de interés general, insular o estratégico para Canarias.
En unos despachos se diseña el negocio que se avala desde las administraciones públicas. De esta forma, se les protege y se agilizan trámites, ayudas, acceso a subvenciones, tras la utilización de unas figuras legislativas creadas para la necesidad pública, y no para proteger la necesidad privada con privilegios incluidos.
Lamentablemente, la destrucción continuada ha sido y es avalada por la clase política actual, que sigue al servicio de los intereses de foráneos y no sirviendo a los de quienes aquí vivimos en nuestra Tierra, nuestro País Canario.
Este Archipiélago es capaz de generar riquezas para cualquiera, mientras se convierte en fábrica de una sociedad civil canaria diezmada y cada día más pobre.
Los datos e indicadores socioeconómicos lo ratifican y son de público acceso para quienes deseen contrastarlo.
Los canarios y canarias seguimos viviendo en la inconsciencia dañina de nuestro propio abandono y conformismo.
Aguantamos todo tipo de tropelías y andanzas, carretas y carretones, sin cuestionar absolutamente nada.
Y a quienes cuestionan algo, se les señala para silenciarlos. Dicen que es democracia, cuando es persecución descarada.
Discrepar de las políticas del poder establecido es cada día un acto de valentía para quienes se atreven a hacerlo.
El clientelismo político, las subvenciones para el silencio, tienen intoxicado cada posible rincón de libre pensamiento y discrepar y proponer otras vías a los problemas tiene sus consecuencias hoy.
En Canarias, al menos hasta la fecha, no hemos sido capaces de poner límites y decir basta, a un modelo de desarrollo que se ha convertido en una auténtica destrucción del encanto y del valor real de nuestro territorio y de la calidad de vida.
Ya lo dijo la prensa :somos pobres pero felices.
Canarias como territorio es limitado, frágil, inmensamente rico en biodiversidad y endemismos. Ser Archipiélago e islas nos condiciona. Pero parece que nada importa.
Nuestros políticos, que ya dejaron de ser nuestros representantes desde hace mucho tiempo, ven nuestras islas como un solar donde cada centímetro da cuadrado es susceptible de ser destruido o construido o regalado, sin contemplaciones.
No hemos sido capaces de tomar la palabra, ni la iniciativa y ni la acción como sociedad civil para implicarnos en nuestro destino con absoluta responsabilidad.
Hemos caído en la dejadez, la abulia, la apatía, la comodidad de dejar a otros que marquen el rumbo y deriva del desarrollo en Canarias.
Nadie cuenta con los isleños e isleñas, planifican, en nuestra tierra Canaria, como si fuese el patio particular de su casa, que les sirve para todo tipo de negocio. No les importa, en absoluto, nuestro bienestar, calidad de vida y menos aún un empleo digno bien remunerado.
El territorio se vende a manos extranjeras con suma facilidad. Se cambia sin rubor la calificación del terreno rural o rústico a urbanizable, en un visto y no visto, para que otros puedan ejecutar sus particulares megaproyectos faraónicos que tienen como objetivo:
▪️Extraer riqueza a costa de nuestro territorio.
▪️Acogerse a la Reserva de Inversión de Canarias para no pagar impuestos.
▪️Llevarse fuera del Archipiélago Canario los beneficios de su negocio para no invertir tan siquiera una parte en el bienestar y mejora de la calidad de vida de la sociedad Canaria.
▪️Nos dejan salarios bajos de miseria, nos acusan de falta de productividad para justificar su egoísmo.
▪️Exigen contraprestaciones de servicios e inversiones de todo tipo para su particular beneficio y mejora del negocio como si les debiéramos la vida.
Podemos seguir con la lista de descripciones de consecuencias y atropellos. Pero lo cierto es que mientras más territorio perdemos más Soberanía cedemos y limitamos cualquier capacidad de decisión y reacción, para dar un giro a este disparate que vivimos en el día a día.
Cuando un país- Archipiélago como Canarias no ejerce su capacidad de reclamar sus derechos, desde la mayoría de edad que debiera tener como sociedad, es que falla la autoestima y gobierna el miedo de la sinrazón.
Cuando la sociedad Canaria teme asumir la responsabilidad de dirigir su destino, para tomar decisiones propias, que no son otras que, las que necesita para mejorar su calidad de vida, es que nos gobierna la inconciencia.
Si Canarias, no es capaz de respetar y poner en valor la riqueza de su territorio, su biodiversidad, su espacios naturales, sus riquezas marinas, sus cielos, sus puertos y Aeropuertos que son la llave de entrada y salida de su tierra. La necesidad de una Hacienda Canaria propia de verdad que controle los recursos económicos generados aqui y seamos capaces de reconocerlos como nuestra principal fuente de ingresos para avanzar hacia un desarrollo verdaderamente SOSTENIBLE.
Mientras como sociedad civil no demos un paso al frente para hacernos con las riendas de nuestras vidas aquí, seguirán siendo otros quienes diseñen a su antojo nuestro devenir y el 37% de la población isleña seguirá viviendo inmersa en la pobreza y crecerá la cifra.
En nuestras manos está ponernos en marcha para recuperar el terreno perdido en todos los ámbitos, y comenzar a demostrarnos que, en esta tierra nuestra, somos personas capaces y cualificadas para dirigir nuestro Archipiélago, de manera que se gobierne y se decida en base a lo que Canarias y sus gentes necesitan.
En territorios limitados, acotados y fragmentados como el nuestro, debiéramos ser más exquisitos y meticulosos con la dirección que se decide tomar.
Nuestra capacidad de soportar cargas es muy limitada, no todo vale, ni todo cabe sin límites.
Si destruimos nuestro entorno, no solo perdemos nuestra identidad territorial que nos diferencia, sino que perdemos nuestra principal fuente de ingresos y su atractivo.
Ricardo González, Secretario Nacional de Organización de Liberación Canaria