Esta semana, hemos vuelto a centrar el debate político en una de las cuestiones más delicadas y urgentes a las que se enfrenta Canarias: la atención a los menores migrantes no acompañados. Estos niños, niñas y adolescentes no son cifras en un informe ni herramientas para alimentar el debate político. Son personas que, huyendo de la desesperación y la falta de oportunidades, llegan a nuestras costas en busca de esperanza y un futuro digno.

En la reunión del Pacto Canario por la Migración, desarrollada el lunes con el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, expuse la necesidad de elaborar un plan específico que contemple la atención integral de estos menores. Un plan que no recaiga exclusivamente sobre los hombros de Canarias, sino que cuente con una implicación real del Estado y de la Unión Europea (UE), y que incluye, además de reforzar la protección de las fronteras y garantizar la cooperación económica, asumir la distribución equitativa de los menores entre las comunidades autónomas.

Lo digo con claridad: estoy profundamente decepcionado por los continuos fracasos de la solidaridad voluntaria y por la ausencia de lo que llamo «la Política con mayúsculas». La política debe servir para construir, no para dividir. La atención a los menores migrantes no puede seguir tratándose como un tema secundario o una herramienta para desgastar al adversario. Es hora de cambiar la forma de hacer política, poniendo a las personas en el centro, en lugar de los intereses partidistas.

Es inadmisible que, hasta ahora, este asunto no se haya abordado como una política de Estado. Estamos ante una emergencia humanitaria que necesita respuestas urgentes, eficaces y coordinadas. Canarias no genera esta problemática, pero la vive cada día. Y mientras no haya soluciones estructurales, nosotros no vamos a rendirnos ni a mirar hacia otro lado.

Además, es fundamental actuar en el origen. Por eso, he insistido en que Canarias debe participar en el Programa de Migración Circular, promovido por el Gobierno estatal. Este modelo no solo aliviaría la presión migratoria irregular, sino que también fomentaría el desarrollo en los países de origen. Es una solución que mira al futuro y que debe complementarse con un plan integral europeo para frenar la migración por mar.

La clave está en la cooperación. No podemos avanzar sin reforzar los lazos con el tercer sector, las instituciones y las personas que trabajan día a día en las tareas humanitarias de gestión y apoyo a estos menores. Este es un esfuerzo colectivo que necesita coordinación, recursos y transparencia.

Hoy, más que nunca, necesitamos compromiso, valentía y visión. Los menores migrantes no acompañados nos recuerdan que somos una sociedad que debe priorizar la humanidad sobre la indiferencia. Ahora toca seguir trabajando incansablemente para que este problema deje de ser motivo de debate y se convierta en una solución. Porque estas vidas no pueden esperar.