Con el telón de fondo de la celebración de FITUR, una de las ferias turísticas con mayor prestigio internacional, los datos del sector correspondientes al año pasado nos explican mejor que cualquier discurso la realidad de Canarias: dieciséis millones de turistas y veinte y dos mil millones de euros de facturación. Nuestra región es, por derecho propio, uno de los destinos más importantes del mundo.
La venta de servicios turísticos no solo crea empleo en los hoteles y apartamentos, además sostiene a la restauración y el comercio y potencia la agricultura y la industria regional creando un mercado interior donde se multiplica el número de consumidores. Ese éxito de Canarias como destino turístico ha permitido, desde los años setenta, el crecimiento de la prosperidad en las islas, ha mejorado nuestra conectividad y ha dado trabajo a una creciente población.
No existe ninguna actividad productiva que no tenga luces y sombras. Como cualquier otro sector económico, el turismo tiene efectos sobre el medio ambiente y sobre el paisaje de nuestras islas. Lo mismo que las grandes infraestructuras públicas, los polígonos industriales o los propios núcleos residenciales donde vivimos los canarios. El hecho que debemos poner en la balanza es la rentabilidad social de unas cosas y de otras. Las acciones que debemos acometer, en el caso del turismo, deben centrarse en minimizar los efectos negativos, maximizando los beneficios para toda la sociedad.
Algunas voces llevan tiempo reprochando el bajo nivel de los salarios en Canarias, que se encuentran a la cola del Estado. Tiene muy poco sentido que se cree tanta riqueza y que no se perciba una redistribución más justa de lo que se genera en las islas. La explicación de este fenómeno está, para algunos, en el excedente de mano de obra existente porque Canarias importa mano de obra, aunque haya tenido siempre una tasa de paro mayor que la media del Estado.
La rentabilidad de un sector económico no se puede sostener en unos salarios demasiado bajos. Los empresarios llevan demasiado tiempo rehuyendo la inaplazable necesidad de elevar las rentas laborales del turismo que es el que genera la mayor cantidad de empleo directo. Pero debemos ser conscientes de que esa realidad salarial también se da en otros sectores económicos, no solo en el turístico. Y también que el costo de la vida en nuestras islas se encuentra entre los más caros del Estado, lo que contribuye al empobrecimiento general de la sociedad. Con las viviendas y la cesta de la compra más caras sumado al bajo nivel salarial de los canarios se consigue una combinación fatal para la vida de las familias.
Cambiar todo esto es complejo y difícil. Pero la peor manera de lograr un mejor reparto de las rentas consiste en bajar las rentas. Quienes plantean la reducción o limitación del número de camas y del volumen de la actividad del sector turístico están proponiendo un imposible: que por un lado se facture menos y por el otro que se pague más a los trabajadores. Las dos cosas suelen ser incompatibles. Tenemos que seguir generando riqueza y trabajando para que se reparta mucho mejor de como se hace ahora.
La cantidad de suelo que afecta el sector turístico es escasa en relación con su peso en el PIB de Canarias. Y su contribución a la riqueza de nuestra región es indiscutible. Como sabe cualquier agricultor no hay que descuidar al árbol que da más fruta, pero donde hay que poner más abono es en los menos productivos. Nuestras islas tienen que explorar nuevas fuentes de riqueza para las que estamos bien capacitadas, como hemos hecho con la industria del cine con imbatible combinación de los mejores escenarios naturales y las mayores exenciones fiscales. Mientras seguimos trabajando para mejorar la conectividad, fundamental para el turismo y para los propios canarios, no debemos descuidar la apuesta por las empresas vinculadas a las nuevas tecnologías que puedan prestar sus servicios “en” y “desde Canarias”.
Si echamos la vista atrás y no mucho atrás, el crecimiento poblacional y el desarrollo económico de Canarias ha sido extraordinario. Nos hemos acostumbrado a ser muy críticos con la realidad que vivimos, cosa que es necesaria, pero a veces se nos olvida cuánto ha mejorado en nuestra tierra el nivel de la formación educativa, los servicios de salud o los sistemas de transporte, por citar solo tres ejemplos del “milagro canario”. Por supuesto que no hay que conformarse y que debemos mejorar, y mucho, el reparto de los miles de millones que se generan en Canarias. Pero tengo la sensación de, pasito a pasito, vamos por el buen camino. Por el de las reformas que nos convertirán en un sitio mejor para vivir.