Casimiro Curbelo, durante su intervención en el acto de celebración del XV aniversario del Silbo Gomero como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

El Silbo Gomero fue para los antiguos pobladores de La Gomera el instrumento de comunicación que salvó las distancias y marcó la vida social y económica de aquella época. Por suerte, se articuló para que la falta de comunicaciones, tal y como hoy las conocemos, no fuera un obstáculo en las ansias de superación de tantas mujeres y hombres que vieron en el silbo una oportunidad de progreso. De esa sociedad de nuestros antepasados ha quedado un legado de incalculable valor cultural y patrimonial, que se ha situado como el lenguaje silbado articulado más investigado del mundo y que durante esta semana ha sido el hilo conductor de unas jornadas internacionales que han dado mucho de sí.

Había una deuda pendiente con este patrimonio y era la de reunir, alrededor de la misma mesa, a decenas de expertos e investigadores de varias regiones del mundo con el fin de exponer sinergias compartidas sobre este lenguaje, su conservación y su divulgación, además de adentrarnos en la realidad de otros existentes en Marruecos o Turquía, que, con evidentes diferencias con el Silbo Gomero, tienen retos y desafíos compartidos en un mundo globalizado donde la enseñanza es clave para su supervivencia.

Durante los dos días que duraron las jornadas, ha quedado patente la fortaleza del Silbo Gomero. Un lenguaje vivo lleno de savia nueva, que brota de los conocimientos de los grandes maestros silbadores, que con su destreza entendieron, desde el pasado siglo, la importancia de llevarlo a los centros escolares. Dije en la conmemoración del quince aniversario como Patrimonio de la Humanidad, el pasado mes de septiembre, que la llegada a los colegios fue, quizás, el mayor logro para que la semilla de este lenguaje articulado no cayera en el olvido y neutralizar el riesgo de desaparición que por entonces existía.

Al escuchar los testimonios surgidos de las diferentes mesas de trabajo y las exposiciones realizadas, he de confesar que no hemos sido capaces aún de darle todo el valor que merece este patrimonio. No podemos cansarnos de repetir que, al igual que nuestra isla es un tesoro natural único con su Parque Nacional de Garajonay, el Silbo Gomero es un patrimonio identitario que representa los valores de fortaleza, lucha incansable y superación. Los mismos valores que hace más de dos siglos tenían quienes vieron en este lenguaje la única posibilidad de enfrentarse a la abrupta orografía de la isla.

Uno de los testimonios vivos que mejor definen a este patrimonio es el maestro silbador y Premio Canarias Isidro Ortiz, quien ha condensado en un libro su estrecha relación con la preservación de la cultura gomera. A él, junto a otros, le debemos gran parte de los logros obtenidos por el Silbo Gomero en lo que va de siglo. Su dedicación durante años fue esencial para que se entendiera y se entienda por qué no se podía ni se puede perder este lenguaje.

Escuchándolo con detenimiento, Ortiz plasma una radiografía de La Gomera de entonces y de la isla que es ahora. Y mezclando sus anécdotas junto al tambor y las chácaras, recuerda como solo un puñado de pocos gomeros mantuvieron la habilidad de comunicarse con el silbo a finales de los ochenta del pasado siglo. Aquello, dice él, fue determinante para que emprendiera el camino de la enseñanza y propiciara que hoy miles de ciudadanos de esta isla lo utilicen con orgullo.

El relato de Isidro ya perdura en las hojas de la historia de esta isla a través de su obra, un legado vivo para las generaciones futuras. Aprovechemos esa sabiduría que nos deja para no caer en errores del pasado.