POR VENTURA DEL CARMEN RODRÍGUEZ*.- Imaginemos por un momento que, hoy día, un oficial militar entrara al Ayuntamiento de San Sebastián, destituyera a la Corporación elegida democráticamente y nombrara a dedo un nuevo Gobierno. Este escenario parece impensable, pero fue exactamente lo que sucedió el 23 de julio de 1936, cuando un comandante militar declaró el estado de guerra, cesó al Gobierno municipal y formó una comisión gestora. Entre el grupo de nuevos vocales se eligió a un alcalde, que resultó ser Andrés Hernández Arteaga, mientras que el resto de los nueve miembros se repartieron los distintos cargos o áreas de Gobierno. Así, sin más, por la fuerza. En esa acta del día 23, nada se dice de la anterior Corporación.
Este no fue un caso aislado: sucedió en todo el país. Hombres afines al dictador ocuparon las instituciones y destruyeron la democracia y las libertades que hasta ese momento se habían conseguido.
Ese golpe representó el comienzo de una dictadura que durante casi cuarenta años sumió al país en la miseria, la represión y la desigualdad. La Segunda República, con todas sus limitaciones, había trazado un camino de progreso: enseñanza gratuita para todos los españoles, reformas agrarias, avances sanitarios y la inclusión de las mujeres en el derecho al voto. Todo ello fue aniquilado por un régimen que temía a la igualdad, a la libertad de expresión y al progreso social.
En lugares como La Gomera, los efectos de la dictadura fueron devastadores. La pobreza alcanzó niveles extremos y la represión dejó cicatrices imborrables. Episodios como el “fogueo” de Vallehermoso, los sucesos de Hermigua -donde los trabajadores fueron duramente represaliados después de enfrentarse a la Guardia Civil- o el castigo humillante a las mujeres, rapadas y obligadas a barrer las calles, son testigos del terror que se vivió. La población disminuyó drásticamente; muchos huyeron a Venezuela o Cuba en busca de un futuro mejor. Servicios básicos como educación o sanidad pasaron a ser privilegios reservados para quienes podían pagarlos, mientras que las diferencias sociales se acentuaron hasta niveles alarmantes.
En 2025, conmemoramos los 50 años del fin de esa dictadura atroz. Es un momento para recordar, pero también para reflexionar. Hay quienes banalizan la memoria histórica, acusando al Gobierno de dividir a la sociedad al insistir en el recuerdo de los horrores del franquismo. Sin embargo, conmemorar el fin de la dictadura no es un acto de división, sino de justicia y educación. Es un homenaje a quienes lucharon por la libertad y un recordatorio de que los derechos que disfrutamos hoy no son eternos ni inevitables.
Hay quienes, desde la ultraderecha, parecen sentir nostalgia de aquel pasado de miedo, censura y represión. Alegan que recordar la dictadura es “desviar la atención” de los problemas actuales. Sin embargo, ¿hay algo más importante que la reparación moral de quienes padecieron aquel régimen? ¿Acaso podemos ignorar el sacrificio de quienes, en medio de la brutalidad, defendieron la democracia y la libertad? Toda esa reivindicación no se hace incompatible actualmente con las políticas que mejoran del empleo, con la búsqueda de soluciones a la falta de vivienda o con fórmulas para acabar con las listas de espera sanitarias.
Hoy, España puede presumir de medio siglo de democracia ininterrumpida. En tiempo récord, hemos construido una sociedad moderna, referente en derechos y convivencia pacífica. Sin embargo, no podemos dar por sentado este progreso. Como decía mi abuela, “valora lo que tienes; los años oscuros pueden volver”. Yo solía responderle que estaba loca, que aquello era imposible, pero ahora, viendo el ascenso de la ultraderecha y el desprecio por la memoria histórica, no estoy tan segura de poder decir lo mismo a mi hija o a mis sobrinas.
La historia del PSOE, su resistencia durante la dictadura y su papel clave en la transición democrática son ejemplos de cómo los valores de libertad, igualdad y justicia pueden sobrevivir incluso en las condiciones más adversas. Este partido, que sufrió la persecución y el exilio, nunca renunció a sus principios, demostrando que la democracia no es solo un sistema político, sino una lucha constante por un futuro mejor.
En este aniversario, celebremos la libertad, la paz y la convivencia. Hagámoslo con conciencia, con la firmeza de quienes saben que el pasado no puede repetirse. No permitamos que la nostalgia por un régimen cruel empañe los logros de nuestra democracia. Porque, no, con Franco no se vivía mejor: la mayoría de la población vivía sumida en la pobreza, sin libertad y con miedo, y eso no podemos olvidarlo.
*Secretaria General del PSOE de San Sebastián de La Gomera. Portavoz del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de San Sebastián de La Gomera. Exdiputada del Parlamento de Canarias por la Isla de La Gomera