Ventura del Carmen Rodríguez

Hace unos días llegué a urgencias del hospital de La Gomera, a la una de la madrugada. Nada grave, solo una de esas migrañas implacables que, de vez en cuando, exigen medidas contundentes para aplacar el dolor. En la sala de espera, rostros conocidos, saludos breves y las historias que cada uno trae consigo. Entre ellos, una mujer mayor de Hermigua, a la que conozco desde hace tiempo, me cuenta que su familiar se queda ingresado y que ella tendrá que volver sola a casa. “Ahora a ver cómo consigo un taxi”, murmura con resignación. La respuesta es la de siempre: no hay taxis disponibles a esa hora. No es la primera vez que esto ocurre, ni será la última. La persona que atiende en admisión de urgencias tendrá que hacer unas cuantas llamadas para intentar conseguirle un taxi que la lleve de vuelta a casa.

Esta señora no es la única que ha sufrido esta situación. Pienso en los turistas que llegan a San Sebastián con la ilusión de moverse con libertad, confiados en que siempre habrá una forma de volver al lugar donde se hospedan, sin importar la hora. O en las personas que prefieren no conducir si salen a cenar o a tomar algo. San Sebastián tiene muchos barrios alejados del centro, pequeños caseríos habitados, un nuevo hotel en el clavo, otro en  la zona de Tecina; todos, lugares que quedan desatendidos cuando cae la noche.

El servicio de taxis es una concesión administrativa del Ayuntamiento. Es un servicio público que debería prestarse de manera eficiente, cubriendo la demanda de una pequeña ciudad de alrededor de 10.000 habitantes, durante las 24 horas del día. No hay otro transporte público disponible en las noches. Mantener los taxis en funcionamiento no solo respondería a las necesidades de transporte sino también  garantizaría la seguridad de las personas –evitando que conduzcan en condiciones no adecuadas–, además de  favorecer la sostenibilidad, al reducir el uso de coches particulares para bajar al centro del pueblo, donde el aparcamiento es casi imposible.

He conversado de esto muchas veces con algunos de los taxistas, (puedo ver sus caras ahora mismo mientras leen esto, y les digo como siempre: no nos enfademos, no nos alteremos). Se trata de encontrar soluciones a los problemas entre todos. Entiendo las razones que exponen sobre las dificultades de mantener el servicio durante toda la noche. Pero no se trata de enfadarse ni de imponer nada; se trata de abrir un debate en torno a una necesidad social que requiere soluciones.

Sé que algunos taxistas estarían dispuestos. Son hombres –porque aquí han sido pocas mujeres– esforzados y trabajadores, siempre haciendo bien su labor, ayudándonos cuando es necesario. Una de las ventajas de vivir en un lugar pequeño es que todos nos conocemos, y esa confianza en el taxi que te lleva a casa es algo valioso. Es justo además escuchar sus demandas y necesidades: las llaves de los baños públicos cercanos, volver a tener la parada en el centro de salud, estudiar la viabilidad económica de una emisora para organizar mejor el trabajo, la importante demanda de policía local durante todo el día, también 24 horas, a la que poder acudir en caso de tener situaciones comprometidas, y otros asuntos que han trasladado al gobierno municipal y que a buen seguro tendrán respuesta.

Mientras el mundo avanza a gran velocidad, apostando por la movilidad sostenible y utilizando el transporte público de manera eficiente, apoyado por la tecnología y otras opciones de transporte, en San Sebastián también corresponde dar un paso más hacia esa movilidad sostenible que tanto necesitamos.

Son las dos de la madrugada, y solo quiero volver a casa. Un taxi, por favor.