Que dos políticos con responsabilidades públicas colaboren para la solución de un problema no debería ser noticia, porque debería ser lo normal entre quienes tienen el compromiso de servir a los ciudadanos. Pero esta pasada semana lo ha sido. El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, y el ministro canario Ángel Víctor Torres acudieron juntos para negociar con los grupos parlamentarios de las Cortes la grave situación que vive Canarias en materia de migración y de menores no acompañados a cargo de esta Comunidad.
Y de esa confluencia no se puede obviar la posición del presidente de los populares de Canarias, Manuel Domínguez, que no ha dudado en situarse del lado de las islas frente a los líderes de otras comunidades de su propio partido que no terminan de ver la asunción de responsabilidades en el cuidado de menores ni la financiación que, por ahora, tampoco terminan de garantizarles.
Como se suele decir, es lo que toca. Porque la experiencia de lo que se ha vivido en Canarias hace que a uno se le despierten todos los miedos ante las previsiones que muchos expertos anuncian para este verano, con miles de personas que están concentradas en países costeros del vecino continente africano con la intención de dar el salto hacia nuestras islas. Entre ellos miles de menores no acompañados.
Ninguna comunidad autónoma tiene capacidad para asumir en solitario la presión actual de un fenómeno migratorio desbordado. Es posible incluso que ni siquiera ningún país europeo la tenga. Pero la sensación de lo que hemos vivido es que existe cierto desentendimiento de las autoridades de la Unión Europea que han reaccionado tarde y mal a las oleadas poblacionales que han asaltado las fronteras de Europa desde Siria, desde Ucrania o desde países africanos. La guerra, el hambre y la amenaza para la vida de las personas ha desencadenado huidas masivas que han tensionado las fronteras europeas y que nos han permitido ver horrorosas imágenes en Lampedusa o en Canarias. Imágenes que no querríamos volver a ver.
Desde hace mucho tiempo, España bascula centrada en un debate relevante, pero estéril para muchos millones de ciudadanos. Con todos mis respetos, el choque de trenes entre la izquierda y la derecha con epicentro en Madrid o en Cataluña y las reiteradas provocaciones mediáticas de unos y de otros, tienen muy poco que ver con los problemas e inquietudes de muchos españoles que necesitan soluciones para un país que es mucho más grande que dos partidos o dos comunidades.
Muchos se han preguntado, con bastante razón, cómo es posible que el fenómeno de la migración se haya desplazado de la ruta peninsular a la de Canarias. Es una reflexión justa. Porque no siempre ha funcionado así. El salto hacia el continente europeo a través del Mediterráneo fue durante muchos años el elegido por quienes querían escapar de África. También era la ruta preferida de las mafias de la droga. Y tal vez por esta última razón, además de por otras menos confesables, el Estado español, con el apoyo del Frontex, desplegó más medios y efectivos en el blindaje de la zona del Estrecho y de la costa Mediterránea. La colaboración de Marruecos, que ha jugado de manera ambivalente y elástica abriendo y cerrando el grifo del control migratorio, ha provocado que las salidas se hayan ido desplazando hacia países costeros más cercanos a Canarias. Y el efecto ha sido que se ha incentivado otra ruta, la nuestra, la de Canarias, que es considerablemente más peligrosa para los migrantes, como demuestra el enorme número de víctimas mortales y desaparecidos que se ha registrado en los últimos años.
Todo esto ha ocurrido ante lo que, visto desde fuera y salvo mejor opinión, parece un absoluto desinterés y falta de compromiso de los responsables de la Unión Europea. Ninguna autoridad en estas instancias parece demasiado incómoda ni con la extraordinaria cantidad de muertes que ha causado la ruta a Canarias, ni con los problemas de medios humanos y materiales con que cuentan las islas para afrontar este fenómeno.
Las previsiones hablan de que durante los próximos meses se pueden dar las condiciones para que vengan hacia Canarias miles de personas desesperadas que están dispuestas a dar el salto a las islas. El escenario lógico, razonable y sensato sería que en estos meses se preparasen los medios adecuados para actuar en caso de darse esa circunstancia. Se reforzasen los equipos humanos que deben acudir al rescate de pateras y cayucos en peligro de naufragio. Y se preparasen adecuadamente sistemas de acogida y derivación ante una previsible avalancha. Nada de esto está ocurriendo. Y sinceramente me parece un asunto mucho más importante que polemizar sobre una medalla a un discutido dignatario extranjero o negociar un pacto in extremis para conseguir la presidencia de Cataluña. La política del avestruz con Canarias no funciona, porque dejar de ver nuestros problemas no los hace desaparecer, simplemente los agrava